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La empresa española ante el Mercado Común

(...) «No es que no se hable -aunque a decir verdad sea más bien poco- de una previsible adhesión a las Comunidades Europeas o de la vuelta de la vida política española a su tradicional entorno europeo. Lo que pasa es que cuando se habla de ello se suele hacer con escasa base informativa y por consiguiente, en términos bastante apriorísticos. No puede sorprender que así ocurra. Por un lado, es difícil para un español, estar, debidamente informado acerca de los mecanismos y desarrollos del proceso de integración europea. Por otra parte, se nos ha acostumbrado a presentar el tema de nuestra posición frente a la Europa comunitaria en base a planteamientos ideológicos y políticos, más que en función de un análisis en profundidad de sus posibles repercusiones sobre cada parcela de la vida nacional.(...) No se piense que la idea de un debate nacional sobre el tema hispano-comunitario responde a planteamientos puramente académicos. Muy al contrario. Si imaginamos qué condiciones se habrían de dar para poder abrir una negociación de adhesión entre España y las Comunidades Europeas, veremos cómo la necesidad de proceder a ese debate constituye una muy sólida realidad.

(...) La segunda tarea que proponíamos era la de analizar en profundidad la variada temática que, en cada plano de la vida española, nos plantearía una adhesión a las Comunidades Europeas. Y, al mismo tiempo, prepararnos para explotar al máximo las posibilidades que la integración nos abriría y para atenuar las dificultades que, sin duda, nos habría de suscitar.

Piénsese que un país como el Reino Unido, tan introducido en los entresijos europeos a pesar de su espíritu de insularidad, inició con mucha antelación una intensa acción de información de sus empresarios, de su Administración y de su opinión pública, en general, acerca de lo que eran las Comunidades y de cómo había que prepararse para acceder a ellas.

(...) La tarea a llevar a cabo es inmensa. Habría que emprenderla con buen ánimo y, además, de manera inmediata, puesto que la presión del tiempo es considerable. Ciertas vías de acción, las que responden a necesidades más evidentes, podrían ser ya perfiladas para empezar a marchar por ellas. Veamos cuáles podrían ser.

(...) Los españoles hemos de hacer un lugar grande y prioritario, en nuestra sobrecargada agenda, a la cita con la Europa en trance de integrarse. No vamos a encontrar en ella ninguna panacea. Nos ayudará a resolver unos problemas y nos suscitará otros. El balance, en todo caso, puede ser para nosotros muy positivo, aserción ésta que cabe intentar, probar, en otro lugar y acerca de la cual, ocasión tendremos de contrastar puntos de vista. Lo que parece claro es que para que el saldo de esta nueva andadura europea nos sea favorable habrá que echar a andar con infinitas precauciones. La primera de ellas sería la de ponernos entre nosotros, previamente, de acuerdo, con cabal conocimiento de lo que nos traemos entre manos, acerca de hacia dónde vamos y por qué senderos.»

27 noviembre.

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