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Relatos Amateur
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Doña Condescendencia

Hace dos años las jugadoras tuvieron que ponerse ellas las medallas de la Supercopa, el año pasado jugaron con balones desinflados, y hace unos días la semifinal entre Atlético y Barca se jugó 70 minutos sin VAR

Fútbol femenino
La presidenta del Celta, Marián Mouriño (centro), acompañada por el director de Fútbol, Marco Garcés (derecha), y el CEO del club, José Gainzarain, durante una rueda de prensa.Salvador Sas (EFE)

Hace falta ser muy perseverante para errar repetidamente en un mismo asunto. No hablo del amor, tampoco de las expectativas del PSOE con Junts, hablo de la Federación Española de Fútbol y el fútbol femenino. Hace dos años las jugadoras tuvieron que ponerse ellas mismas al cuello las medallas de la Supercopa, el año pasado jugaron con balones desinflados, y hace unos días la primera semifinal entre Atlético y Barca se jugó 70 minutos sin VAR. ¿Por qué 70? Pues porque los 20 minutos finales de partido sí funcionó el videomarcador.

Felicitémonos por la innovación —fácilmente confundible con chapuza— y tampoco nos quejemos en exceso porque, con Arabia Saudí asomando lustrosa en el horizonte, al menos este año la Supercopa repitió Butarque como sede, es decir Leganés, lugar proclive al frío, pero también a respetar los derechos humanos. Rafael Louzán, el nuevo presidente de la Federación, esgrimió desde Arabia que allí “quieren desarrollar mucho el fútbol femenino”, como si se hubiesen metido en el laboratorio de Pobres criaturas para desarrollar a la Bella Baxter balompédica. Y como las aspiraciones desarrollistas hay que valorarlas, pues Arabia Saudí es una opción que está sobre la mesa de cara a futuras ediciones de la Supercopa femenina. Si hay que sacrificar el bienestar de las mujeres en favor del acopio económico pues se hace.

Luego está lo de la condescendencia, el equivalente verbal a regalar una báscula por un cumpleaños. La condescendencia florece en asuntos graves como rebajar a la categoría de “agobio” el acoso que padecieron Cristina Palavra y Natalia Kaluzova, parejas de Dani Rodríguez y Dominik Greif, a la salida del estadio King Abdullah de Yeda. Con el debido respeto —la frase que precede a toda sentencia condescendiente— qué acoso ni qué acoso, vino a decir la Federación: agobio, un leve malestar, refregones mínimos, roces comunes.

Pero la condescendencia también florece en asuntos más livianos como un simple consejo. Marián Mouriño, presidenta del Celta, contaba en La Revuelta lo que le dijo Florentino Pérez después del penalti no señalado sobre Williot Swedberg durante el partido de octavos de final de Copa del Rey en el Bernabéu: “Tranquila, no te pongas nerviosa”. Al margen de que nadie en la historia de la humanidad ha dejado de estar nervioso después de que le sugieran que dejase de estar nervioso, no imagino a Florentino Pérez haciéndole un comentario de este tipo a un homólogo masculino. La condescendencia a menudo es inconsciente, e incluso bien intencionada, pero sigue siendo encerrada en el cascarón de la indulgencia.

Tras esa entrevista en La Revuelta, leí en redes sociales comentarios como “Esta (en referencia a la persona que preside el Celta) no sabe el nombre de seis jugadores de su propio equipo”. Este tipo de sermones necios parten de la suposición, cada vez menor pero todavía existente, de que las mujeres no podemos entender o conocer genuinamente de un deporte que no ha sido diseñado para nosotras. A veces se le añade otra suposición peor: la de que le prestamos atención al fútbol para obtener el favor o la atención de un hombre. Te lo dicen como si saber de fútbol requiriese unas propiedades cognitivas extraordinarias, como si fuese algo similar a conocer el modelo estándar de la Física de Partículas.

Procedo a revelar una verdad universal: Si una mujer no entiende cómo funciona un fuera de juego es porque sencillamente no le interesa entender cómo funciona un fuera de juego. Y si una mujer ­—en este caso dos— dicen haberse sentido acosadas es porque así se sintieron. No hace falta tirar del VAR para calibrar ese tipo de emociones, especialmente no desde el minuto 70.

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