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La campana de París con la que sueñan todos los atletas en estos Juegos

El instrumento, reservado para que lo toquen los campeones en el Stade de France, se ha convertido en un símbolo de la victoria antes de su instalación final en la renovada catedral de Notre-Dame

Campana Juegos Olimpicos Paris
El estadounidense Noah Lyles toca la campana del Stade de France, tras ganar los 100m de atletismo en los Juegos de París 2024.Kai Pfaffenbach (REUTERS)
Juan José Martínez

Pocos sonidos transmiten tanta solemnidad como el de una campana. Este instrumento de la antigüedad ha sido utilizado para transmitir información de interés, avisar de un acontecimiento importante, fallecimientos o ritos. Fuente de información y de emociones, ocupan la cúspide de Ayuntamientos, ermitas e iglesias, principalmente después ser adoptadas por el cristianismo en el siglo V. Sus rugidos tallados en bronce congregan a los fieles y hacen volar a las palomas, aunque en estos Juegos de París también hacen correr a más de un atleta. Los organizadores de los JJ OO han instalado una en el glorioso Stade de France y se ha convertido en un ícono de la grandeza. Tocarla es un honor “solo para los medallistas de oro”, ha explicado Tony Estanguet, jefe del comité organizador de París 2024, quien ha definido a Associated Press este elemento como una oportunidad para conectar a deportistas y espectadores.

La campana permanecerá también durante los Juegos Paralímpicos, antes de ser colgada finalmente de una de las torres de la catedral de Notre-Dame, cuya reconstrucción finaliza este diciembre, más de cinco años después del voraz incendio que amenazó con extinguirla. Notre-Dame tiene 10 campanas de iglesia, que pesan entre dos y tres toneladas. Además, tiene otros conjuntos de campanas más pequeñas en la aguja a las que se integrará la de los Juegos Olímpicos. El nuevo elemento del templo parisino fue fabricado en Normandía por la fundición Cornille Havard, lleva grabado los aros y el emblema de París 2024.

De momento, adorna el tartán violeta del mítico Stade de France, que ha sido por más de 20 años la sede los acontecimientos deportivos más importantes del país, desde su construcción para el Mundial de Fútbol de 1998. “No importa cuán ruidosa sea la multitud, la gente la oirá”, vaticinó el gran velocista Carl Lewis, encargado de probar la campana a inicios de las competencias.

Pero antes de ser codiciada por los atletas, fueron los equipos de rugby quienes iniciaron la tradición a inicios de los Juegos, cuando el estadio albergaba el torneo de esa disciplina. Sin la condición del oro, los medallistas podían acercarse para celebrar la obtención de la presea y posar frente a la campana como emblema de la victoria.

Con la llegada del atletismo, uno de los primeros en tocarla fue Noah Lyles, tras coronarse como el hombre más rápido del mundo, al terminar el esprint de 100 metros en 9,79 segundos. También lo hizo Julien Alfred, la atleta que consiguió, también en los 100 metros, la primera medalla en la historia olímpica de Santa Lucia, una isla caribeña de 181.000 habitantes.

Cuando la resaca olímpica se instale en París con la normalidad de septiembre, algunos espacios de la capital francesa recuperarán su imagen tradicional. Las instalaciones deportivas quedarán como cicatrices del día en que los ojos del mundo se posaron en Francia una vez más. Y, un poco más adelante, cuando Notre-Dame vuelva a funcionar como la catedral parisina por antonomasia, sus campanarios tendrán una dosis extra de historia. Las ondas de cada campanada arrastrarán el tufo olímpico de aquellos que se colgaron el oro y supieron celebrarlo.

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