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Conjeturas de la opinión francesa sobre el asesinato de Broglie

Para el ministro francés del Interior, Michel Poniatowski, la investigación sobre el asesinato del príncipe de Broglie terminó, según declaró anteanoche, con la detención del presunto asesino del comando que organizó el crimen y de los dos instigadores, los consejeros juridicos del antiguo diputado giscardiano. Pero ayer, toda la opinión francesa se interrogaba sobre los alcances reales de lo que ya se califica de sórdido affaire.

«Es posible que el príncipe, diputado, ministro, alcalde, vinculado a cuarenta sociedades, propietario de un castillo con doscientas ventanas, ligado a un policía marrón, al que protegía, asociado a dos hombres considerados por lo menos dudosos, haya muerto por cuatro millones de francos, cantidad ridícula para quienes manejan fortunas diariamente?En los medios de la policía, en contra de la opinión del ministro del Interior, se sostiene que la investigación choca con la complejidad de los negocios del parlamentario y con la oscuridad de su existencia.

La novela policíaca montada por los presuntos autores del crimen fue de una ingenuidad por los dos reconocida, pero no menos ingenua se consideró la explicación oficial que dio por terminado el asunto. Anteanoche, a todas las preguntas molestas de la prensa, el ministro del Interior interpuso el secreto de la instrucción.

Hasta ayer, el único inculpado era Gerard Freche, oficialmente el autor del crimen. Los demás quedaron, simplemente, a disposición de la justicia. Uno de los consejeros del príncipe, Allenet de Ribemont, fue inculpado, pero por tenencia ilícita de las armas que le encontraron en su domicilio.

Para la mujer del difunto, Micheline de Brogli, eso de que se asesine a alguien por cuatro millones de francos es una idiotez. Interrogada por el móvil que ha podido inducir a los dos consejeros de su marido a suprimirlo, la viuda respondió: Es un accidente, y no ofreció más explicaciones.

Desde hace muchos años, en la clase política de la mayoría gubernamental se conocía bien la vida tumultuosa del príncipe, según expresó en 1973 el entonces ministro de Economía, Giscard d'Estaing. Esto no fue obstáculo para que siguiera cultivando ante la opinión pública su imagen de hombre público modelo.

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