La gran noche inútil de Aboubakar contra Brasil
Camerún logra una victoria histórica en el añadido, pero cae eliminada
Vincent Aboubakar es un tipo de 30 años que, después de haber dado por consumida su vida de trotamundos por Europa, el año pasado se fue al Al Nassr saudí, pero al que aún quedaba una noche inolvidable en el mayor escenario del fútbol. En un partido que Brasil tramitó mirando ya al partido de octavos del lunes contra Corea del Sur, el delantero camerunés cabeceó un centro en el tiempo añadido y regaló a su país una inesperada victoria contra la pentacampeona del mundo, que no pudo enmendar el expediente en una última carga con tantos fallos como Lukaku contra Croacia. Después de marcar, se hizo expulsar. En el delirio, se quitó la camiseta, y el árbitro, después de felicitarlo, le enseñó la segunda amarilla y lo mandó a la calle, un instante antes de que todo Camerún emprendiera el regreso a casa.
Con un partido planteado por Tite mirando al futuro, lo folclórico ocupó la escena. Media hora antes de que rodara el balón apareció Neymar sobre la hierba cojeando ligeramente, con el tobillo derecho todavía dolorido. Una aparición gozosa para la grada. Aguantó de pie todo el calentamiento, e incluso bailoteó un poco cuando pincharon Uptown Funk, de Mark Robinson y Bruno Mars: “Sábado noche y estamos donde hay que estar. No me creas, solo mira”. Poco antes, la federación brasileña había difundido un vídeo en el que ya toca el balón en solitario. Luego, durante el himno, apareció en las pantallas, y el júbilo interrumpió el cántico de la torcida, mientras una lona se acordaba del hospitalizado Pelé: “Ponte bien pronto”.
Sobre el campo, el once brasileño estaba dispuesto para jugar contra Corea en lugar de contra Camerún. No estaban Thiago Silva, Marquinhos, Casemiro, Raphinha ni Vinicius. Una noche para la galería, ocasión para que Dani Alves quedara como el brasileño de más edad que ha jugado en un Mundial, con 39 años, con su espalda resguardada por Militão. Al ex del Barça, ahora sin equipo, la música del Mundial le llevaba las piernas y se encontraba a menudo como interior. Ningún problema en un partido que se jugaba al paso.
Camerún, todavía con opciones de colarse en octavos, no encontraba el camino, pero tampoco parecía angustiada. En Brasil, las aproximaciones eran aventuras solitarias. Se zafaba Antony por la derecha, se iba Martinelli por la izquierda o atravesaba por el medio Rodrygo a toda máquina. Así sacaron algún disparo y dos faltas que quedaron en nada. Brasil volvía a estar descosido por el centro, echando de menos a Casemiro, pero sobre todo extrañando tal ración de novedades. Se vieron tantos estrenos que hasta recibieron el primer tiro a puerta en el Mundial, un cabezazo picado de Mbeumo, del Brentford, que Ederson se quitó de encima de una palmada.
El partido de los brasileños era un recreo desordenado para chicos que apenas habían participado, y que exprimieron sobre todo Antony y Martinelli, que continuó con su selección la formidable crecida que mostró en el Arsenal. Brasil lo intentó de manera pausada y más o menos ordenada, y trató también de llegar al gol con una avalancha más frenética de carreras, regates y pases que iban empujando a los cameruneses cada vez más al fondo. Y cuando marcó Aboubakar, ya en modo alocado. Pero nada. Camerún se llevó un recuerdo histórico como único premio de Qatar, y Brasil un toque de atención.
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