El éxito de Alcaraz se cimentó a su manera, bailando en Ibiza
El paréntesis previo en la isla depuró la mente de un tenista cuya ascensión propone un cambio de paradigma: diversión frente al tradicional sufrimiento
Antes del encuentro de semifinales contra el ruso Daniil Medvedev, en la casa de Wimbledon en la que se han alojado Carlos Alcaraz y los miembros de su equipo flotaba en el ambiente la tensión propia que precede a cada partido. Sin embargo, el joven tenista (21 años) parecía estar a punto de abordar otro día más en la oficina. ¿Nervios? Sí, pero los justos. “Los necesarios, porque son buenos”, precisa el murciano, que aquella mañana irrumpió en una de las estancias y, con toda naturalidad, sin rastro alguno de ansiedad ni de excitación, le deslizaba a una persona que merodeaba por ahí dentro, perpleja esta ante la pasmosa tranquilidad del chico: “Toca partido, a ver qué tal nos va hoy…”.
Así es Alcaraz, seguramente el abanderado de una nueva generación de deportistas que están transformando el paradigma: menos miedos, en todo caso expresables, sin temor a expresar las ambiciones y a acabar con el viejo mantra de que, para triunfar, el sufrimiento debe prevalecer sobre el disfrute. No falta en su caso el sometimiento al tradicional (e imprescindible) método espartano, los cuidados personales, las renuncias y el extraordinario esfuerzo diario que requiere la llegada a la cima en la élite; en realidad, una vida impropia para un veinteañero de la calle. Sin embargo, él y todos esos jóvenes que van llegando para tocar el cielo deportivo lo conciben de otra manera.
“Conforme vayan pasando los años, a lo mejor maduro y esto se acaba”, transmitía estos días. “Pero de momento vamos a seguir disfrutando de lo que nos gusta, que es divertirnos, de buscar esos golpes complicados e intentar que la gente disfrute, aunque a veces haga algún que otro desastre”. Juega Alcaraz, espectáculo garantizado. Y sudores fríos en su box cuando todo está en el aire y él, como si nada, se lo juega todo a una dejada o a un tiro excepcional. Pero, en realidad, confianza plena. Saben los que le rodean cómo se las gasta. Siempre fue así y ahora, pese a la normativa no escrita, no cambia. Otra forma de competir, otra forma de ganar. La vía Federer, pero un espíritu más hedonístico.
“¿No me veis reírme cuando hace eso? Carlos juega diferente. Ese tipo de golpes los tiene innatos, le salen natural. Muchas veces te sorprende y te alegra, y otras le darías una colleja. Pero nos da muchas alegrías”, indica su preparador, Juan Carlos Ferrero, quien tutela al tenista desde que este tenía 15 años y al que más de una vez no le ha quedado más remedio que recoger cable y aceptar, al igual que técnicos, fisios y preparadores: Carlitos desmonta teorías. La pausa, la desconexión, tan importantes o más como esa puesta a punto tan milimétrica en términos físicos. De ahí la importancia de esos cuatro días en Ibiza después de conquistar por primera vez Roland Garros.
Saturado después de dos meses complicados, pendiente de la recuperación de su antebrazo derecho —por una lesión muscular— y en los que tuvo que adoptar varias decisiones difíciles al descartar varios torneos, el deportista eligió la isla para coger aire, renovar ánimos y recargar el tanque profesional. Sol y baile: gasolina. “También necesito esas cosas”, dice. “Está claro que cada tenista es diferente, pero yo, para alcanzar mi mejor nivel necesito separar mi vida personal del tenis: tener mis días libres, poder descansar la mente, estar con la familia y los amigos… Dejar la raqueta a un lado. Todo eso me viene muy bien”, razona Alcaraz, un tenista de vanguardia que rompe moldes.
Lo mismo se abre brazos en cruz, como su amigo Jude Bellingham, que ríe con el agua al cuello. Él, un mundo al revés. Disfrutar complicándose. Los nuevos talentos y su credo. Carlitos, Lamine, Nico. “Sí, me considero diferente. No quiero ser hipócrita. Sinceramente comprendo que la gente no pueda imaginarse haciendo las mismas cosas que hago yo”, contestaba a este periódico el portentoso David Popovici, 19 años un torpedo en la piscina. Y lo retrataba Andre Agassi en marzo: “Con su estilo de juego, Carlos está eligiendo el camino más duro, el de hacerlo espectacular cada 10 segundos. Es genial para el juego y genial de ver, pero, ¿es lo más eficiente? Está tan dotado que es capaz de conseguirlo, puede hacerlo”.
A tenor de los hechos, no parece irle del todo mal.
HIERBA, TIERRA Y CEMENTO EN UN MES
Alcaraz logró salvaguardar los 2.000 puntos obtenidos hace un año en Londres, por lo que se sitúa a 1.440 del italiano Jannik Sinner, líder actual de la clasificación mundial. En el segundo puesto, Djokovic le aventaja en 330 puntos.
Próximamente, el murciano competirá en los Juegos de París y luego afrontará la gira sobre el cemento norteamericano. Del 6 al 12 de agosto se celebrará el Masters de Monteral y del 12 al 19 el de Cincinnati, antes del US Open (del 26 al 8 de septiembre).
En este sentido, allí deberá defender 1.500 puntos, por los 1.190 de Sinner y los 3.000 de Djokovic. Lo hará sobre cemento, después de haber pisado la hierba y luego la arcilla de París, por donde volverá a pasar para competir en los Juegos.
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