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ALIENACIÓN INDEBIDA
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Kroos sabe lo que hace

Con la decisión del alemán de dejar el fútbol (y el Madrid, que es el fútbol dentro del fútbol) nos surge la duda: ¿Se estará equivocando?

Toni Kroos
Toni Kroos, durante una rueda de prensa esta temporada.
Rafa Cabeleira

Debe haber un millón de barbaridades amparadas o consentidas bajo el típico teorema de que él, o ella, saben lo que hacen. Y ocurre que, normalmente, no lo saben. Ahí tenemos a Napoleón, por ejemplo, cuando se lanzó a por Rusia como si no conociera el invierno y, aún menos, a los rusos. O a Amaya Valdemoro, que colgó las zapatillas para probar suerte como comentarista y tras ser una de las mejores jugadoras del mundo tiene que soportar, en cada retransmisión, cómo dos amigos de Burgos que no llegan al aro desde la línea de tiros libres intentan enmendarle la plana por sus comentarios: lo sé porque soy uno de esos dos amigos de Burgos, aunque naciera en Pontevedra. Con Toni Kroos y la decisión de dejar el fútbol (y el Madrid, que es el fútbol dentro del fútbol) nos surge la misma duda: ¿De verdad sabe lo que hace? ¿Se estará equivocando?

Contestaré primero a la segunda pregunta: Ojalá. Que no lo hiciese implicaría seguir jugando al fútbol un año más, eso como mínimo, y defender una camiseta que ya nunca será la mía salvo que adquiriese yo la nacionalidad alemana por no sé muy bien qué vías y con qué intenciones. Pudo haberla defendido tras salir del Bayern Múnich por desavenencias irreconciliables con la cúpula directiva (la dinocúpula), pero alguien decidió entonces que Iván Rakitic se ajustaba más y mejor a las necesidades de un equipo, el Barça, que intentaba evolucionar su modelo de éxito hacia un fútbol más moderno, más industrial, un fútbol donde la presencia de tantos buenos futbolistas en el centro del campo debía equilibrarse con alguno más mediocre.

Ver jugar a Kroos con la camiseta del eterno rival, o con la de Alemania, era un placer extraño, tan dulce como salado, molesto y a la vez necesario, similar a la sensación de ver a través de una pantalla cómo un equipo de cardiología te realiza un cateterismo. Si durante años presumimos en Barcelona de cerrar los ojos para desentrañar el partido a través del sonido que provocaba la circulación del balón, escuchar el golpeo de Kroos a oscuras debe ser como ver El Imperio contraataca por primera vez en el cine, pero sin saber que ni el alemán ni Darth Vader son tan malos como creíamos.

Y es que más allá del campo, de Toni Kroos nos sentimos orgullosos todos los que pensamos que el fútbol no debe ser utilizado como agente blanqueador de sátrapas y regímenes donde las mujeres carecen de derechos fundamentales y las personas LGTBI ni siquiera lo tienen a existir. Que el público de Arabia Saudí pitase cada intervención de Kroos durante la Supercopa nos hizo empatizar como nunca con un futbolista que ya de por sí ofrecía pocos motivos para la discordia: excelente jugador, gran competidor, buen compañero.

De Messi, tras ganar el argentino su deseado mundial, dijo Toni Kroos aquello de “se lo merece. Nunca he visto a nadie jugar tan bien con tanta regularidad. Y hay que tener en cuenta que jamás ha jugado para un equipo que me guste, lo que explica que estoy hablando totalmente en serio”. Y yo también, Toni Kroos. Ojalá sea cierto eso que sostiene una gran parte del madridismo a esta hora, convencida a los puntos de que el alemán no sabe lo que hace, como Napoleón. Me ahorrará otro año de ver los partidos del Madrid entre los dedos, como cuando te tapas los ojos porque te da miedo el monstruo de la película, pero qué demonios, has pagado para verla.

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