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El reiterado vértigo de Zverev cada vez que divisa la cima

A punto de cumplir 28 años, al alemán se le resiste el triunfo en un grande y ahora ha desaprovechado el castigo a Sinner para ser por primera vez el número uno

Zverev sirve durante el partido contra Thompson.
Alejandro Ciriza

Sabe muy bien Alexander Zverev de qué va hoy día el tinglado. A sus 27 años (28 en menos de un mes) y después de más de una década en la élite del tenis, el alemán habla sin tapujos. Se refería hace unos días a la demanda interpuesta por el sindicato de los jugadores (PTPA) contra los estamentos de su deporte por el reparto económico y las condiciones de los profesionales. “La ATP nació como una asociación con la intención de proteger a los jugadores al máximo, pero ahora el tenis es un negocio. En los últimos 15 o 20 años, creo que la ATP se ha convertido en una especie de empresa para la que los torneos son más importantes que los tenistas”, deslizaba el alemán, con el suficiente recorrido como para interpretar con acierto la realidad estructural y económica de la raqueta, así como con un bagaje importante. Su currículo es envidiable, no falta prácticamente de nada. Sin embargo, se añoran dos elementos imprescindibles y necesariamente atribuibles a toda figura histórica: un grande y el número uno. Dos gigantescas espinas.

El caso es que Zverev —7-5 y 6-4 a Jordan Thompson, ya en los octavos de Miami— disponía ahora de una buena oportunidad para ascender a la cima y defender por primera vez en su carrera el número uno; compleja, difícil, pero alcanzable. La ausencia de tres meses para el castigado Jannik Sinner (dopaje) le abría la puerta pese a la distancia entre uno y otro en el ranking —unos 2.700 puntos—, pero los devaneos de las últimas semanas le impedirán desbordar al italiano y seguir los pasos de su compatriota Boris Becker, el gran símbolo masculino del tenis alemán. Después de perder la final del Open de Australia frente al líder del circuito y de conocerse la sanción, el calendario invitaba a pensar en que Zverev podía lograr por fin el objetivo; sin embargo, el gigantón ha vuelto a padecer los vértigos característicos que le hicieron caer en tres finales —US Open 2020, Roland Garros 2024 y la citada de Melbourne— y lo que podían haber significado casi dos meses de recolección, se ha traducido en resbalones. Uno tras otro hasta llegar a Miami.

Parecían propicios los escenarios de Río, Buenos Aires y Acapulco, además de la posible veta a detectar en la gira estadounidense (Indian Wells y Miami). Pero en vez de puntos, ha ido acumulando jarros de agua fría. Sucesivamente, por rondas y rivales: cuartos (Cerúndolo, 28º del mundo), cuartos (Comesaña, 86º), octavos (Tien, 83º) y primera ronda (Griekspoor, 43º). “Después del Open de Australia cometí algunos errores, para mí fue muy difícil mentalmente salir de allí porque de verdad pensaba que podía ganar el torneo. Perder esa final ante Jannik… me superó a todos los niveles. Mentalmente fue duro, Llegué a casa y al día siguiente ya estaba entrenando otra vez, así que no me di el suficiente tiempo para procesar lo que pasó, no le di tiempo a mi mente para relajarse de verdad y cuidarme en primer lugar. No hice nada de eso, solo busqué volver a la pista de inmediato, y por eso competí en Sudamérica”, explicaba a su llegada a Florida.

“Los resultados de las últimas semanas han sido el producto de una serie de malas decisiones por mi parte”, admite, al tiempo que matiza: “En cierto modo, también tuve un poco de suerte por haber perdido en la primera ronda de Indian Wells; al final uno nunca quiere perder, pero eso me dio dos semanas para respirar mejor, para trabajar otras cosas, porque la realidad es que no estaba jugando bien. Ahora he tenido tiempo para trabajar en mi juego y mi mente, así que espero empezar de cero aquí”.

