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Entrevista:

El Ejército no intervendrá

Un año y treinta y nueve días de exilio lleva el capitán Domínguez. José Ignacio Domínguez, como sus nueve compañeros, oficiales del Ejército, fue inculpado por pertenecer a la Unión Militar Democrática (UMD). Pero el 29 de agosto de 1975, cuando fueron a detenerlo, se encontraba de vacaciones. Desde entonces no volvió a España. El señor Domínguez tiene prevista para hoy su llegada a Madrid.Capitán de Aviación, piloto de reactores, con destino en el 91 grupo de Fuerzas Aéreas, con base en Getafe, José Ignacio Domínguez, treinta y un años, ha conversado con nosotros en la capital francesa. «Tengo muchas ganas de dar un abrazo a mis padres, a mi familia, a mis amigos y al comandante Otero, como a todos mis compañeros detenidos, que creo me esperan.»

Antes de contar brevemente la historia de su exilio a EL PAIS, el capitán Domínguez se imaginó ya en Madrid y recordó a los suyos. Estamos en el estudio, minúsculo de un amigo, que lo cobijó siempre que fue necesario. «Yo estaría ahora en Madrid, libre, como mis compañeros -empezó el capitán Domínguez- Pero dio la casualidad que, cuando fueron a detenerme, acababa de salir de vacaciones». En efecto, su historia de exiliado empezó el 27 de julio del año pasado, cuando enfiló la carretera, desde Madrid, camino de Turquía. Dos días después, el 29, al amanecer, se presentaron en su casa para detenerlo, por ser miembro de la UMD.-¿Qué le enseñó el exilio?

-Fue muy interesante, personal y políticamente. Ahora veo con más realismo la situación española y las posibilidades de democracia. He tenido la posibilidad de vivir experiencias políticas que no olvidaré y que me servirán para el futuro. Mis contactos con personalidades políticas, militares y de otros sectores, en toda Europa, han sido muy provechosos para mí.

-Su estancia en Portugal, ¿qué le enseñó?

-La enseñanza primera y capital, para mí, fue la siguiente: los militares no deben ser protagonistas de la vida política en países como los que integran Europa Occidental. Yo estaba con Meto Antunes el día del golpe del 25 de noviembre, conocí a otros muchos dirigentes militares y pude observar cómo, hombres honradísimos, hicieron el juego de los extremismos que, en un país ya democrático, como Francia por ejemplo, pueden ser hasta útiles, pero no en un país en el que la democracia se está gestando.

-Después de un año largo de exilio y de contacto con hombres y mujeres, españoles, que llevan 10, 20, 30, 40 años fuera de su tierra, ¿qué piensa usted sobre este particular?

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-Mi exilio ha sido corto y, aunque desagradable, positivo. Pero es una auténtica tragedia: al conocer a estos hombres, que por pensar de manera no oficial tuvieron que abandonar su hogar y su pueblo, he comprendido hasta qué punto merecen el mismo respeto, si no más, que todos los españoles. Y, piensen lo que piensen, el desprecio para estos hombres constituye una falta imperdonable. En España cabemos todos.

-¿Cuál debe ser, a su juicio, la misión del Ejército en un país democrático?

-Su primera misión, es la defensa nacional. Y, después, la defensa de la voluntad del pueblo, expresada a través de una constitución auténticamente democrática. En este sentido, una de las impresiones que no olvidaré nunca de mi exilio es la que me han producido todas las personalidades militares europeas que he conocido; es decir, su manera de ver, de enjuiciar, de analizar, su mentalidad democrática en suma.

-¿Qué va a hacer ahora en España?

-Quiero volver al Ejército, pero no puedo reintegrarme. Entre tanto, trabajaré en Iberia, en donde ya estoy admitido, si me da el permiso necesario el Ministerio del Aire. También voy a escribir un libro, cuyo título será Un año de exilio.

-¿Cuál será el porvenir de la UMD?

-Desaparecerá el día que España sea una democracia verdadera.

-Una última pregunta; ¿por qué no regresó antes?

-No vine porque tenía compromisos profesionales ineludibles.

Y el capitán Domínguez, de repente, tras pronunciar estas últimas palabras, reaccionó, levantándose: «Bueno, venga, voy a hacer las maletas».

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