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Tribuna:TRIBUNA LIBRE
Tribuna
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Referéndum y plebiscito.

Hace ya mes y publicó Ricardo de la Cierva en EL PAIS un artículo titulado «Un día histórico para la Universidad». El título era muy deliberadamente sorpresivo pues no se refería como había de pensar tópicamente el lector desprevenido al de la primera lección en ella de Tierno y mía, pronunciada pocos días antes, sino a otros en que se aprobaron, con la máxima calificación cuatro excelentes tesis doctorales.

En el artículo se expresaba, aunque muy amablemente el «absoluto desacuerdo» con mi «explosiva simbiosis de política y Universidad». Ahora bien, lo curioso es que las cuatro tesis que habrían convertido aquel día en «histórico» eran rigurosamente políticas y difícilmente habrían sido admitidas en los mejores tiempos del franquismo: una, sobre la vida política y las elecciones de 1930-1931 en Galicia; sobre la Restauración, la segunda: una tercera, de persona a quien desde 1965 tengo siempre presente, Manuel Pérez Ledesma, sobre la UGT y en fin, la cuarta sobre un hombre que se opuso al «chanchullo de la camarilla fernandina» y salvó de este modo «el honor de la Administración española en tiempos degenerados». Y no es sólo que esas tesis fueran políticas: es que para mí, de lecciones como esas, y no de la fácil retórica, es de donde han de partir toda gran praxis política.

Pero tiene razón Ricardo de la Cierva en temer que mi entendimiento de la vinculación de la Universidad a la política va más allá de la dedicación al estudio de actividades políticas ya pasadas. Pienso en primer lugar, que la política es inevitable y que el catedrático que procede apolíticamente en la clase, amputa de su pertenencia a la Universidad del testimonio de lo que es. (No se trata de que haya de estar haciendo declaraciones políticas atroche y moche. pero tampoco debe ocultar lo que políticamente es cuando venga al caso). Quien calla lo que es aquiescentemente y quiera o no, está operando objetivamente al servicio del régimen establecido.

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Más importante me parece aún otra consideración. Toda política verdaderamente democrática ha de hacerse desde la base y a partir de ella. Y una de las más importantes comunidades de base es la Universidad. Intervenir en las asambleas de Facultad, como hacerlo en las asambleas de fábrica o en las asociaciones de vecinos, es hacer democracia participatoria. La Falange quiso politizar la Universidad indoctrinándola. Pero que el totalitarismo docente sea malo no empece a que el otro extremo, la asepsia política, lo sea también. Mala y yana. La juventud, incluso aun cuando no caiga en la exageración de considerarse como venida a revelar al proletariado será siempre el estrato social más progresivo, más idealistamente revolucionario y utópico.

Durante los dos últimos decenios del franquismo, las gentes «comprensivas» disculpaban que se hiciese política en la Universidad en los colegios de abogados etc… porque decían, es el mal producido por la supresión de la vida política institucionalizada en elecciones, parlamento etc…: la política, expulsada por la puerta, vuelve a entrar por todas las ventanas. Pero aparte de que, como acabo de decir, no hay auténtica democracia sin participación desde la base y la vida de cada día, ¿acaso es verdad que con el postfranquismo los universitarios ingresarán en la política parlamentaria? (Entre paréntesis: de ver en el parlamentarismo el compendio de todos los males estamos dispuestos a verlo ahora como el bien político perfecto). Hasta los veintiún años se niega a los jóvenes el derecho a votar. Las materias que yo enseño aparte los cursos de doctorado, son de 4º y 5º curso, y este año sólo de 4°. Tengo 47 fichas de alumnos ante mí. Según ellas, nada menos que diecisiete es decir, la tercera parte larga, no tiene aún veintiún años. Y como todo el mundo sabe, los cursos más numerosos, con mucho, son los primeros. Lo cual quiere decir que la mayor parte de los estudiantes universitarios no tienen derecho a voto. Los jóvenes son responsables criminalmente y condenables a la última pena, pueden, asimismo, ser movilizados en caso de guerra y morir en ella.... pero en cambio no pueden votar.

Por otra parte y siempre en relación con mis alumnos debo agregar que el Partido Comunista al menos en tanto que confesado, brilla por su ausencia. Hay, sí jóvenes, que cuentan entre los más inteligentes de una extrema izquierda sumamente crítica del establishment no menos o casi del que «oposita» al Gobierno que del que gobierna: muy reacios por tanto a militar en ningún partido y como antes decía, consciente, deliberadamente utópicos.

La Universidad española no sirve para casi nada. Prepara profesionales pero no bien, y nada más. No investiga casi nada. Podemos consolarnos. Si realmente lo hiciese, su investigación, financiada, como en América, por las instituciones españolas que corresponden al Departamento de Defensa o al Departamento de Estado, estaría al servicio del Estado, no al de la sociedad. Algún día no lejano, el Gobierno español comprenderá el partido que modestamente puede sacar de la Universidad: lo está empezando a comprender ya con respecto a institutos de opinión pública y como dicen los americanos, «agencias» semejantes. Hasta ahora —lo estamos viendo con el referéndum — las campañas son bastante toscas, cuantitativas mucho más que cualitativas. Es, en definitiva, la prolongación de los métodos del franquismo. Pero el tiempo traerá un afinamiento de las técnicas de movilización de la opinión. Y los partidos, ya legalizados colaborarán con eficacia en esa tarea. Sepamos esperar llegará un día en el que, paradójicamente, todo será, todavía peor para la verdadera democracia. Porque ahora para nuestra felicidad, estamos aún en la víspera.

Dentro de la Universidad la sección de Filosofía es otra cosa o. renovada postescolástica y crítica de todas las escolásticas puede ser otra cosa. Aprenderá a saber entonces que no sirve para nada que es marginal a todas las tecnologías y a todos los grupos de interés. Hacer de su inutilidad, virtud, aceptar esa condición y luchar inermemente, problemáticamente, intelectualmente contra los poderes de este mundo es su único sentido. Lo que no está mal. Yo creo que los filósofos no deben aspirar nunca a ser reyes. Han de ser indigentes. No deben abdicar de la filosofía.

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