Charo López,
la de la voz ronca y los ojos absolutamente negros, está en paro artístico. « Nadie me llama», dice, y recuerda con nostalgia los días de plató, los buenos días dormidos, más que perdidos, en su dossier abultado de chica solicitada por los directores de cine y productores de televisión. Charo, con el sex-appeal de una desgana cariñosa y resbalona, aguarda en su alcoba oscurecida, con cualquier viejo guión al alcance de la mano y el despertador alerta, dispuesto a que te giren la manecilla de la aguja pequeña.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.