_
_
_
_

Un deseo de Areilza demasiado prematuro

El viaje de Areilza a los Estados Unidos acompañando a los Reyes, la pasada semana, ha sido la ocasión de un repaso en profundidad a los problemas de la seguridad internacional de España, en largos «tête á tête» entre él y el secretario de Estado norteamericano. Sin embargo, los problemas analizados no han salido de la situación en que se hallaban: siguen siendo insolubles.

Sabido es que constituye política declarada del ministro español el ingreso de España en la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN). Esta política, sin embargo, no ha sido todavía abrazada en declaración alguna del Gobierno, ni mucho menos por el presidente del mismo, Arias. Sobre la posible reacción de las fuerzas armadas españolas, que se verían fuertemente sacudidas por su ingreso en la OTAN, en un marco internacional y democrático al que no están acostumbradas, apenas se tienen las más someras impresiones, con una reacción positiva por parte de la Marina, menos entusiasta pero no negativa por parte del Ejército del Aire, y renuente por parte del Ejército de Tierra. Quien visite los despachos de los senadores que han intervenido en el proceso de discusión del tratado hispano-norteamericano, quien hable con funcionarios del Departamento de Estado interesados en el «Spanish desk», quien cambie impresiones con militares norteamericanos y quien haya leído los editoriales de la prensa de Washington y Nueva York durante la visita real, podrá atestiguar que existe preocupación por la reacción de las fuerzas armadas españolas, ante la OTAN y ante un problema directamente relacionado con éste, la instalación en España de una democracia aceptable para el conjunto de países de la OTAN.El señor Kissinger, que dijo en el almuerzo ofrecido al Rey en el Departamento de Estado, que «España debería ser miembro de la OTAN tan pronto como sea posible», debe vencer aún las resistencias expresadas por determinados países fundadores de la OTAN, que tienen un «approach» muy sensitivo ante los problemas políticos de la Alianza. Las palabras de Kissinger parecían indicar que todo dependía ahora de España, para ingresar en la OTAN. Pero dos días después, en Holanda se dejaba entender claro que el problema también dependía de otros: un portavoz del Ministerio de Asuntos Exteriores de La Haya decía que «los Países Bajos se opondrán a cualquier iniciativa en favor del acercamiento de España a la Alianza».

El tratamiento dado en conjunto por Kissinger y Areilza al problema de España y la OTAN se asemeja demasiado al dado, en mayo de 1975, por Kissinger y Cortina, cuando aquél quiso conseguir del Consejo de la Alianza que ésta reconociese la contribución de España a la defensa occidental y a la OTAN.

Por otro lado, las esperanzas expresadas por el señor Areilza, de que España estará pronto en condiciones de solicitar su ingreso en la OTAN, están siguiendo la misma parábola que sus anuncios de pronto ingreso de España en la CEE, cuando en febrero y marzo emprendió sus largas giras a las capitales europeas. Este último resultó ser un intento demasiado prematuro, e insuficientemente respaldado por la realidad.

Aunque la bola negra contra España sólo puede arrojarse si el Gobierno realiza una solicitud de ingreso en la OTAN, prematura e inmadura no cabe duda de que determinados hechos suscitan un clima de «bola negra» generalizada e intangible. No habrá obstáculo serio a la ratificación del tratado hispano-norteamericano, pero en la sesión que se convoque para ello ya sabemos que se formularán protestas políticas, por parte de un grupo, de senadores liberales (que aplaudieron a rabiar al Rey en la sesión conjunta del Congreso, el pasado día 2), por la detención de Rafael Calvo Serer a su vuelta del exilio, pocos días después de que se hubiese reunido con esos mismos senadores, ilustrándolos sobre el alcance político de lo que se iba a votar. Estos hechos son considerados por esos congresistas y muchos otros como incomprensibles. ¿Cómo pueden ser considerados en otros parlamentos y por otros gobiernos de países menos inclinados a dar su apoyo y su simpatía a las proclamadas promesas de reforma, y al Gobierno español?

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_