Creérselo

Dice Zverev que Miami es su ciudad favorita de los Estados Unidos y que no hay equipo deportivo que le guste más que los Heat de la NBA. “Me encanta estar aquí, confío en darle la vuelta a la situación”, desea. Y parece haberle sentado mejor la brisilla de Cayo Vizcaíno. Su trabajado triunfo contra el australiano Thompson le guía hacia los octavos de final y con el obtenido en la escala anterior, ante Jacob Fearnley, se convirtió en el jugador alemán con más victorias (146) en los Masters 1000, por delante de Tommy Haas (144) y Becker (97). Su calidad, su nivel y su éxito son incuestionables, del mismo modo que la tendencia a encogerse cuando tiene ante sí la posibilidad de acabar con el mal fario en ese doble terreno de los majors y la cumbre también es evidente. Al fin y al cabo, se trata de eso: creer o no creer. Así lo piensa la exjugadora Andrea Petkovic.

Zverev volea en un instante del partido.

“No creo que el problema de Sascha sea psicológico”, analizaba la alemana, ahora comentarista, tras la derrota de Zverev en la final de Australia; “porque si tuviera ese problema, no hubiera llegado a ser el número dos del mundo. Él tiene todo lo necesario para lograr un gran triunfo, estoy convencida de que tiene la fuerza mental suficiente, además de todos los golpes; la pregunta es si de verdad cree en ello. Tendrá que resolver ese problema”. Y, consciente de ello, el protagonista se impone un salto que se le resiste año tras año. “Todo el mundo sabe lo mucho que deseo ser campeón de un Grand Slam y número uno”, indica; “sé que para conseguirlo tendré que pelear mucho con Sinner y Alcaraz, porque hoy día aún hay cosas que hacen mejor que yo. Necesito evolucionar en esos aspectos para cumplir con mis sueños”.

Con 23 trofeos en su vitrina y mejorado curso a curso, después de sobreponerse a la grave lesión de ligamentos que se produjo en el tobillo derecho en 2023, Zverev trata de recuperar su mejor tono con una meta muy específica en la cabeza; París, de ahí el paso de febrero por la arcilla latinoamericana, maniobra novedosa en su estrategia. Resuelve con claridad: “Mi próximo gran objetivo es Roland Garros. Quiero seguir creyendo que soy lo suficientemente bueno como para ganar un grande”.

DE MIÑAUR APLACA A FONSECA

A. C.

De por sí calurosa, la noche de Miami subió varios grados con la presencia de João Fonseca sobre la pista. El brasileño, de 18 años, es una de las sensaciones del momento por su acelerada ascensión, pero esta vez se topó con la implacable respuesta de Alex de Miñaur.

El australiano, de nuevo entre los diez mejores del mundo, logró contenerle y remontar un partido (5-7, 7-5 y 6-3) que se le había puesto cuesta arriba, con el añadido de la presión ejercida desde la grada por la nutrida presencia de aficionados brasileños.

Pero, fundido en la recta final por el esfuerzo, Fonseca terminó inclinándose y el torneo perdió así un atractivo. Pese a que apenas acaba de asomarse en la élite, el carioca se ha convertido en uno de los principales reclamos. Sus 43 errores contrastaron con la equilibrada réplica del oceánico.

“Río Open”, firmó con ironía el vencedor, citado en los octavos con el italiano Matteo Berrettini (doble 6-4 a Zizou Bergs). Completan el cartel los siguientes enfrentamientos: Zverev-Fils, Machac-Mensik, Fritz-Walton y Dimitrov-Nakashima.

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Sobre la firma

Alejandro Ciriza
Cubre la información de tenis desde 2015. Melbourne, París, Londres y Nueva York, su ruta anual. Escala en los Juegos Olímpicos de Tokio. Se incorporó a EL PAÍS en 2007 y previamente trabajó en Localia (deportes), Telecinco (informativos) y As (fútbol). Licenciado en Comunicación Audiovisual por la Universidad de Navarra. Autor de ‘¡Vamos, Rafa!’.
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