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Tribuna:DIARIO DE UN SNOB
Tribuna
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El bingo

A mí con el juego me pasa como con los toros y con la misa: que voy (cuando voy), más que nada por el ambiente, por el clima, por el alrededor. Luego la liturgia en sí -el juego y los toros también son liturgias- ya me preocupa menos o no me preocupa nada. De modo que en los toros me quedé en Manolete, con la misa me he quedado en el latín (porque también se puede ser ateo en latín) y con el juego me he quedado en el bingo.Así que uno asistía entre indiferente y curioso a la polémica nacional sobre la liberación del juego. Yo les tengo profunda admiración a Tony Leblanc, a Jaime Capmany y a Juan Luis Galiardo, un suponer, que además de grandes profesionales en lo suyo son finos, templados, curtidos y caballeros artistas del juego. Pero el que pongan o no pongan una ruleta en la calle de Alcalá me da más o menos lo mismo -para que se vea que no en todo estoy fanáticamente con la liberación-, pues lo único que me fascina de la ruleta son las señoritas descotadas que antaño decoraban la ruina elegante de los calaveras de entreguerras y los perdis de la España isabelina o isabelona. Pero, ahora, señoritas desceitadas es lo que sobra por todas partes, así que la noticia de que vamos hacia la democracia por el bacarrá, me ha dejado más o menos indiferente, salvo cuando un viejo amigo del Círculo de la Unión Mercantil me ha dicho que vuelve el bingo con todo el poden

El bingo, años ha, había montado su casino modesto de cartones, como un Montecarlo para jugar a las alubias, en la Gran Vía madrileña, en ese sitio que digo, entre Chicote y la Telefónica, los dos templos impuros y sagrados, la pirámide y la catacumba del corazón y de la finanza. Y yo he ido hasta hace no mucho tiempo a esas noches de bingo y besos donde unas señoritas enigmáticas, como empleadas de mercería que se hán encontrado a sí mismas rompiendo con la mercería, repartían la suerte y los cartones entre la clientela de tratantes, industriales, respetuosas retiradas con sonrisa de oro y respetuosas en ejercicio con avidez de plata.

Entre la copa de Magno, el azar y la necesidad del bingo y el aura de clandestinidad que tenía todo en el enorme ámbito del Círculo de la Unión Mercantil entre casino de provincias y ministerio desguazado, perdíamos cuarenta duros al bingo y salíamos de allí solos, fanés y descangallados, con una percha en el escote, bajo la nuez, pero sintiéndonos libres y satánicos en la noche franquista. Ahora, después de medio año de liberación, hemos alcanzado una cosa que ya teníamos con Franco: el bingo.

Y pienso que muchas de las conquistas sociales, políticas, cívicas, de estos largos meses de postfranquismo son, como el bingo, cosas de antes de la muerte de Franco. El Gobierno se está limitando a autorizar por derecho cosas que ya antes existían de hecho. Tantas idas y venidas, tanta Comisión Mixta, tanto Consejo Nacional, tanta navaja cabritera en las Cortes, tanta Nadiuska con todo el organismo fuera, tanta predemocraci a y tanto Pedrosa Latas para, al final, anunciar que va a ser autorizado el bingo.

Ramón Tamames, Marcelino Camacho, el bingo, los glúteos de Nadiuska, la cazadora de Felipe González, el crucifijo de Ruiz-Giménez y el pañuelo baturro de Madariaga son cosas que existían ya de antes, de siempre, que tenían realidad metafísica en las traseras del franquismo y ahora tienen presencia física en la fachada del postfranquismo. Eso es todo. Salir ahora autorizando el bingo como paso decisivo hacia la democracia del ocio y la civilización del voto, es que da como un poco de risa. El bingo y el derecho de reunión son las dos grandes conquistas democráticas del Gobierno en medio año de aceleración histórica, Pero hace mucho que los españoles ejercíamos el derecho de reunión, y no sólo parajugar al bingo.

Al paso que vamos, la próxima conquista democrática del Gobierno puede ser la legalización de la minifalda. Están lanzados.

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