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Fiesta americana en el ex- Hilton

Hoy, des de medianoche, ha vuelto a repetirse en el hotel Castellana, que ya no se apellida, por cierto, Hilton, la fiesta americana de Madrid. Cíclicamente, a no ser que desaparezca un presidente antes de tiempo, este hotel se convierte, cada cuatro años, en la sucursal española de la euforia electoral de Estados Unidos.Como en cada año electoral, en este 3 de noviembre de 1976, americanos, periodistas, politiquillos, oportunistas y habituales de los lunch han llenado los salones del Castellana, repletos por todos lados del american way of life, que tantas opiniones encontradas concita.

Los tiempos han cambiado, sin embargo. La cita del Castellana, cada cuatro años, es, en cierta manera, una oportunidad para repasar la historia. Hace cuatro años, en 1972, en los salones del hotel había mucha-menos luz. No estaba presente la televisión, y mucho menos la televisión en color. Dirimían la presidencia Nixon, republicano, y McGovern, demócrata. Los resultados, mucho menos indecisos que hoy, se escribían con tiza blanca sobre un encerado verde. Hoy, en el centro del salón, hay unos preciosos paneles blancos, en los que se inscriben los resultados electorales con números autoadhesivos.

Ha cambiado también la forma de beber. Hubo una época en la que los asistentes a la fiesta americana del entonces Hilton disfrutaban de una auténtica barra libre. Hoy, para tomar una copa, había que pasar por una larguísima espera para adquirir el mágico ticket que abría las puertas del güisqui, el bourbon o la ginebra.

A nivel puramente electoral, el hotel Castellana era la clara reproducción de lo que estas elecciones son en la madre USA: ninguna claridad y muchas abstenciones. Lo primero, porque eran igualmente ruidosas las voces que coreaban un resultado favorable a Carter o a Ford; lo segundo, porque, a diferencia de otros años, hay muchos más súbditos españoles que americanos en la fiesta del Castellana. Para los rezagados hay una pequeña cabina de votación, cuyo resultado se transmite, con validez, a los centros electorales de Estados Unidos especialmente preparados para recibir votos del extranjero. Aun así, y a pesar de que el tiempo es mejor aquí que en la mayor parte de Estados Unidos, parece claro que ésta de 1976 es la elección de la abstención.

Tampoco ha sido un edificante ejemplo de participación política el de los residentes en las colonias típicamente americanas de Madrid. Muy pocos hogares de El Encinar de los Reyes, La Moraleja o Torrejón, habitados por miembros de la colonia norteamericana en Madrid, velaban a las horas en las que se recibía información directa del proceso electoral. Hubo un redactor de EL PAIS recorriendo estos enclaves; encontró, en algunos casos, las puertas cerradas a cal y canto; en otros, perros de fiereza insalvable, y, en los menos, amables y evasivas explicaciones: «No entiendo la televisión en español y mañana me tengo que levantar temprano.»

Cartero Ford; Ford o Carter. Da lo mismo. En la fiesta americana del Castellana, un americano escéptico, lleno de scotch, respondia a a nuestra pregunta: ¿A quién ha votado usted? «Al pato Donald.»

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