Un año del Mundial que lo cambió todo
El triunfo de la selección en Sídney en agosto de 2023 destacó por su capacidad transformadora: situó a España en la élite, impulsó el fútbol jugado por mujeres y sacudió una federación anquilosada en el machismo y el trato desigual hacia ellas
Hace justo un año, España elevó la Copa del Mundo en Sídney tras tumbar a Inglaterra. Fue un triunfo liberador y con una capacidad transformadora formidable. El Mundial de Australia y Nueva Zelanda era aún el tercero al que acudía la Roja, que hasta 2015 todavía no se había estrenado en la mayor competición de selecciones del planeta. En menos de una década, el equipo pasó del ostracismo futbolístico al mayor éxito de su historia con una victoria que lo cambió todo: colocó a la selección en la élite —es tercera en el ranking FIFA, pero hasta que este mes terminaron los Juegos Olímpicos lideraba la clasificación—; impulsó el fútbol jugado por mujeres en el país —el curso pasado se situó como el segundo deporte más practicado por ellas y por primera vez superó las 100.000 fichas federativas—; y tras el beso de Luis Rubiales, entonces presidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), a Jenni Hermoso en plena celebración del título, las futbolistas zarandearon un organismo que llevaba lustros anquilosado en el machismo y el trato discriminatorio hacia ellas. Irene Paredes, la capitana del equipo, recuerda en una charla con EL PAÍS la sensación de tocar la cima: “El sabor es muy bueno a pesar de todo lo que pasó después. Desde el punto de vista futbolístico dimos un rendimiento muy alto, y no hemos querido dejar que nada empañase nuestro momento. Llegar allí y hacerlo así de bien, eso no nos lo cambia nadie. El momento es nuestro y para nosotras, para siempre”.
El gol en la final de Olga Carmona, un zurdazo cruzado fantástico de una jugadora que conoció tras el partido la muerte de su padre y que dedicó el tanto a la madre de una amiga que había fallecido recientemente, culminó un viaje que había comenzado años antes con los éxitos de España en las categorías inferiores, donde la sub17, la sub19 y la sub20 concatenaron títulos en Europeos y Mundiales. Tras el triunfo en Sídney, Kelly Simmons, exdirectora de fútbol profesional femenino de la federación inglesa, avisaba en un artículo en The Guardian de que Inglaterra debía reaccionar de inmediato porque España estaba en disposición de “dominar el fútbol mundial durante la próxima década” por el nivel de sus futbolistas y las victorias en las inferiores.
Para Vero Boquete, la primera gran figura internacional española del fútbol jugado por mujeres y actual delantera de la Fiorentina, el título es sin duda el mayor éxito de la Roja y uno de los grandes hitos del deporte nacional: “Para las futbolistas fue la confirmación del talento de una generación, pero también de un estilo de juego, de una manera de entender el fútbol y de llevarlo al máximo nivel. Hace nueve años, cuando España se clasificó para su primer Mundial, en Canadá, nadie lo podía imaginar”.
Antes de aterrizar en Nueva Zelanda, las jugadoras pactaron una suerte de paz con Rubiales y el entonces seleccionador, Jorge Vilda, tras la llamada crisis de las 15. En septiembre de 2022, 15 futbolistas habían renunciado a ir a la selección si no se producían cambios estructurales en el femenino, pero antes de la competición algunas de ellas, como Aitana Bonmatí —actual Balón de Oro y elegida mejor jugadora del Mundial—, recularon, dialogaron y sentaron las bases para el inicio de una normalización que no ocurrió hasta la revolución inevitable que llegó tras el beso de Rubiales a Hermoso.
Durante la Copa del Mundo, las futbolistas se acogieron a esa tregua con Vilda, con quien la relación nunca terminó de ser buena, pero al menos fue lo suficientemente correcta para que se alcanzaran los resultados. “Aunque hubo cosas que cambiaron para que decidiéramos volver, las jugadoras que fuimos aceptamos lo que había. Queríamos representar a España y pusimos el foco en el rendimiento del grupo”, recuerda Paredes. El triunfo que se cosechó el 20 de agosto de 2023 se cimentó en ellas: “Llegamos en un momento de gran rendimiento individual. Y teníamos las cosas muy claras, sabíamos a lo que íbamos y que teníamos muy buen equipo. Como en el alto rendimiento deportivo no estés al máximo, te quedas fuera, y todas estuvimos brillantes”.
Boquete señala un momento fundamental en la consecución de la copa, la goleada que Japón le infligió a la Roja (4-0) en la tercera jornada de la fase de grupos —“les dio una bofetada que las despertó mucho más”—, pero sobre todo destaca la unión del grupo tras los meses procelosos: “Con todos los problemas que hubo, la clave de la victoria fue anteponer el éxito colectivo a cualquier ego individual y a cualquier rencilla con el staff o entre ellas”.
