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Los escándalos financieros favorecen a la izquierda laborista

Juan Cruz

A lo largo de este año, primero fue el «affaire» de la «Lonrho», en el que estuvo implicado un pariente de la reina, Ogilvy, marido de la princesa Alexandra de Kent. En aquella ocasión, una comisión del Departamento de Comercio descubrió que los directivos de esta financiera habían quebrado normas gubernamentales y habían estado propiciando inversiones en Rodesia, país con el cual están próhibidas todas las conexiones desde que Smith declaró unilateralmente la independencia del territorio. En general, la «Lonrho» llegó a representar, en palabras de Edward Heath, ex primer ministro conservador la cara inaceptable del capitalismo.

Ahora se acaba de destapar el «escándalo Slater Walker», que implica a otra financiera, cuyos directivos obtenían préstamos substanciosos, que ellos mismos se otorgaban, y compraban, acciones de la compañía con el mismo dinero que les era confiado.

El descubrimiento de-estas actividades ha hecho que las acciones de la compañía bajen a niveles ridículos.

El escándalo ha tenido ramificaciones internacionales.

El Gobierno de Singapur ha pedido la extradición de Slater, el fundador de la financiera, que tenía subsidiarios en aquel país y había seguido allí actividades tan ilegales como las que ahora se han puesto de manifiesto en Gran Bretaña.

No es el último

Estos dos últimos casos que han sacudido a la «City» obligaron al Gobierno a iniciar una investigación sistemática en los asuntos financieros que están en manos privadas. De la investigación, cuya puesta en marcha podría ser anunciada por el propio primer ministro, Callaghan, dentro de unos días, podría surgir la existencia de otros casos que minen considerablemente el prestigio de una de las instituciones más preciadas de Gran Bretaña.

El anuncio de Callaghan tendría como marco la conferencia general del Partido Laborista, que se hará a principios de la próxima semana, en Blackpool.

Callaghan está siendo presionado por la izquierda del laborismo para que preste su acuerdo a un programa de nacionalizaciones bancarias elaborado por el comité más poderoso del partido, el de política interior, que preside el ministro Tony Benn, del Departamento de Energía. La situación moralmente depreciada de la «City» propicia la intervención del Gobierno y acaso convenza a Callaghan de la necesidad de un control estatal efectivo sobre lo que se hace con el dinero de los británicos.

Para Benn, que fue contendiente de Callaghan en las últimas elecciones para el liderazgo del partido, una acción de ese tipo abriría el camino para que el laborismo recuperara su memoria.

Según el ministro de Energía, el Partido Laborista podría ahora volver a sus convicciones socialistas. Benn se ha manifestado en este sentido en una conferencia que ha pronunciado en la universidad de Bradford, ante un congreso de eurocomunistas, trotskistas y social demócratas. Para él, todavía no ha llegado el momento adecuado para que los laboristas inicien un diálogo con los comunistas europeos, pero aprobaría esos contactos cuando la ocasión sea propicia. De lo que ha dicho Benn se ha podido deducir que el diálogo con el euro comunismo, que ya efectúan otros socialistas europeos, podría desarrollarse cuando se supere lo que -é describió como «la amnesia laborista».

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