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El escándalo añade dramatismo a la decadencia del Partido Liberal británico

Juan Cruz

El diputado Jo Grimond fue designado ayer para suceder al dimitido, Jeremy Thorpe al frente del Partido Liberal británico. Grimond, que ocupó el cargo inmediatamente antes que Thorpe, del 1955 a 1967, decidirá hoy si acepta o no.Jo Grimond es considerado como un típico hombre de Estado que goza de una gran reputación entre los parlamentarios de todos los partidos.

De todas formas, la sucesión de Jeremy Thorpe, acusado insistentemente de actividades homosexuales, no está resuelta todavía. Posiblemente en otoño habrá elecciones definitivas para cubrir la vacante que llenaría ahora provisionalmente Jo Grimond. Los principales candidatos siguen siendo David Steel, hasta hace poco jefe parlamentario del partido, y John Pardoe, portavoz económico del mismo.

Grupo en bancarrota

Cualquiera que sustituya en el Partido Liberal británico al ex líder Jeremy Thorpe, se encontrará con un partido que en un tiempo era una especie de banco de ideas y que ahora parece ser un grupo político en bancarrota.

A principios de siglo, aún los liberales eran el segundo partido en importancia en Gran Bretaña. La llegada de los laboristas empezó a quebrar su preponderancia, deteriorada seriamente a partir de los años treinta. Mientras los conservadores podían refugiarse en la City, los laboristas se tuvieron que aliar con los sindicatos. ¿Dónde iban a acudir los liberales? Los liberales empezaron a inventar.

Especialmente desde que terminó la Segunda Guerra mundial, el partido liberal gozó de muy poco poder en su país, no porque fuese un partido falto de imaginación. Al revés, tuvo demasiadas ideas desde entonces. Pero todas fueron mejor aprovechadas por los partidos rivales.

Según las encuestas de opinión pública, el «banco de ideas» perdió un gran porcentaje del favor popular, y ahora acaso un ocho y medio por ciento del país votaría por los liberales en caso de una elección general. Este porcentaje dejaría ahora al partido en una mala situación. El Partido Liberal es un partido con trece diputados en los Comunes y que ahora no sabrá qué idea inventar para hacerle olvidar al país las dramáticas circunstancias en que este grupo vivió en los últimos meses.

Si verdaderamente los sudafricanos tuvieron la intención de desintegrar al partido, esta dimisión forzada de Thorpe tiene todos los visos de servir a aquellos objetivos. Ni Jo Grimond, ni David Steel -un joven de treinta y ocho años que apoyó las causas del aborto y protestó contra toda clase de «apartheid»-, si es elegido líder, ni John Pardoe -un hombre de cuarenta y un años, portavoz económico del partido-, si vence a Steel en la lucha por el liderazgo, podrán hacer mucho para poner juntas las piezas del liberalismo.

Larga decadencia

Como decían ayer la mayor parte de los comentaristas británicos, el fracaso creciente del partido liberal no se debe a otra cosa, en definitiva, que a la falta de dirección y de propósitos mostrada en los últimos tiempos.

La «tragedia griega» de los últimos tres meses sólo añadió dramatismo a aquella escasez de apoyo que el Partido Liberal tenía últimamente en el país.

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