_
_
_
_

“¿Quo vadis, Laporta?”; qué será del Barça

La mala gestión presidencial se mezcla con la desmovilización social y con una oposición azulgrana atomizada

El presidente del FC Barcelona, Joan Laporta, en un discurso el pasado 17 de diciembre.
El presidente del FC Barcelona, Joan Laporta, en un discurso el pasado 17 de diciembre.Alberto Estevez (EFE)
Ramon Besa

Los delirios de grandeza de Laporta, aquellas ganas de “volver a veros” que tanta fortuna causaron en el barcelonismo por desafiar al Madrid en la misma puerta del Bernabéu en la campaña electoral de 2021, se han convertido en pesadillas por la dolorosa realidad que carcome al FC Barcelona. Las miserias de Gaspart no son las mismas que las de Bartomeu. Ya no está Cruyff y ni siquiera se guardó el duelo por Messi. Mejor no recordar tampoco el adiós de Guardiola. Hoy el futbolista sobre el que gira el tormento barcelonista se llama Dani Olmo y tiene un añadido no menos importante de nombre Pau Víctor.

No es una cuestión de decadencia puesto que Olmo es un internacional que da pleno sentido a la idea de Flick y vida a las aspiraciones azulgrana en la Liga y la Champions. La gravedad del asunto está en que ha sido el propio presidente del club el que ha disparado un tiro al pie de su equipo por no encontrar el dinero para mantener la inscripción del jugador en la Liga. El daño reputacional es enorme porque Laporta se olvidó con su proceder de que una entidad puede ser pobre y orgullosa sin perder la dignidad, mantener un cierto decoro por no hablar de desprestigio, ser fiel a una carta de naturaleza grabada a fuego durante 125 años.

El mal ya no tiene remedio institucionalmente con independencia de la suerte que corran la ficha y el contrato de Olmo, que acababa en 2030. El caso difícilmente tendrá más recorrido después de que un juez resolviera: “Se habría contratado a quien debería cubrir una baja por maternidad/paternidad antes de conocer que existía el embarazo”, en alusión a las normas de la Liga. La operación del único fichaje de la temporada habrá sido catastrófica a expensas de la decisión que tome el jugador, de 26 años, que de momento quedaría liberado y debería ser indemnizado después de que el Barça pagara unos 60 millones al Leipzig.

Las cuentas se resentirán, al igual que se desestabilizará todavía más al equipo, en el caso de que no pueda jugar Olmo. Y, en el difícil supuesto de que pudiera formar próximamente en las alineaciones azulgrana, no sería fácil para el Barça soportar la presión y el agravio comparativo que pudieran sentir y expresar los demás clubes de la Liga, dolidos por las prácticas de Laporta, como ya se demostró en verano pasado con el Athletic después del fallido intento de negociar con Nico Williams. La palabra del presidente ya no tiene credibilidad en la Liga. Tebas solo quiere papeles desde el enredo de Barça Studios y la fallida inversión de Libero.

Laporta pierde su gracia cuando no puede hablar y, si es necesario, embaucar a sus socios; sin la voz pierde el carisma y la seducción que tanto le ayudaron a trampear las cuestiones más adversas frente a la administración deportiva y política; y tampoco tiene ya la cintura con la que enredaba a los socios más insospechados para encontrar el aval más difícil como pasó antes de tomar posesión en 2021. Ya nadie más arriesgó de su bolsillo para mantener en nómina a Olmo. Laporta ha tenido meses para solventar un contencioso que podía resolver cuando le diera la gana según afirmó en septiembre pasado en el Auditorio 1899.

No se cumplió el anuncio sobre la continuidad de Olmo, como tampoco logró retener a Messi, ni regresar el 29 de noviembre al Camp Nou. Las promesas fallidas y la improvisación manifiesta en la gestión de la entidad han provocado la salida de más de 20 ejecutivos y de varios directivos como el vicepresidente económico Eduard Romeu. No hay CEO ni un plan de negocio y en cambio se han hecho imprescindibles los intermediarios y los comisionistas por cantidades que son muy parecidas a la que se necesitaba por Olmo. Ya no se habla de fichajes sino de inscripciones y de hipotecas más que de palancas en las oficinas del Camp Nou.

La única excusa para salir del caos es acusar a la Liga por sus cambios de criterio, a la Federación por su pasividad y al fútbol y a la vida por el madridismo sociológico, una táctica tan chapucera ahora mismo que atenta incluso contra el victimismo argumentado que ilustra el relato histórico del Barça. Los intangibles del Barça, la divisa del “més que un club” y del estilo de juego como identidad futbolística, así como el dichoso entorno, están seriamente comprometidos en un momento en que se negocia con Qatar y no se habla tanto de Unicef después del impacto y erosión que ha supuesto el caso Negreira.

Mecanismos de control

El desgobierno del club coincide con la desmovilización social desde que unos 60.000 aficionados están en excedencia, como si su Barça solo jugara por televisión, a la espera de poder regresar al Camp Nou. El nuevo estadio continúa en obras hasta no se sabe cuándo y el equipo se bate como puede en Montjuïc, un campo que ni se llena y cuya Grada d’Animació está clausurada por Laporta. El presidente se remite a una asamblea que despacha telemáticamente las cuentas y las salvedades de las auditorías más controvertidas con tanta suficiencia que obliga a preguntar sobre la eficacia de los mecanismos de control del club en el año 2025.

La oposición ha estado dormida y ha despertado atomizada, como si diera por amortizado a Víctor Font, el rival de Laporta en los comicios de 2021. El desinterés por el Barça ha sido general en muchos sectores de la sociedad civil catalana desde que se supo el agujero que provocó la pandemia y la negligencia de Bartomeu. El momento de incertidumbre política obliga a preguntar también por el papel de cohesionador social y de pilar de Cataluña que ha tenido siempre el Barça. Nadie parece saber cómo afrontar el debate sobre el modelo de gobernanza o de propiedad del club que exigen los acontecimientos a partir del mandato de Laporta.

Quizá llegó el momento de delimitar responsabilidades y exigir respuestas; el presidente necesita más recursos que el gas emocional y el ilusionismo para gobernar al Barça. No ha sido una casualidad que el mayor ridículo haya llegado por unos palcos Vip de un nuevo estadio todavía en construcción, todo tan virtual hoy como la ficha de Olmo.

Aparentar ya no sirve de nada, ni siquiera al populista Laporta, cuando el club está tan descapitalizado como desnortado, y sin embargo, ha sido capaz de engendrar a Lamine. La renovación del genio se convertirá en un acto de fe más de un club cada vez más descreído, acabe como acabe el disparatado caso Olmo. El mal ya está hecho y la pregunta es saber quién querrá jugar a partir de ahora en el Barcelona.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Ramon Besa
Redactor jefe de deportes en Barcelona. Licenciado en periodismo, doctor honoris causa por la Universitat de Vic y profesor de Blanquerna. Colaborador de la Cadena Ser y de Catalunya Ràdio. Anteriormente trabajó en El 9 Nou y el diari Avui. Medalla de bronce al mérito deportivo junto con José Sámano en 2013. Premio Vázquez Montalbán.
Rellena tu nombre y apellido para comentarcompletar datos

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_