El comunismo
En estos dos últimos años -aunque 1969 fuera una fecha clave- el movimiento comunista mundial ha sufrido profundas transformaciones en su estructura internacional y en su estrategia y táctica para alcanzar el poder.Es comprensible que los es pañoles sigan creyendo en la hegemonía de Moscú sobre los partidos comunistas y en que éstos forman un bloque monolítico revolucionario capaz de alcanzar el Poder si no se les combate a sangre y fuego. Durante cuarenta años los españoles sólo sabían del comunismo lo que las versiones oficiales daban a conocer, e ignoraban la realidad de ese complejo, reservado y duro mundo comunista. El régimen de Franco consideró esté tema de modo semejante a como la Inquisición consideraba al calvinismo o a Lutero, con resultados parecidos, pues el protestantismo ha sobre vivido a la Inquisición y a la muerte de Franco nos encontramos en España con una organización comunista disciplinada en la persecución y con unos núcleos más numerosos que los de cualquier otra formación política. Afortunadamente para los que no somos comunistas, esta ventajosa posición está contrarrestada por las circunstancias que en el ámbito mundial concurren en el modo de entender la acción del comunismo. Pero para compren der la actual situación es necesario remontarse a unos años atrás.
La muerte de Stalin marca el punto álgido de la hegemonía soviética en el mundo comunista. En 1956 Togliatti, secretario del partido italiano y pionero de la autonomía de cada partido, dijo que «la estructura política interna del movimiento comunista internacional ha cambiado hoy dia», coincidiendo con el informe secreto de Krustehev, en la fecha y en el fondo. Sin embargo, tuvo lugar una reacción soviética en el congreso de partidos celebrado en Moscú en 1957, donde Mao Tse-tung (todavía en buenas relaciones con la URSS) proclamó que el partido soviético era «cabeza del movimiento comunista mundial». Conviene recordar, en justicia, que Tito de Yugoslavia-, al enfrentarse a Stalin, en 1948, afirmó que existían «diferentes, caminos para el socialismo», siendo anatematizado como desviacionista.
Pero es en 1959 cuando el partido comunista soviético recibe el más duro golpe, al romper Mao su dependencia ideológica y calificar, a su vez, a los dirigentes de Moscú como desviacionistas. A partir de entonces se acaba el pontificado doctrinal soviético, la ideología comunista se fracciona y subfracciona, mientras que desde la URSS sólo se intenta conservar una cierta dirección estratégica política que, naturalmente, tiene que resultar coincidente consu política internacional, lo que da motivo a la acusación de imperialismo político lanzada desde Pekín.
En el Congreso mundial de partidos comunistas celebrado en 1960 el.partido soviético renunció a tener autoridad sobre el movimiento internacional. Y en el que tuvo lugar en 1969 se declaró, de modo trascendental, que «no existe un centro directivo del movimiento comunista internacional». Desde entonces todos los partidos comunistas disfrutan, teóricamente, de autonomía, pues los incluidos en el Pacto de Varsovia tienen la amenaza militar soviética sobre sus cabezas para impedir cualquier «exceso» democrático del socialismo. Esta autonomía ha quedado ratificada en la conferencia de partidos comunistas europeos que tuvo lugar en Berlín Este el pasado mes de junio, donde el secretario del partidoTrancés, señor Marcháis, se apuntó un éxito eurocomunista al eludirse en el comunicado final el término «dictadura del proletariado», suprimido ya por él en el congreso del partido en París.
No cabe duda de que, a partir de 1969, los partidos comunistas de Europa occidental han tomado un rumbo que los separa cada vez más de Moscú. Es posible que circunstancias graves de política internacional o variaciones en dirigentes o hechos nacionales pudieran dar lugar a una reversión y consiguiente dependencia de Moscú, pero ello traería un estallido en cada partido, pues se ha ido muy lejos en la dirección democrática yacaso se haya pasado el «punto del no retorno». Es sintomático que recientemente se hayan reunido en Sofía, capital de Bulgaria, los ideólogos de los partidos comunistas pro soviéticos para definir su línea de acción frente a la tendencia «eurocomunista». Y, en estos últimos meses, lo mismo Pravda que la prensa pro soviética de los países del Este provocan polémicas ideológicas con las tendencias del «eurocomunismo».
