Dificultades para la repatriación de los trabajadores extranjeros
Durante el boom económico de los años cincuenta y principios de los años sesenta, la cuestión más importante con respecto a los «gastarbeiter», trabajadores invitados era la integración de los extranjeros en la vida y sociedad alemanas. Desde entonces, las cosas han cambiado. La recesión económica y el creciente paro obrero han afectado en primer lugar a los extranjeros. Hasta el extremo de que en la actualidad quedan en Alemania Occidental «sólo» unos 2 millones de trabajadores de otros países, entre ellos unos 120.000 españoles con sus familias. Desde hace tiempo ya, el Gobierno Federal estudia las posibilidades de repatriación de los extranjeros, problema difícil de resolver en la práctica.En primer lugar, porque la minoría italiana, por ejemplo, cifrada en 290.000, más familiares, goza de derechos especiales en virtud de la pertenencia de su patria a la Comunidad Europea. En segundo término, porque muchos de los trabajadores oriundos de otros Estados han adquirido ya, por la duración de su estancia en el país, todos los derechos, o sea, que su «despido» a secas no sería legal. Además se insiste en que la República Federal es un estado de derecho, por lo cual las minorías están amparadas por los principios que inspiran la constitución. Ahora bien, la reestructuración de la economía, especialmente de algunos sectores industriales, obligan a la reconsideración del problema de los trabajadores extranjeros. Uno de los problemas, que el Gobierno Federal ha tenido en cuenta en el análisis de la situación de los «foráneos», es el relacionado con las posibilidades de trabajo en su patria.
Bonn quiere impedir a toda costa que los extranjeros, que a lo largo de muchos años han contribuido con su esfuerzo al auge de la economía alemana, se conviertan en «marginales» en sus países de origen. Para este fin se ha creado una comisión interministerial, compuesta por miembros del Ministerio Federal de Trabajo y del Ministerio de Cooperación Económica. El programa de «repatriación» elaborado por esta comisión prevé inversiones especiales para la creación de nuevos puestos de trabajo en los países de origen de los trabajadores extranjeros, amén de la creación de un «fondo de inversiones». Este fondo se nutriría, en parte, de sumas destinadas hasta ahora a la ayuda alemana al desarrollo. El año pasado, la República Federal destinó 3.000 millones de marcos (casi 60.000 millones de pesetas) en concepto de ayuda en capital. Los ahorros de los «gastarbeiter» también ingresarían en este «fondo de inversiones», que podría complementarse con fondos crediticios concedidos por los países de origen de los extranjeros. Salta a la vista que este programa de «repatriación» ofrece ventajas no sólo a la economía alemana, sino también a la turca, yugoslava, italiana, española, etcétera.
La creación de nuevos puestos de trabajo significa adicionales inversiones de la industria germana en los mencionados países de origen, aparte de ofrecerles una mano de obra excepcionalmente calificada, ya que los «gastarbeiter» seguirían trabajando con la maquinaria a que están habituados. Es decir, se ahorraría el tiempo necesario de readaptación. Claro, que queda una serie de problemas pendientes, cuya solución no incumbe a la República Federal. Los trabajadores extranjeros en Alemania Occidental gozan, a pesar de las discriminaciones, de que tanto se ha escrito, de todos los derechos de que disfrutan también sus compañeros alemanes. Entre estos derechos figuran seguros sociales, caja de pensiones, gratuidad de enseñanza para sus hijos, etcétera. Un conjunto de prestaciones sociales que no todos los países pueden ofrecer. Razón por la cual muchos «extranjeros» seguirán resistiéndose a la repatriación.
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