En pleno éxtasis en Sídney, la situación estalló con el beso de Rubiales, que también se había tocado los genitales en el palco del estadio nada más terminar la final. Aunque esa misma noche, en una entrevista en directo en la Cope, el expresidente de la RFEF calificó de “tontos del culo” y “gilipollas” a quienes se indignaron con su comportamiento, este suscitó un rechazo mayoritario en todos los sectores de la sociedad que lo obligó a dar finalmente un paso al lado el 10 de septiembre.
Rubiales, procesado y pendiente de juicio —se sentará en el banquillo de los acusados el próximo febrero— por el beso y las supuestas coacciones posteriores a Hermoso para que defendiera su forma de actuar, no fue el único en caer. Vilda, también acusado de coacciones a la futbolista y del que las jugadoras cuestionaban sus métodos de entrenamiento, fue apartado de su cargo, y Montse Tomé, que había sido su mano derecha, ocupó el banquillo. También salieron Albert Luque, a la sazón director deportivo, y Rubén Rivera, director de marketing, para los que la fiscalía pide un año y medio de cárcel por coacciones a Hermoso. Además, las jugadoras consiguieron que se creara una comisión para mediar en momentos de crisis y un protocolo para casos de violencia sexual, así como las destituciones de Andreu Camps, entonces secretario general, y Pablo García Cuervo, director de comunicación, que habían gestionado la crisis de las 15 tildando a las jugadoras de rebeldes y “niñatas”.
Tras la tempestad, poco a poco la crisis amainó. Hoy el ambiente en la federación es más sano y más profesional, aunque está lejos de ser perfecto: la RFEF está descabezada —Pedro Rocha, el sucesor de Rubiales, fue inhabilitado el pasado julio por el Tribunal Administrativo del Deporte, aunque pidió una cautelar pendiente de resolver todavía— y el director de fútbol para la selección, Markel Zubizarreta, no duró ni un año y aún no tiene sustituto. “Lo único que queremos es poder rendir y tener los recursos adecuados para competir. La federación sigue en un momento de transición, todavía no tiene presidente, pero en lo que a nosotras nos toca, es un ambiente tranquilo y en el que podemos centrarnos totalmente en el fútbol”, valora la capitana.
Sobre el césped ha habido cambios, alegrías y decepciones. Dos jugadoras importantes durante últimos años, la central Ivana Andrés y la delantera Esther González, se han caído por decisión técnica de las últimas listas de Tomé, que ha conseguido recuperar a Patri Guijarro, una de las mejores centrocampistas del mundo y ausente desde la crisis de las 15. Pero todavía hay heridas que no se han cerrado. Otra de las 15, la central Mapi León, una futbolista diferencial, sigue sin querer volver a la selección.
Con Tomé, la primera mujer de la historia de la selección en el banquillo, la Roja conquistó en febrero la Nations League y se clasificó para sus primeros Juegos, los de París, en los que cayó ante Brasil en semifinales y contra Alemania en la lucha por el bronce. Fueron dos derrotas que aún escuecen a Paredes. “Soñábamos con una medalla, sabíamos que era difícil, que hay ese punto de fortuna, pero no estuvimos al nivel”, admite. “Habíamos hecho un año casi perfecto, habíamos vivido ya muchos momentos de tensión, algunas habíamos jugado varias finales... Por ganas y trabajo no fue, pero no se dio como esperábamos”, añade. Aspiraban a cerrar un año redondo con la triple corona —Mundial, Nations League y oro olímpico— y regresaron de la capital francesa con las manos vacías. Boquete señala precisamente esa temporada larga como la principal causa de que España no pareciera España: “Todas llegaron con una carga de partidos brutal. Los Juegos no llegaban en el mejor momento para ellas, tanto física como mentalmente. Se vio falta de frescura y de intensidad”.
La exigencia máxima depositada en ese equipo y la decepción al verlas volver de París sin la medalla al cuello responden al legado que ha dejado la España de Alexia y Jenni, de Aitana y Salma, de Paredes y Mariona, referentes del equipo que cambió la historia. “Es normal que se nos pida, que se creen expectativas después del año que hemos hecho, pero somos humanas y no hemos rendido como habríamos querido”, concede con cierto pesar Paredes.
El trabajo hecho, sin embargo, permite mirar adelante. La llegada por la puerta grande de España a la cima del fútbol ha provocado que hoy haya más niñas que nunca pateando balones. Las licencias crecieron este curso un 23%, y en los últimos 12 años la escalada fue de un 191%: se ha pasado de las 39.023 fichas de 2012 a las 107.853 de este 2024. “En el fútbol femenino hay indicadores de que la situación solo puede mantenerse o mejorar”, celebra Boquete. Ha sido una conquista lograda a fuerza de derribar prejuicios, como recuerda Irene Paredes: “Acabamos de llegar a la élite, y lo difícil es mantenerse. Hemos caído al tercer puesto del ranking FIFA y no nos gusta vernos ahí. Es señal de que tenemos que mejorar para seguir avanzando y que los niños y las niñas se fijen en nosotras”.
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