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Reportaje:Visita a unas fuerzas armadas democráticas / 1

La Bundeswehr, sometida por entero al Parlamento

Las perspectivas de democratización de la vida española nos invitan a echar una mirada a las instituciones de países que tienen ya una respetable, historia democrática. Una de ésas instituciones tiene que ser por necesidad la de las Fuerzas Armadas, tan frecuentemente ligadas a las desventuras de la democracia en determinados países. Uno de esos países es la República Federal de Alemania, que ha resuelto el problema de la función de sus FFAA en la sociedad liberal y democrática, de un modo en muchos, aspectos ejemplar, y en todo caso sui generis. He tenido oportunidad de estudiar de cerca la interrelación FFAA-sociedad en Alemania. Esto es lo que he visto y entendido.El objeto de estudio es un ejército formidable, más en razón de su capacidad de fuego y organización, que por el número de hombres (495.000, de los que sólo 227.000 son reclutas). Se trata de una vastísima maquinaria técnica, semejante a un complejo industrial, donde las virtudes tradicionales de disciplina y sentido del deber parecen darse razonablemente. Las encuestas de opinión no revelan importantes diferencias o desconfianzas entre Fuerzas Armadas y sociedad; tampoco las Fuerzas Armadas se consideran alienadas de la sociedad. La idea dominante es la de que el soldado, sea recluta o profesional, es «un ciudadano de uniforme».

Sin embargo, esta compleja organización no se reviste de ninguno de los atributos de prestigio y poder que hicieron del oficial alemán anterior a la I GM «el primer servidor del Estado»; mucho menos del aura mítica con que el III Reich rodeó el uniforme, para someter las conciencias a la tiranía. Han desaparecido todos los vestigios de un privilegio, de una prerrogativa que no esté al alcance de los ciudadanos: ni fuero militar, ni jurisdicciones, especiales, ni consejos de guerra para nadie; ni siquiera se reconoce la autoridad disciplinaria, sin su sometimiento a la justicia ordinaria de jueces civiles.

El caudal de experiencias que los alemanes han vivido en su historia gracias a, o por culpa de, sus oficiales y generales, y sus ejércitos profesionales, ha impactado profundamente la formación de la moderna Bundeswehr. La República de Weimar, a juicio de los autores del ejército moderno, cometió el error de sustraer la Reichswehr al control del Parlamento; el jefe natural de aquélla era el presidente de la República, y ya es sabido cómo éste, Hindenburg, abrió paso a la dictadura nazi, y dejó inerme al ejército ante el Partido; el Partido, desde 1937, cuando creó la Werhmacht y estableció el servicio militar obligatorio, corrompió al ejército con la promesa del aumento de su potencia y la conquista de Europa.

La derrota dejó al soldado en el grado más bajo del prestigio social. Sólo el Estado liberal y democrático formado por la ley Fundamental de 1949, que ya sufría la presión intensa de la amenaza soviética, podía restaurar la imagen del soldado. Esto fue hecho, naturalmente, de acuerdo con el sistema constitucional, esencialmente parlamentario. La Bundeswehr está sometida al Parlamento. Su jefe supremo es un diputado elegido por el pueblo: el ministro de Defensa, y no el presidente de la República porque no es elegido por sufragio universal. Sólo en caso de defensa el canciller de la República se convierte en jefe de las FFAA. De este modo, éstas son un instrumento más del ejecutivo, y por tanto están sometidas a la inspección del Parlamento, quedando sus miembros, como cualquier otro funcionario, sujetos a la jurisdicción ordinaria.

Estas condiciones políticas quedan expresadas en una serie de principios, que son base de la formación del oficial y del soldado, tal como las formulan los anuales «libros blancos» de la defensa. He aquí una pequeña selección, extraída del libro blanco 1975-76: «El soldado está obligado a defender el orden básico liberal democrático»; este orden suscita en el ciudadano la voluntad de defensa; ésta «nace de la firme convicción de que vale la pena proteger y apoyar tal orden de valores»; el instrumento para esa defensa es la Bundeswehr, que «se considera como un nuevo tipo de fuerza militar, fuerza en una democracia, una parte permanente de nuestro Estado democrático y su sociedad liberal». La Bundeswehr no está formada por hombres que al ser soldados dejan de ser civiles: «El status de ciudadano continúa cuando un hombre asume el status de soldado, marino o aviador»; el miembro de la Bundeswehr «tiene esencialmente los mismos derechos cívicos que cualquier otro ciudadano».

Estos principios afectan radicalmente la noción dejerarquía. Esta desaparece, y queda resuelta en un sistema de reglas e instancias para la relación de los jefes y subordinados, con referencia a una autoridad superior a ambos, que es el Parlamento. El Parlamento regula las relaciones de mando mediante los principios del innere führung, que aproximadamente se puede traducir por «liderazgo y educación cívica», que obliga tanto a oficiales como a soldados. «El liderazgo en las Fuerzas Armadas es menos dominio y más información, coordinación y motivación», dice el libro blanco y dice el ministro de Defensa, George Leber: «Lo que necesitamos en la Bundeswehr es el ciudadano cooperativo, responsable y motivado, no el hombre sometido hasta el punto de una respuesta meramente automática».

La rotundidad de estos principios se ejemplifica del modo más explícito diciendo que el ministro de Defensa, jefe constitucional de la Bundeswehr, es un parlamentario hecho a sus responsabilidades políticas en la actividad del Partido Socialdemócrata, y con un prestigio personal bien fundamentado en su historial de líder sindical.

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