Hacia una "cumbre" árabe, patrocinada por los conservadores
Entre los jefes de Estado árabes que intentan convocar una conferencia para tratar el tema de la guerra libanesa, al igual que entre los líderes mundiales no alineados reunidos en Colombo, Sri Lanka, las diferencias que separan a moderados de radicales son cada vez más claras y determinantes.
Solamente los países conservadores del Oriente Medio han respondido hasta ahora a la iniciativa kuwaití sobre Líbano. Arabia Saudita, Egipto, Sudán. la Unión de Emiratos Arabes y, Katar abogan por que el problema libanés se discuta en la más alta instancia árabe.Los radicales, Irak, Argelia y Yemen, están aún indecisos. Esta indecisión puede motivarla, en parte, la indefinición sobre el terreno militar. La izquierda libanesa y la resistencia palestina, debido a la importante intervención militar siria, se encuentra de nuevo a la defensiva.
Entre los beligerantes tuvo lugar una nueva polarización de actitudes: el Partido cristiano Falange, del diputado Pierre Gemayel, intenta negociar con la Organización para la Liberación de Palestina (OLP), un alto el fuego duradero que cree el entorno favorable para la gestión de los jefes de Estado árabes.
El Partido Nacional Liberal del ex presidente Camile Chamun, que dispone de unas importantes milicias armadas, y cuenta como aliados a los sectores más extremistas, aboga por la continuación de la lucha hasta la destrucción de la capacidad combativa, tanto de la resistencia palestina, como de la izquierda libanesa.
Una actitud similar, pero en sentido inverso, adoptó el líder progresista druzo, Kamal Jumblatt, que en las circunstancias presentes piensa que toda negociación sería escamotearle su «revolución limitada» a las fuerzas izquierdistas del Líbano.
A pesar de la evolución desfavorable de la guerra para la izquierda, su posición en Damasco, que sigue siendo determinante, se ha visto reforzada. La comunidad druza de Siria, cuyo apoyo moral había sido solicitado discretamente por el presidente Assad para lanzar una ofensiva a fondo contra Kamal Jumblatt, en Líbano, le negó a aquél el respaldo solicitado. Esta es una actitud que ni siquiera Mafez el Assad, uno de los presidentes más bien instalados en el poder que ha tenido el país, puede ignorar.
Los comunistas sirios se han dividido, sin embargo, en torno a la intervención de su Damasco en la guerra libanesa. El ala ortodoxa del partido que encabeza el «histórico» líder Jaled Bagdache, apoya sin reservas la actitud del Gobierno, en el cual además participa a través del Frente Nacional. El otro partido comunista, escindido con coloración más nacionalista del anterior, se opone claramente y su líder Riad Türk ha criticado al Gobierno por su política «libanesa».
En el contexto de las gestiones de los estados conservadores puede inscribirse la propuesta de solución dada a conocer hace unos días por el presidente Soleimán Frangié, que entre otras cosas pedía que Líbano recurriese «a los países hermanos» para las cuestiones de seguridad, economía y reconstrucción, después de que el nuevo presidente, Elias Sarkis, haya podido asumir sus funciones, y los palestinos «acepten observar los acuerdos que regulan su permanencia en el Líbano», acuerdos que los moderados siempre interpretaron en un sentido restrictivo.
La convocatoria de la cumbre árabe será probablemente una de las cuestiones que tratará el rey Jaled de Arabia Saudita con el jefe del Estado sirio, Assad, cuando éste pase hoy por Ryad a su regreso de Colombo. Su participación en ella es importante, va que son sus tropas las que ocupan una parte considerable del Líbano y permitieron debilitar el movimiento izquierdista palestino, un resultado que todos los conservadores aplauden.
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