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El PCF, la URSS y Giscard d´Estaing o el juego de las amistades peligrosas

Después de un relativo éxito inicial, los esfuerzos del presidente Giscard d'Estaing por homologar la imagen del Partido Comunista Francés con la de la Unión Soviética (ver EL PAIS del sábado 23), han vuelto a tropezar con algunas dificultades. Apenas cinco días después de que el Pravda y la agencia. Tass hicieran suyos los argumentos del PC contra el señor Giscard d'Estaing, el señor Marchais ordenó la participación de su partido nada menos que en un mitin de solidaridad con varios presos políticos de todo el mundo, entre ellos dos de la URSS. Nunca el PC había intervenido en forma tan abierta en un acto de esa naturaleza. Tal iniciativa les ha permitido a los comunistas galos recobrar su imagen liberal, un tanto empañada, en términos electorales el 17 de octubre, por la peligrosa coincidencia de los denuestos lanzados al alimón por el PCF y Moscú contra el Elíseo.Pero lo curioso de esta contramaniobra de Marchais es el apoyo táctico, extraordinariamente coordinado. que ha merecido por parte de la URSS. El Pravda, que habitualmente suele demorar semanas, y hasta meses, en condenar los «errores» y heterodoxias de los comunistas occidentales, en esta ocasión, un esta ocasión machacó en caliente, como si todo hubiera sido determinado de antemano. Se puede decir que a la hora en que a Moscú estaban llegando las noticias de lo dicho por Pierre Juquin, miembro del comité central del PCF, en la Mutualité, el Pravda ya casi tenía preparadas las galeradas de su dura respuesta, la más contundente también que el aparato ideológico soviético haya dedicado nunca al partido del señor Marchais. Paralelamente, a la hora en que en París estallaban los ecos del hachazo del Pravda, el señor Marchais entregaba a la prensa su réplica a Moscú: No nos apartaremos ni un palmo de la línea democrática trazada por el partido. Y por si fuera poco, anunció que del discurso de Juquín en la Mutualité se haría una edición de seis millones de ejemplares. Tampoco el señor Marchais, hasta ahora el más cauto -y hasta el más moroso- de los eurocomunistas europeos, se había mostrado tan dispuesto tan rápidamente dispuesto- al desenganche de la U RSS. Al parecer, la situación de dos intelectuales del Este pesa ahora más, repentinamente, en el PCF, que las denuncias de 1975 sobre los Gulag soviéticos, compartidas también por el PCF y L´Humanité, aunque con muchas más reservas y, matices que en esta oportunidad y, sobre todo, con acritudes menos estruendosas frente a la URSS. Evidentemente, tanto Marchais como los soviéticos comprendieron muy velozmente los efectos negativos que las coincidencias del 17 de octubre podrían, tener sobre el comunismo francés y la Unión de la Izquierda. Por su lado. Moscú hizo algo más que denostar al PCF: cuatro días después de haber censurado y criticado a Giscard d'Estaing (ver EL PAIS del 23), Pravda, casi a la hora en que Juquín hablaba en la Mutualité, dio a conocer un extenso artículo, muy elogioso para el presidente, en el que recordaba, entre otras cosas, la «equidistancia» del Elíseo y su «Positiva contribución a la paz». En unas horas, lo que en el órgano del PCS era «parcialidad», se convirtió en «imparcialidad ». La sincronización ha sido perfecta: sirnultáneamente, la URSS salvó de su amistad al señor Marchais y se la hizo sentir, como un cuchillo, a Giscard d'Estaing.

El presidente tendrá, pues, que afinar mucho la puntería si quiere convencer al electorado francés de que Marchais y Breznef son la misma persona. En ese aspecto, parece inútil que la mayoría insista -como lo hizo el señor Lecaunet la semana pasada- en que la «dualidad táctica del comunismo facilita su unidad estratégica». La táctica es lo que el electorado puede ver hoy, en cambio. la estrategia es. en el mejor de los casos. lo que puede temer para mañana. Si a todo esto se agregan las disidencias de ciertas minorías de la mayoría -como la de los diputados gaullistas, que en la Asamblea unieron sus críticas a las de la izquierda contra el plan Barre-, ya no resulta fácil augurarle al presidente días demasiado felices en el Elíseo. a pesar del éxito de su Democratie française.

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