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Escasos resultados de la última conferencia cumbre

Nunca, desde su fundación en 1963, la Organización de la Unidad Africana (OUA) estuvo más lejos de cumplir sus objetivos iniciales de potenciar la unidad y solidaridad africanas como tras la última cumbre de jefes de Estado clausurada en Isla Mauricio.Paradójicamente, en ningún otro momento de su historia fueron más importantes y numerosos los conflictos que oponen a sus miembros.

La cuestión de Djibouti enfrenta a Somalia y Etiopía; la del Sahara occidental a Marruecos y Mauritania con Argelia; sobre la erradicación del racismo los africanos tienen enfoques diferentes; la guerrilla contra Rodesia se ve favorecida por un entorno más propicio.

Sólo seis de los cuarenta y tres jefes de Estado acudieron a Isla Mauricio. La ausencia de acuerdos importantes evita la necesidad de cuestionar la representatividad de la conferencia.

A los problemas permanentes se unen los incidentales: el secuestro del aerobús francés a Entebbe y la espectacular liberación de los rehenes por un comando israelí hizo que Uganda criticase a Kenya por complicidad con Tel-Aviv; Sudán acusó a Libia por el fallido intento de golpe de estado. Túnez agregó que Khadafi entrena a jóvenes africanos para «enviarlos a sus países a hacer la revolución».

Estas acusaciones recíprocas ponen de manifiesto que la OUA, antes que promover la unidad, debe empezar por evitar la confrontación directa entre sus miembros.

En lo que a Djibouti respecta, la «Cumbre» de Isla Mauricio no logró conciliar la posición de Etiopía, que aspira a una salida al mar estable dada la incertidumbre en Eritrea y de Somalia, que no aceptó firmar el compromiso que proponía Addis Abeba de constituirse ambos en co-garantes de la independencia y fronteras futuras de la actual colonia francesa.

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Aunque por primera vez se condenó sin equívocos al apartheid, en la OUA volvieron a enfrentarse las dos tendencias tradicionales, la del diálogo, iniciada hace más de diez años por Costa de Marfil, y la más expeditiva de lucha armada de los gobiernos radicales.

Marruecos y Mauritania amenazaron con abandonar la propia OUA si la cumbre de jefes de Estado ratificaba el consenso favorable a las tesis argelinas de conferencia multipartita sobre el tema, logrado en la reunión preparatoria de ministros de Asuntos Extranjeros.

Con respecto a la «cuestión rodesiana», la OUA no pudo conciliar las posiciones de los principales líderes negros de Rodesia, en particular la de Josuah Nkomo, que aceptó hace meses participar en un gobierno que por primera vez incluiría a representantes negros, y monseñor Abel Muzorewa, que liderea desde Mozambique una importante guerrilla.

Es sintomático que esta indiferencia de los líderes africanos por su organización ocurra en los momentos más críticos del continente. La independencia de las colonias portuguesas y la aparición de «un cinturón de estados revolucionarios» en pleno centro de Africa, fue considerada como el acontecimiento más importante después de las independencias masivas de 1960.

La falta de interés de los jefes de Estado, la incapacidad de la OUA para obtener consensos mínimos, la bilateralidad o regionalismo creciente en las relaciones entre los gobiernos, demuestran un abandono que pone en peligro la supervivencia misma de la organización panafricana.

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