_
_
_
_
Reportaje:

Con los refugiados saharauis: un viaje hacia el pasado

Los americanos están hoy en Marte. Unos meses atrás los soviéticos llegaban a la Luna. Los dos Estados han añadido nuevos espacios para la imaginación del hombre y, por el momento, para sus previsiones militares futuras. Es muy probable sin embargo que mientras pueblos enteros perezcan por inanición o guerras de exterminio, la transformación tecnológica que estamos alcanzando, no sirva demasiado a la causa de la libertad universal y al mejoramiento de las condiciones de vida humana.

Dentro de Estados que se pretenden socialistas o capitalistas, desarrollados o subdesarrollados, existen pueblos enteros a los cuales no se les reconocen sus particularidades históricas, culturales, lingüísticas y nacionales. En los casos en que estos particularismos inciden además sobre importantes intereses económicos o políticos, se les persigue e incluso se les extermina. El ejemplo más reciente es el del pueblo palestino golpeado y diezmado en el pasado reciente por los Gobiernos árabes conservadores, y en el presente por el sirio que en su constitución se propone construir en Siria una sociedad socialista.

La matanza de palestinos en Tal Al Zaatar, al igual que la de My Lai en Vietnam, o la de los negros en Soweto, forma parte de esa moderna cultura de la violencia que nos acompaña y que por repetida tiende a insensibilizar. El caso del pueblo saharaui, expulsado de su tierra y obligado a vivir en miserables campamentos de refugiados en Argelia, en las zonas más áridas del inmenso desierto del Sahara, es tal vez uno de los menos publicitado, pero más patéticos.

Cien mil personas, el 70 por 100 o más de la población saharaui, viven —si se le puede llamar así— en 25 campamentos de refugiados que motean con sus jaimas (tiendas de campaña) el desierto argelino. Esta es la gran tragedia, lo verdaderamente conmovedor de ese pueblo: niños que mueren —20 de cada 100 recién nacidos, y 25 de cada 100 entre los quince días y los cinco años—, hombres y mujeres desnutridos, víctimas de epidemias, enfermedades contagiosas, carentes de cuidados médicos cualitativamente significativos, sin medicinas ni alimentos.

Los campamentos que hemos visitado durante varios días están situados en la periferia de la ciudad argelina de Tinduf, en un radio de 20 a 30 kilómetros. Entre Tinduf y ellos existe sin embargo un espacio de por lo menos quinientos años de civilización. Basta subir en el Land-Rover de los polisarios para pasar en menos de una hora, a otra época más remota: del agua potable, la luz eléctrica y las casas de mampostería, a la arena pura y simple, los pozos artesianos cavados en medio del desierto, y al sol de 50 grados.

Los rebaños de cabras, la mayor riqueza del nómada saharaui, su único sustento, quedaron atrás en la huida. Ahora, 100.000 personas viven esperanzados en la solidaridad internacional y mientras esta se materializa, mueren.

Conocer lo que pasa fuera, es entender lo que pasará dentro, no te pierdas nada.
SIGUE LEYENDO

Para dar de comer al centenar de delegados extranjeros que asistimos al II Congreso, los polisarios mataron un camello, la comida de todo un campamento de 5.000 saharauis durante una semana, probablemente.

En el desierto argelino no hay vida, ni árboles, ni vegetación. Sólo arena que desplaza de un lado para otro el siroco. En los días que vivimos en el Sahara los extranjeros nos hemos preguntado todas las mañanas: ¿Resistiré hoy? Los sasharauis viven así desde hace meses y ya se han familiarizado con la muerte.

Los refugiados necesitan de todo. Los alimentos que la aridez del desierto es incapaz de dar, las medicinas más elementales, y hasta la leña, imprescindible para hacer fuego y preparar el té o la sémola, base de la alimentación, hay que traerlos desde Tinduf donde por determinados mecanismos comerciales, lo que los polisarios adquieren les cuesta el doble de lo que esos mismos productos costarían en Europa.

En los días pasados con los polisarios nos hemos preguntado muchas veces por qué esos campamentos de refugiados están situados en pleno desierto, lejos de Tinduf y no en las afueras de la ciudad argelina, junto a la leña, el agua potable y la electricidad. Las razones políticas son obvias: el saharaui tiene que volver a su Sahara y los dirigentes políticos no quieren aceptar que el exilio puede ser prolongado.

Los polisarios llevan a cabo grandes esfuerzos por aliviar dentro de los campos, en lo posible, las penosas condiciones de vida. Ninguna razón política, de todas maneras, debería justificar el mantener a un pueblo entero en condiciones tan próximas a la muerte. Luchar por lograr el derecho a la autodeterminación es fundamental y esa lucha del Polisario es, al margen de las resoluciones de la ONU, de la OUA y las transacciones internacionales, lo determinante para el futuro del pueblo saharaui. Sin embargo, mientras se triunfa, sería bueno que los héroes permitan que el hombre vulgar y corriente, no muera.

Si en la inclemencia del desierto, en los campamentos de refugiados, todo conmueve, si el combate armado del Polisario por su tierra no se presta a ambigüedades, la batalla política está llena de controversias por los intereses que inciden sobre ella. Es la batalla de Estados o partidos que acumulan tragedias de pueblos para una conferencia internacional o para un comunicado partidario. Tampoco convencen quienes por su origen tienen la obligación de estar disponibles veinticuatro horas sobre veinticuatro para dar a conocer la situación de sus pueblos, y no logran renunciar a la siesta cotidiana.

En este sentido, son la «Asociación de Amigos del Sahara» y la de «Amistad y Solidaridad con el Pueblo Saharaui», las que anteponiendo el pragmatismo a la política, han realizado y realizan diariamente una importante contribución material. El último envío de la primera fue un policlínico completo en pequeña escala que ya ha sido montado y ahora necesita personal para hacerlo funcionar. El último envío de la segunda se elevó a ocho millones de pesetas en medicinas y alimentos.

Los polisarios, como otros movimientos de nuestras ex colonias, pusieron una gran esperanza en el apoyo y solidaridad de nuestros partidos de izquierda y les molesta la tardía comprensión de estos. La oposición española puede ejercer presiones sobre el Gobierno para que se reparen decisiones tomadas en una descolonización apresurada que ha perjudicado no sólo a esos pueblos, sino a un gran número de trabajadores españoles.

La delegación de Coordinación Democrática que asistió al III Congreso del F. Polisario, elaboró por diferencias de criterios, una media docena de comunicados a leer en el congreso, antes de encontrar la redacción definitiva aceptable para todos. El compromiso contraído por los partidos españoles que estuvieron representados en ese congreso, de hacer conciencia dentro de Coordinación y la izquierda en general, sobre el tema del Sahara, y presionar a! Gobierno para la revocación del Acuerdo Tripartito de Madrid de 1975, es el resultado más positivo entre ellos de este viaje, y tal vez el comienzo de la reparación de una situación.

Bien es verdad que también los representantes en España de los grupos políticos de nuestras ex colonias se han mostrado poco activos de cara a la oposición, y son más de dos los partidos de Coordinación que nunca han sido visitados seriamente por esos representantes. Lo esencial, en cualquier caso, es que los intereses del pueblo saharaui, muy superiores a todas las otras pequeñeces, no sufran a causa de ellas.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_