Las maoistas
Mao Tse-tung muere cuando es ya la estatua de sí mismo,- un mito amarillo con el que no pudo ni la palabra feroz y entusiasta de Pablo Neruda. Pero las maoístas madrileñas de los primeros años sesenta eran como cristianas de las catacumbas o vírgenes echadas a los leones del Congreso. (Aunque vírgenes me parece que dejaron de serlo en seguida.)No hablo del maoísmo de verdad, claro, como forma de estar en el mundo, como revolución exportada -aunque tan, difícilmente exportable-, sino del maoísmo folklórico y snob, que no era malo en sí, puesto que iba haciendo brecha, pero que, a veces, quedaba pintoresco.
-¿Y ligaban bien aquellas maoístas? -me pregunta el quiosquero, que tiene una idea mitológica de mi pasado erótico.
-Hombre, pues había de todo.
Una maoísta catalana me dijo una vez, no hace tanto:
-De Cataluña tenemos que hacer algo como la China de Mao.
A mí me parece que el maoísmo es una solución genial a los problemas chinos y asiáticos en general. Pero difícilmente exportable, como digo más arriba. Creo que de Cataluña lo que hay que hacer no es una minichina, sino una Cataluña real, libre y posible.
-Si les dejan, claro.
-Usted lo ha-dicho.
La jerezana Carmen Ynfante, hermana del famoso Jesús Ynfante, implacable revelador de los secretos del Opus y otros secretos, leía siempre a Ho Chi-minh en los cafés de Madrid. Yo creo que era una maoísta lírica, más que nada. De las que trato ahora es de las maoístas prácticas y místicas. Las mejores sabían de qué iba. Otras no eran más que el cuerpo de baile.
-¿Y tenían buen cuerpo?
El quiosquero está con el celo, como los controladores de Iberia. Chumy Chúmez me lo dijo una vez:
-Conozco una maoista que, mientras se desnuda, te pregunta cómo va lo de Portugal..
Pero él se casó con una china. Yo tengo un profundo respeto por la maoista de verdad y por todo el que es algo de verdad. Pero luego está el esnobismo metamorfoseante del que leía a Mao en los años sesenta a Spinola en los setenta, y hoy lee Camino por si acaso.
Lo malo fue cuando El Corte Inglés lanzó la moda Mao. Me parece que fue El Corte Inglés. La inmensa China cabe en una boutique planta caballeros. Hoy, las revoluciones tienen que pasar por los grandes almacenes.
-¿Y cómo distinguir a una maoista de la que no lo es?
-Muy fácil. Por el uniforme. La que se pone la guerrera no suele ser maoista. La maoista de verdad a lo mejor va con una rebequita.
Para los ligones de derechas de primeros sesenta, las maoístas (mejor pseudomaoístas) fueron la primera oportunidad de realizarnos, la más alta ocasión que viera nuestra sexualidad reprimida. María Cuadra, que no tiene nada que ver con esto que digo, me contaba una vez:
-Me han echado de la televisión taoísta, dicen.
Era una calumnia, pero la habían echado. Cuando vino a Madrid el secretario de la Unión de Escritores Soviéticos, que además era sinólogo, le pregunté por la poesía de Mao.
-Es un buen poeta tradicional cedió.
Mi amiga la maoísta salió indignada «Es un cerdo estalinista», decía. Y la perdí por indecisión. No por indecisión erótica, sino por indecisión politica. Como me pasa siempre.
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