Las dos "pes" y otras cosas
Parece conveniente aclarar las cosas políticas que suceden, desde la misma raíz. Es irracional, a estas alturas, el planteamiento de una concurrencia entre demócratas y antidemócratas como nuestro palenque político. Desde el mismo instante en que desaparecía de la escena el poder personal de Franco -aunque este poder se manifestara sobre una determínada realidad institucional- el heredero no era otro que el pueblo español, quien tendría que efectuar el reparto de aquel poder, tras la recuperación de la soberanía nacional. Concretamente, había que construir una Democracia, sobre la reponsabilidad común de todos los españoles. La reforma constitucional era una necesidad.El error histórico de Carlos Arias, y su reformismo puesto al costado, fue intentar la reforma desde el Gobierno, en una abusiva apropiación de la legitimidad no obtenida para eso. Los poderes personales pueden ser muy eficaces sociológicamente, pero nunca dejan una herencia política. Entonces hay que crear una nueva siluación. ¿Y quién debe hacer la nueva situación? Nadie más que el pueblo español. Esci, a mi entender, viene a suponer el proyecto de Ley del Gobierno, remitido a los dos Parlamentos; y lo que hace con buena cautela el Gobierno es agotár todas las posibilidades de dar juego a las instituciones que componen la legalidad, aunque el viejo Régimen se encuentre en estado ruinoso. El Gobierno acaba de abrir con ese proyecto de ley un período constituyente, para dejar en las manos del pueblo español, y en el próximo año, el proceso constituyente, la nueva situación. ¿Y qué hay en estos instantes de fuerzas política s en el ruedo para saber por dónde van a ir las cosas? . Lo que se ha venido llamando Oposición y,que no debe ser otra cosa que oposición al franquisnio, asustó con eficaces actividades hacia la unidad, a todas esas fuerzas que vienen del viejo Régimen y que aparecían desflecadas, con la fabulosa desorientación Arias. Esto ha conducido a la creación de la Pentalianza (Fraga, Esteruelas López Rodó, Silva y Fernández de la Mora). La Platajunta y Coordinación, por otro lado, tenían aires deliberadores, de vencedores en aquella vieja contienda civil en la que resultaron vencidos; y una puesta en la superficie de cuestiones como las de las nacionalidades que provocan siempre reacciones en todas las capas que podríamos llamar del patriotismo clásico.
Estas dos Pes (Pentalianza y Platajunta) se componen de personalidades variadas, antagónicas y distantes. Los socialismo no se atreverán nunca a excluir a los comIunistas, porque son de la misma familia, y, sin embargo, se mueren de ganas por decirle al presidente Suárez que desean incorporarse a la nueva situación como cualquier socialismo europeo. Los socialistas son los académicos del marxismo, y los comunistas son los idealistas, los activistas, los obedientes, los arriesgados, los implacables, los manufacturados. En la otra banda, resulta alucinante el mosaico de sus personalidades. Se recelan y hasta se detestan en su intimidad y en su conciencia, y en la mochila de cada uno hay una legítima ambición presidencial. Solamente el miedo a perder el tren, o el pánico a la Oposición les une. En esa congregación hay tres personalidades muy fuertes y dos clérigos florentinos. La Pentalianza rentabilizará el pánico producido por la afloración impetuosa y locuaz de la Oposición. Si la confrontación electoral próxima fuera ésta, podríamos asistir a un triunfo de la Pentalianza, parecido a aquel triunfo de las derechas de 1933. Lo complicado sería cuarenta y ocho horas después, cuando esos cinco personajes intentaran distribuirse la victoria.
En la Oposición ocurre un hecho peculiar. Tenían que mostrar en primer plano aquello que se tiene que hacer en la vida del país y en todas sus áreas, políticas, culturales, sociales y económicas. Pero componen únicamente un cuadro de divergencias respecto a la manera de derribar, y no a la forma de construir. Es difícil saber una identificación programática de la Oposición, entre tanta pedantería terminológica como instancias unitarias, plataformas, convergencias, etc.
Y después, flotando en el universo, aparecen otros personajes y grupos no encuadrables en estas dos grandes magnitudes o macropartidos, como son los liberalés o los socialdemócratas, o los democristianos sui generis, y tantas cosas más. Se ve ahora mismo sin sitio a personajes de buena cabeza, como Areilza, Fernández Ordóñez, Cabanillas, Garrigues, Camuñas, gentes que ocuparon funciones en el viejo Régimen, y que después fueron su contestación. La gran incógnita, tras este intranquilizador cuadro, es el Poder; es el presidente Suárez, y su acompañamiento de tácitos. ¿Dónde está, o dónde quiere estar, esa nómina de políticos que han abierto el período constituyente? No creo que se encuentren a gusto en la Pentalianza. La temen tanto como a la Oposición; o acaso inás. ¿Y por qué? Porque la Pentalianza podría ser su relevo en el 77. El Poder podría apetecer encontrar un centro político. Aquello a lo que aspiraba Fraga y lo ha perdido. ¿Pero cómo, y con quién, se contruye un centro? ¿Con todo lo que está fuera de la Pentalianza y la Platajunta? ¿Todo eso puede zurcirse y ganar las elecciones?
Sinceramente, la Oposición. o una gran parte de la Oposición, debe estar en los Parlamentos
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Las dos "pes" y otras cosas
Viene de lapágina 8próximos y por supuesto, en la legalidad. Lo que no puede es ganar las elecciones. Esto podría parecer una desfachatez, y no es así. Toda la Oposición no es monárquica. Y a la Monarquía hay que, darla tiempo para hacer una situación democrática. Tampoco se puede poner al país en el dilema adjetivo de las formas del Estado; son reliquias del siglo XIX. Finalmente, la Oposición, que ha estado en las catacumbas, tiene que adiestrarse públicamente en la concurrencia; su riesgo es el deslumbramiento de la luz.
No se trata de manufacturar una victoria electoral desde el Poder. Tal como están las cosas, sin embargo, lo deseable es no echar más leña al fuego. La Monarquía debe realizar y culminar el proceso democrático. El Gobierno ha hecho la ruptura, que era la gran demanda de la Oposición. Ahora la Oposición debe embarcarse en este tren -que es el suyo- y no intentar cambiar las agujas. La Política tiene impaciencias, pero la Historia solamente acontecimientos. En nuestro contexto político, en la estructura económica, en la imagen de las Fuerzas Armadas, en la disposición temporalista de la Iglesia y en la evidencia sociológica de nuestro país, los radicalismos para no moverse, o para subvertirlo todo, carecen de clima. La Oposición de moderados y de socialistas deben ser fuerzas de acompañamiento en el proceso democrático, y, en seguida, Oposición en la legalidad. Si luego tienen más razones -y menos conceptos- que ahora, el futuro podría estar a su alcance.
Por supuesto, esta no es una invitación -que sería inútil- para que pacten una situación de minorías con el Poder. Es solamente la presentación de un cuadro razonable. Lo que pueda ocurrir, es harina de otro costal.
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