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Rueda de prensa de cuarenta y cuatro familias de chabolistas

Con el fin de exponer algunos aspectos de la problemática por la que atraviesan, un grupo de vecinos del madrileño barrio de las Pilillas, enclavado entre el Polígono «E» de Moratalaz, el cementerio de la Almudena y la autovía M-30, convocaron ayer una rueda de prensa durante la tarde. Cuarenta y cuatro familias, un centenar largo de niños, algunas decenas de ancianos y el resto de adultos -obreros de la construcción y empleadas de hogar en su mayoría-, componen la población de este denso y reducido ámbito de chabolas y casas bajas. Inquilinos en su mayoría, pagan por sus alojainientos -a veces con una sola habitación- entre 500 y mil pesetas al mes. Sin agua potable apenas, a pocos metros - de la única fuente existe un caudal de agua contaminada que mana constantemente. El barrio se encuentra poblado de ratas, sin servicios sanitarios de ningún tipo, con enormes cables de alta tensión cruzando los techos de las chabolas y con callejuelas sin asfaltar. En distintas ocasiones, varios vecinos han sido denunciados por verter deyecciones en un pozo negro contiguo. Hace poco tiempo, dos niños de la barriada, José María y Concepción Chércoles, de 6 y 8 años de edad, padecieron tuberculosis. Los traslados de enfermos han de realizarse por un terreno abrupto, a través de senderos que pasan por las lomas próximas. El ambulatorio más cercano resulta excesivamente lejano, la posesión de tendido eléctrico es un lujo y los días de lluvia, los niños no pueden asistir al colegio.Los vecinos quieren viviendas dignas. Hace muy poco se ha sabido que el barrio de las Pilillas será cruzado por los accesos de la autopista de la Paz. También, al parecer, existía un presupuesto especial de 400.000 pesetas para el alumbrado de esa zona, si bien su llegada se demora. Hay mucho temor entre los habitantes de la zona. Sueñan con poseer un piso, y a muchos de ellos no les importaría desarraigarse del tugar donde nacieron, si a cambio pueden pasar las noches sin vigilias largas,cuidándose de las ratas o tratando de eludir las pesadas gotas de lluvia que penetran, generosamente, por sus techos.

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