Informe de la OCDE sobre España
Este fin de semana será dado a la publicidad el Informe sobre la Economía española elaborado, como cada año desde el Plan de Estabilización, por la OCDE. Es bien sabido, como recordaba el profesor Sardá en un bien.conocido trabajo sobre la materia, que la OCDE, ejerce una función asesora para los Gobiernos de los países miembros. y por ello, el Informe se espera, en esta, ocasión, con más interés que en otras, pues todo parece indicar que hay un amplio margen de opiniones contrapuestas entre los gestores de nuestra política económica. La opinión de la OCDE puede dar la razón a unos o a otros y no hace falta cavilar demasiado para percatarse, de lo dispares que son los diagnósticos sobre el momento actual de la economía española, expuestos por el gobernador del Banco de España o por el ministro. de Hacienda« (por sólo citar dos ejemplos).El Informe de 1976, va a ser el primero, del post-franquismo y se espera, además, que consciente de que en España- están cambiando muchas cosas, se hagan menciones a cuestiones que antes eran consideradas casi tabú: el coste de las tensiones sociales, las incertidumbres políticas constitucionales que condicionan la economía y la sociedad española, la lucha de clases yel pacto social y algunas más.
De todas maneras, todo parece indicar que ni la OCDE ni nadie puede dar panaceas a la economía española que la hagan salir de su momento delicado. Al menos a corto término el margen de maniobra de los «policy makers» no es excesivo y la prudente OCDE no podrá, tampoco, dar píldoras mágicas para que la economía española salga del círculo maldito en que parece encontrarse de problemas de balanza de pagos, desempleo y tensiones inflacionistas.
Será, esto sí, de gran interés, ver la apreciación de los expertos del Chateau de la Muette, sobre algunas, de las medidas y orientaciones de la política económica española en el último año: la política restrictiva seguida desde abril de 1975, las implicaciones del déficit presupuestario, las idas y venidas en la orientación de la política monetaria, los factores condicionantes de la atonía de la Bolsa de Valores y de la inversión productiva, la desvalorización de la peseta y las medidas complementarias duramente pasadas por las Cortes, la degradación del empleo, el desequilibrio en la balanza comercial y en la de pagos, la política de endeudamiento exterior seguida, los problemas de la aceleración de la inflación y sus factores condicionantes, las perspectivas de acentuación de las reivindicaciones salariales y las posibilidades de seguir una política de rentas, la reforma fiscal, y algunas más.
No es de esperar, empero, que haya demasiadas estridencias y cabe, si, esperar que la OCDE ilumine un poco más a las autoridades económicas sobre lo que pueden confiar en la evolución de la economía de otros países y el reflejo que ello vaya a poder tener sobre nuestra inflación, nuestras posibilidades de empleo y nuestras opciones de exportación. En este sentido el informe de la OCDE tendrá, como siempre, la virtud de situar a nuestra economía dentro del contexto internacional en que vive.
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