La misoginia de la Iglesia
Me «sorprende» que a su colaboradora, Trinidad Simó, le haya «sorprendido» la misoginia de la Iglesia. A mí me asombró -y definitivamente, creo- a partir de los diez o doce años, cuando preguntaba, a las monjas del colegio de Valladolid en donde me eduqué, porqué los curas dicen misa y las monjas no? (Y muchos más porqués en esa línea ... )Luwego me «desapunté» de la Iglesia. El quehacer de las mujeres creyentes ha consistido siempre en lavar y planchar los manteles de los altares, o tareas semejantes y siempre me pareció insultante. Como mujer me he sentido insultada por la Iglesia y sus titulares en numerosas ocasiones. ¿Por qué nunca han condenado la guerra, no sólo en abstracto, sino en los numerosos casos concretos? Las guerras -portadoras directas de la muerte -a personas constituidas por entero y no a fetos en diversos estadios de evolución-, han sido en numerosas ocasiones tituladas «cruzadas» por un sector oficial de la Iglesia. Y en el reciente caso de la contaminación de Seveso, ésta ha reservado sus condenas no a los promotores de la muerte -empresarios envenenadores de una población inocente, que, en mi opinión deberían ser excomulgados por la Iglesia si es que quiere ser consecuente consigo misma-, sino a las pobres mujeres que pretenden abortar. Digo «pretenden» porque si bien en esta ocasión las autoridades italianas han concedido graciosamente la permisibilidad del aborto, en las demás ocasiones dichas autoridades condenan el aborto al amparo del magisterio de la Iglesia.
Considero -y de aquí mi larga carta- que la misoginia de la Iglesia es evidente. Pero creo que-no merece la pena detenerse demasiado en ello. Basta con «desapuntarse» o esperar. Ya cambiará. La Iglesia, como toda la sociedad machista occidental, en su evolucion histórica, se verá obligada a ceder parcelas a la mujer, cuando no las quieran los hombres.
Y ahora me sorprendo más de la misoginia de los grupos políticos de la izquierda española. Y ante la que emana -sin apenas ser conscientes de ella, o asumiéndola como una de sus contradiccioneslos hombres de la «progresía» española. Es digno de meditación y planteamiento serio este problema -actitud más dolorosa por imprevisible- que habría que enfocar con el siguiente slogan: «El machismo equivale a fascismo». En numerosas ocasiones, sin embargo, los partidos políticos de izquierda relegan las reivindicaciones feministas como desviaciones secundarias del objetivo principal de la lucha.
Ante esto me parece oportuno sugerir la necesidad de elaborar una especie de plataforma de convergencia feminista, con el fin de superar la dispersión de los grupos feministas actuales para exponer con mayor eficacia la triple discriminación de la mujer española actual como ciudadana, como trabajadora y como hembra. El problema, feminista no es únicamente de mujeres burguesas, y, sobre. sus posibles raíces, he de recordar dos cosas. La una, expresada por Manolo Gutiérrez en reciente entrevista en EL PAIS, refiriéndose a Strindberg: «Creo que él ha intuido la lucha que hay entre los sexos, entre el marido y la mujer, y que esta lucha es tan potente y tan real como la lucha de clases, como la lucha entre el amo y el esclavo. »
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