Las razones por las que los partidos comunistas de Italia, Francia, España y Japón han adoptado esta tendencia es de suponer que son varias. Acaso la principal haya sido el considerar su fuerza numérica en los países democráticos occidentales, estabilizada de algún tiempo a esta parte. En Francia, Italia y Chipre oscila entre el 20 y el 25% del electorado; en Portugal y Lu xemburgo, entre el 8 y el l0%; en los restantes países, menos aún. Los comunistas han participado en los Gobiernos de Francia, Finlandia, Portugal e Islandia y, actualmente, sólo se mantienen en Finlandia. Sus posibilidades de acceder al Poder radican en aliarse con otros partidos, sean socialistas, socialdemócratas o demócratacristianos, que recelán de ellos. No les queda, por tanto, más que jugar a fondo la carta democrática, pues el golpe de Es tado dado con una minoría, en un país de alto nivel de vida y acostumbrado a la libertad es seguro fracaso, como se ha demostrado en Chile y Portugal, a pesar de sus condiciones precarias. De ahí que un dirigente, en Francia, haya dicho: « La izquierda no debe llegar al Poder una mañana cualquiera, por casualidad, porque ese día la mayoría se haya levantado de mal humor, sino que debe tomar el Poder apoyada por una mayoría consciente. »
En realidad el eurocomunismo nace porque los partidos comunistas de Europa occidental saben que por sí solos no pueden tomar el Poder, y que la URSS no tiene medios para sostener un experimento de comunismo totalitario en un país europeo alejado de sus bases, rodeado de enemigos y enfrentándose con los EEUU. Prefiere hacerlo en Africa, en Angola, por ejemplo. Ahora bien, para los comunistas pro soviéticos debe resultar dramático ver cómo largan amarras los eurocomunistas por no poder darles ayuda efectiva. El caso portugués fue un intento desesperado de Moscú y hubo un momento en el que parecía que tenían razón los soviéticos cuando decían que el buen camino era el de Cunhal y no el de Carrillo. Ahora siguen diciéndolo, pese al fracaso, pero por otros motivos.
El eurocomunismo es un. doble peligro para los dirigentes comunistas rusos. Por un lado, piensan en la amenaza que para ellos representa la argumentación antitotalitaria empleada por los camaradas europeístas, pues co mo dice J. F. Revel en su libro La tentación totalitaria: «O bien el socialismo es totalitario, o bien la URSS no es socialista». Los eurocomunistas pueden ser los compañeros de viaje o los tontos útiles del capitalismo, piensan en Moscú. Y se les abren las carnes cuando exilian en Occidente un sabio o un escritor más, pues todo junto puede dar origen a una «oposición democrática». contra ellos, que tanto la han empleado a su favor.
Por otro lado, temen el fracaso del eurocomunismo en su vía democrática electoral, y lo ocurrido en las elecciones francesas de noviembre parece darles la razón; el comunismo o es duro o se diluye entre el maoismo y el socialismo marxista. El primer ensayo del eurocomunismo francés ha sido en favor del socialismo. Y en Moscú se preocupan de cuál será el porvenir de esos partidos comunistas, si acabarán siendo enemigos suyos o se convertirán en unos reducidos núcleos dentro de pocos años. Ninguna de las dos cosas les agrada.
Por eso, resulta inexplicable que a los virulentos anticomunistas españoles les desagrade también el eurocomunismo español de Santiago Carrillo, coincidiendo así con la opinión de la línea dura del comunismo asiático. Yo, en cambio, preferiría enfrentarme con Carrillo en las próximas elecciones, limpia y legalmente.
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