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Precaria posición del laborismo en el Parlamento británico

Juan Cruz

La derrota laborista en dos de las tres elecciones parlamentarias realizadas en Inglaterra el jueves dejan al Gobierno con una mayoría de un solo voto por encima de los que suman los restantes partidos representados en los Comunes.Los conservadores barrieron en Walsall North y en Workington, que eran dos zonas que el laborismo había dominado fácilmente durante la última década. Esta victoria le ha dado ánimos a Margaret Thatcher, la líder de la oposición, para pedir que se disuelva la Cámara y que se convoquen elecciones «cuanto antes». Callaghan, el primer ministro, ha dicho: Este fracaso temporal no nos hace retroceder en nuestras intenciones de seguir llevando a cabo nuestro programa político.

El Gobierno no cree que las ilusiones electorales de la señora Thatcher se cumplan al menos hasta dentro de tres años. Los laboristas dominan ahora 312 es caños. Los conservadores, los nacionalistas escoceses, los liberales, los galeses y los unionistas del Ulster suman entre todos 315 votos parlamentarios. La cuenta es favorable al Gobierno todavía porque dos diputados del Ulster y dos laboristas escoceses mantienen su lealtad en la Cámara cuando el Gobierno se encuentra en dificultades. Además, los conservadores no siempre cuentan con la lealtad de sus compañeros de oposición, que suelen manifestarse igualmente hostiles respecto de los partidos principales.El Gobierno no esperaba una derrota de estas dimensiones. Se insinuaba la posibilidad de que perdiera en Walsall North, que era la ciudad a la que John Stonehouse representaba en el Parlamento. La historia de Stonehouse, que ahora está en la cárcel, entre otras cosas, por haberse hecho pasar por un vecino muerto de Walsall, ha decepcionado profundamente al electorado de esa ciudad, que acudió a las urnas con muy poco entusiasmo y prefirió votar por un candidato independiente antes que dar de nuevo los votos al laborismo. En esa coyuntura, la victoria conservadora fue fácil.

«La guillotina»

La mayoría mínima de la que ahora disfrutan los laboristas no amenaza, por el momento, su programa legislativo, que debe cumplimentarse en menos de dos semanas, aplicando en muchos casos un procedimiento de urgencia que los británicos llaman «la guillotina». Sin embargo, pone en peligro la futura sesión parlamentaria, que se abrirá el 24 de noviembre y a lo largo de la cual el Gobierno espera hacer pasar la ley de devolución de poderes para las Asambleas de Escocia y de Gales. Además, los laboristas han de enfrentarse todavía a otra elección, la que ha provocado la marcha de Roy Jenkins, el presidente electo de la CEE.Por otra parte, para los laboristas, que últimamente se venían mostrando muy preocupados por el creciente poderío de los partidos fascistas, el resultado de la elección en Walsall ha añadido otro elemento de intranquilidad.

El representante del National Front obtuvo más de 2.000 votos y se situó cerca de los candidatos de los partidos tradicionales. Las estadísticas dicen que la mayor parte de esos votos no le fueron robados por el National Front a otro partido que al laborista, cuya campaña contra el racismo acaba de comenzar y aún no ha conseguido ningún éxito evidente.

Si bien a los laboristas les ha parecido «coherente» haber perdido unas elecciones parciales como éstas, consideran que la derrota ha venido en el peor momento, porque puede afianzar la opinión exterior acerca de las inseguridades del actual Gobierno, que se halla empeñado en obtener créditos internacionales cuya concesión depende ampliamente de la firmeza política que muestre el gabinete de Callaghan y del apoyo con que se advierta que cuenta en el país.

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