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Reportaje:La reforma del Reglamento, según la Junta Nacional Taurina / 4

Un cuarto de hora para el primer aviso

A los toreros les falta tiempo para matar los toros. O les sobran pases, quién sabe. A juzgar por lo que sus representantes de la Junta Nacional Sindical Taurina proponen para reformar el reglamento quince minutos en lugar de diez como tiempo hasta que suene el primer aviso.

Se diría que el último tercio es hoy una afanosa brega en la que se acumula el trabajo, valga porque la reses son fieras corrupias que venden cara su derrota y muerte, imposibles de domeñar, valga porque lo usual en el toreo de esta hora es que les brote, generosa, la inspiración a los lidiadores, y no ya el repertorio de suertes conocidas sino otras también producto de su ingenio, llenan las faenas hasta saciar las más refinadas exigencias, o valga porque ambas situaciones suceden de consuno.Se diría... más no puede decirse. El toro que suele salir hoy a los ruedos no es fiera que obligue a mayores esfuerzos -ni siquiera iguales- que los precisos en tiempos de José y Juan y ya entonces diez minutos bastaban para darles muerte. El toreo de hoy no es rico en suertes sino pobre, muy pobre, muy pobre; muy pobre y monótono; dos pases -derechazo y natural-, con el de pecho, algún molinete aunque no venga a cuento ( que no suele venir) y un afarolado cuando la inspiración está a tope, o las giraldillas, por carnestolendas. El toreo de muleta actual no, merece un margen de diez minutos para su exhibición, ni siquiera la mitad, y las dificultades que los toros actuales presentan tampoco, de donde cabe deducir que si la Junta Nacional Taurina pide en esto tiempo, hasta alargarlo en un cincuenta por ciento sobre el que ya tenía, es que aquí hay gato encerrado. Y el gato encerrado es -podemos pensar- que quieren curarse en salud y suprimir el siempre acusatorio aviso, de forma que habría de sonar el primero en el espacio que la norma en vigor señala para el tercero, cuando es sabido que ese tercero rara vez llega, no por otra causa sino porque quince minutos es, para la faena de muleta, una barbaridad de minutos.

No hay absolutamente ninguna razón, en fin, técnica o artística, para retrasar, ni en segundos, los márgenes para los tres avisos. Se ha dicho tantísimas veces -y con verdad siempre- que cada toro tiene su lidia, y en el último tercio sus pases, los justos -como los adecuados-. Y si los representantes de los toreros fuesen conscientes de lo que significa, más para ellos mismos que para nadie, conservar el espectáculo en sus valores más puros, en lugar de curarse en salud como ahora intentan, lo que deberían hacer es procurar que aquellas máximas las supieran todos (y las pusiesen en práctica) y que la estocada no fuese el sartenazo y el bajonazo. al que muchos propenden. sino otra vez el volapié o la suerte de recibir más sus variaciones en los casos que ya han contado las tauromaquias-, ejecutados con técnica y con arte.

La operación quince minutos es tan burda maniobra, que no podrá prosperar. Sencillamente, confiamos en la comisión que redactará el texto definitivo, donde no hay duda que va a imperar el buen sentido.

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