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Ligera

Constantes vaivenes en la prensa especializada española

Si tratábamos en la pasada semana la pequeña historia y el desenvolvimiento de las revistas especializadas en el ámbito internacional, narrando sus vaivenes, al echar la mirada en el mismo tipo de publicaciones pero en el panorama nacional, no hay que hablar de vaivenes, sino de constante terremoto, porque su vida ha transcurrido muchísimo más agitadamente y en bastante menos tiempo.Es en los años cincuenta cuando las publicaciones Guitarra y Correo de la Radio van concediendo un lugar a la nueva música joven del mundo, aunque la mayor parte de su espacio la dediquen a otro tipo de actividades. La conexión de prensa especializada con radio, aunque sea en forma de pequeños boletines, va a tener ya una cierta continuidad, lo mismo en difusión nacional como en la provincial, puesto que a este segundo nivel son muchísimos los programas radiofónicos que en las capitales españolas lanzan sus boletines informativos relacionados casi exclusivamente con la música ligera. De todos ellos, los que alcanzan una mayor difusión son los que preparan y realizan Angel Alvarez y Raúl Matas. El primero, con un público más elitista y minoritario, a través de los programas Caravana y Vuelo 601, y el segundo, ocupándose más claramente del mercado hispanoamericano y la música pop en su ya legendario Discomanía.

El primer intento con un aspecto empresarial periodístico y con unas claras posibilidades de penetrar en el mercado juvenil con las características propias de una revista es el que lleva a cabo la editora de Eugenio Suárez, lanzando Discóbolo. A pesar de que tampoco consiguió una continuidad suficiente y murió por consunción tras una época como Nuevo Discóbolo, dirigida por Antonio D. Olano, esta publicación ha sido portavoz de toda una serie de críticos y periodistas que han continuado su labor en este terreno o en otros paralelos, sirviendo como centro de aglutinación.

Desde el comienzo fue Federico Halpern el padre de la criatura, ayudado por Fernando Salaverri, que pasó luego a ejecutivo del mundo del disco y ahora ha vuelto a tareas periodístico-radiofónicas en la SER.

A finales de 1963 surge una romántica aventura, la de la revista Fonorama, llevada adelante por José Luis Alvarez, que reúne en su torno a destacados rockeros del país. Por cierto, tras años de difícil permanencia, desapareció a finales del 68, pero ahora vuelve a salir, esperamos que con más suerte. Fonorama fue, como decía, un intento romántico, pues el tono de muchos le sus artículos estaba excesivamente dirigido a un público especializado, y la economía de la revista no podía sobrevivir con las minorías rockeras. Una curiosa característica fue la creación de clubs, insignias, festivales y toda una serie le actividades que constituían una especie de liturgia muy propia del rock, que cedía terreno y daba paso el proceso industrializador de lo pop.

Alta Fidelidad, con Mariano Méndez Vigo al timón, fue una de as que tuvieron una vida más corta. En este caso fue el otro extremo: el de «revista cara», el que dio al traste con la revista. Fuera de Madrid había que citar a la catalana Ritmo y Melodía, muy en la primera época de entre las que hemos comentado.

Hasta pasada la mitad de los años 60 no surgieron las más potentes y las que conservaron una continuidad más de acuerdo con sus características de publicaciones periódicas. De entre las muchas actividades de Movierecord, aparece dirigida en principio a un público amplio, Teleguía, que posteriormente se transformaría en Mundo Joven. Aquí ya el equipo base que hace la revista es un equipo periodístico, más que de aficionados a la música.

Frente a Mundo Joven, la cadena radiofónica SER empezó a editar El Musical como una prolongación y su más conocido programa pop, El gran musical, presentado en ocasiones por el propio Iñigo, que acumulaba así dos tareas aparentemente competitivas. La desaparición de Mundo Joven abrió camino para algunas nuevas publicaciones. La verdad es que ya se comenzaba a notar un nuevo cambio en el mundo de la música, y por tanto en el de la prensa relacionada con ella. La última romántica aventura de esos tiempos fue la de la revista Kissmet, con José Asensi a la cabeza. Ya la industria discográfica comenzó a controlar a través de más fuertes aportaciones publicitarias algunas de estas publicaciones y, por tanto, se fue perdiendo por un lado el brío crítico y por el otro se iniciaron las revistas especializadas para el sector industrial. El Nuevo Discóbolo dejó paso a Discoshow, movida por un entusiasta, Rafael A. García Loza, como Rompeolas lo hacía con Actividad Discográfica. Algo sacudida por estos vaivenes, pero bastante sólida en su marcha, desde Navarra, Disco Express ha mantenido una seria línea editorial, aunque nunca ha conseguido un consenso mayoritario lo suficientemente amplio corno para estar en cabeza en el país.

Sonocontrol y Top Magazine suponen un paso más en en terreno de la prensa dirigida a los sectores industriales del disco. La impresión y edición es realmente cuidadosa, pero conceden más importancia a los aspectos comerciales del disco que a los estrictamente musicales.

La línea crítica seguida por Disco Express va a tener su continuación con las nuevas publicaciones que un cambio en la música, los 70, y en la radio, las FM, va a producir. En Madrid, de Apuntes Universitarios, editada por Chaminade, nacerá gran parte del equipo de Ozono, y en Barcelona, el baluarte crítico de Jordi García Soler, Claudi Montañá y Angel Casas se lanza con Vibraciones. Estas últimas publicaciones son las que están más cerca de un público joven más avanzado y que vuelve a enfocar la música ligera como su más auténtico medio de comunicación y como el cauce ideal de expresión de las nuevas generaciones.

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