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MUSICA

"Mendi-Mendiyan", de José Maríá Usandizaga

Hace tres años la Sociedad Coral de Bilbao repuso Mendi-Mendikan, de Usandizaga. En mis palábras de pre ' sentación al público de la capital vizcaína recordé que desde su estreno, en 19 10, la ópera vasca sobre libro de José Power se hqbía ofrecido varias veces en el País Vasco y en Barcelona, pero, según mis noticias, nunca en Madrid. De manera que vamos a tener ocasión los madrileños de asistir a un estreno de un compositor español famoso con sesenta y seis años de retrasó. ¡No está mal!Para situar a Usandizaga en el cuadro general de la música española sólo cabe un camino: considerarlo inserto, como alta cresta, en el paisaje de la música vascongada. El País Vasco vivió, como el resto de España, una polémica consecuencia de una incertidumbre: la ópera nacional. Expresión cultural necesaria a todo incivimiento nacionalista, España y sus diferentes y caracterizadas comunidades intentaron una ópera propia y lo lograron en contadas ocasiones. Mucho se había debatido la cuestión cuando, casi de im proviso, aparece Mendi-Mendiyan, obra de un joven y seguro talento que pronto se confirmaría en Las Golondrinas y, más tarde, en La Llama, incompleta por la temprana muerte del compositor.

Fué motor del nacimiento de Mendi-Mendiyan la Sociedad Coral Bilbaína cuando en 1909 encargaa tres autores vascos otras tantas piezas de teatro musical: Mirentxu, a Guridi; Lido ta txidor, a Inchausti; la Pastoral lírica que nos ocupa, a Usandizaga. Mucho se ha discutido sobre las cualidades que configuran una ópera para ser reconocida como tal. Me parece seculidario que exista alguna alternancia entre la palabra hablada y la música. Importa, en cambio, un conjunto de valores entre los que destacaríamos: la estructura interna propia del género dramático-musical; la calidad de ¡a invención y la categoría de la realización. Los tres se dan, en alto grado, en el caso de Mendi-Mendiyan, lo mismo que en el de Mirentxu, superiores -sin duda a Lido ta txidor.

«Hay escenas en Mendi-Mendiyan -escribe Zubíalde en la Revista Musical de Bilbao- que están tratadas con una exactitud de entonación y de color sorprendentes». Entonacíón y color tan específicamente nacionalistas que nos ayudan a situar a Usandizaga en su tiempo y en su entorno. Pues, si Mendi-Mendiyan es de un nacionalismo popularista, Las Golondrinas, no obstante tratar un tema na,da local, las interpreto como ópera vasca por su más hondo carácter. No es preciso ser muy zahorí para descubrir en la estructura melódica de muchos fragmentos de Las Golondrinas una procedencia que es explicación: Vasconia y su acervo musical tradicional.

Nacionalismo

El camino para la práctica de tal nacionalismo lo había abierto un compositor y erudito nacido veinte años antes que Usandizaga: Resurrección María de Azkue, autor del Cancionero vasco -todavía la obra más i miportante sobre la materíay, también, de una ópera que puede funcionar para los vascongados un poco como las de Pedrell para catalanes y castellanos: Ortzuric, auténtico drama lírico nacional que, como apun-ta Henri Collet, vino a hundirse a causa de la defectuosa orquestación. `

Como los demás protagonistas de nuestro nacionalismo, Usandizaga hizo el viaje a París, en cuyas aulas de la Schola llamó la atención de D'lndy. Alguna página popularista del músico vasco gustaba tanto a D. Vicente que, a la muerte de Usandizaga, la hizo interpretar en la capital francesa a modo de homenaje. Es el caso de Yxtala.

Estas ideas, que podrían completarse con otras muy anteriores de Collet: «Esa fiebre que consume al compositor da a sus obras un no sé qué de presentimiento, una nostalgia de feliz existencia que será imposible». Puede ser literatura, pero si pensamos, sobre todo, en Las Golondrinas, esa frase se superpone con exactitud a los pentagramas.

Elemento ideológico en la estética operística de Usandizaga es una suerte de verismo que tenía mucho que ver con Puccini, si, pero que se «desparramaba» hacia otros ámbitós: el francés, vivido con intesidad, y la ejemplaridad del wagnerismo. He aquí, entonces, la dualidad conceptual dominante en Mendi-Mend¡yan: lirismo, evocación, nostalgia como sentimientos personales y, a la vez, vivificadores de buena parte de la música tradicional vasca, de una parte.

Para el libro de Arozamena sobre Usandizaga, Pablo Sorozábal, corista en la Sociedad por las fechas del estreno de Mendi-Mendiyan; escribió algunos recuerdos. He aquí el más importante: «Puedo decir que soy músico gracias a Usandizaga y Mendi-Mendiyan. La impresión que me causó todo aquello fué una siembra que me quedó para siempre. Oír la orquesta me produjo una sensación inolvidable. 0 aquel efecto del dúo del segundo acto, cuando se hace el anochecer y había luces azules y rojas... La música y el ambiente influyeron en mí como una llamada para el futuro. »

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