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Mutismo y generalidades en la delegación española

El grupo de trabajo hispano-comunitario que prepara los elementos técnicos para la negociación de un protocolo adicional al acuerdo España-Mercado Común de 1970, terminó hoy sus trabajos en la sede de la Comisión Europea en Bruselas.La delegación española presentó el lunes ocho cuadros, en los que pretendía demostrar a los comunitarios las incidencias que para el comercio español tendrá la alineación de la tarifa exterior británica, irlandesa y danesa en la comunitaria. Los comunitarios pidieron hoy, explicaciones suplementarias y esperan presentar sus propias cifras para una nueva sesión del grupo de trabajo, a celebrar el próximo, martes, 1 de junio, antes de la sesión plenaria que españoles y comunitarios celebrarán el 2 del mismo mes. Con la presentación de los cuadros, calificados de complejos por los comunitarios, España pretende «hacer una fotografía de la situación», según palabras de un miembro de la delegación de Madrid.Los cuadros han sido elaborados por técnicos de distintos ministerios españoles y, al parecer, dan cifras globales. España quiere demostrar que, para ciertos productos del sector agrícola -que los negociadores se niegan a concretar la alineación tarifaria de Gran Bretaña, Irlanda y Dinamarca, a la tarifa exterior común de la CEE, supondrá pérdidas considerables para la exportación hispana, si no hay una adaptación del acuerdo de 1970, válido sólo para la CEE de los «seis», a la realidad actual del Mercado Común de los «nueve».

Las conversaciones discurren por senderos supertécnicos y cada bando saca las cifras que más le convienen. Después del asalto español -que cifra ahora la incidencia de una realidad con la que la administración española sabía que tendríamos que lidiar, desde el momento en que la CEE se amplió de seis a nueve estados, el 1 de enero de 1973- la comunitaria sacará sus propias conclusiones para demostrar, probablemente, que las lamentaciones españolas por el comercio agrícola hacia Gran Bretaña, son importantes y considerables, pero menos. SI, por el contrario, llegan a la conclusión que las quejas y temores hispanos son reales, los comunitarios -que en materia de negociaciones comerciales con países terceros no tienen nada de generosos- harán presiones a España, vendiendo cada mejora agrícola con contrapartidas industriales que España deberá ceder ante la Comunidad.

La delegación española limita sus explicaciones a la prensa a una serie de generalidades, argumentando que en el momento actual no se puede todavía entrar en detalles para saber, a nivel de productos o sectores, cual será la incidencia real para el exportador español de todo lo que se baraja, con gran discreción, en los subsuelos del edificio Berlyamonide Bruselas, sede de la Comisión Europea. Los cuadros presentados por España, sin ser «secretos», como se nos dice y repite cada vez que insistimos para poder analizarlos y situar la actual fase de contactos, siguen siendo el misterio en el que se demuestran, probablemente, los temores fundados de la Administración española del peligro que pueden correr las ventas agrícolas hispanas a la CEE.

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