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El ojo del cronista

Los lectores se acercan a las crónicas deportivas con un exceso de imágenes en la retina, tras haber seguido el partido por una pantalla. Al cronista sólo le queda una opción para atraer la atención: su punto de vista

Pedro Zuazua
Portada del libro 'A la sombra de las botas inmortales', de Nelson Rodrigues
Portada del libro 'A la sombra de las botas inmortales', de Nelson Rodrigues

Los lectores, hoy, se acercan a las crónicas deportivas de los diarios con un exceso de imágenes en la retina. Es probable que hayan seguido el partido por una pantalla; que, una vez terminado, hayan repasado las jugadas más importantes; incluso puede que las redes sociales hayan seleccionado para la audiencia detalles y curiosidades. Al cronista, entonces, sólo le quedará una opción para atraer la dispersa atención del público. Eso sí, será una opción personal e intransferible, únicamente al alcance de sus manos: su punto de vista. El buen profesional ofrecerá una idea —de esas que escasean— sobre la que pivotará todo el texto. Una idea acompañada de argumentos y memoria, de tal manera que ofrezcan al lector un plano de situación para entender. Así, la audiencia podrá disfrutar de una forma diferente de unos hechos que ya ha vivido. Lo hará a través de los ojos y el pensamiento de otra persona.

El brasileño Nelson Rodrigues fue periodista y escritor. Relató la victoria de su selección en los mundiales de 1958, 1962 y 1970. También el Maracanazo del año 50 —”el revés no lo sufrieron once individuos, sino que fue el fracaso del hombre brasileño”—. A la sombra de las botas inmortales (Días contados), recoge crónicas de fútbol de Rodrigues que abarcan el periodo 1955-1970. La edición incluye interesantes prefacios que ayudan a entender la figura del escritor y la fuerza de la selección brasileña de la época, que se quedó grabada para siempre en la memoria sentimental de los hinchas del balompié. Dichos prefacios los firman Simon Kuper, Sergi Pàmies, Alfredo Relaño, Jorge Valdano, Enrique Vila-Matas, Juan Villoro y José Miguel Wisnik.

Las crónicas de Rodrigues tienen mucho de aficionado. Son excesivas en la victoria y en la derrota —ciclotímicas, igual que las gradas—, están regadas de adjetivos, de tesis de la época, de pasión y de nostalgia del fútbol de antaño cuando apenas había fútbol de antaño. Presentaba a los ídolos de una forma original. Atizaba con finura a lo que él llamaba la “gente elegante”. Diseccionaba el alma de su país a partir del fútbol. Contrario a la corrección y muy crítico con la sociedad, tenía cierta querencia a la provocación a través de la loa irónica a los árbitros corruptos, la exaltación de las palabras malsonantes como indisociables del juego o sentencias como aquella de que “al brasileño no le gustan los brasileños”. Hincha del Fluminense, convocaba incluso a los muertos a los partidos importantes —”la muerte no exime a nadie de los deberes con su club”—. Dejó, además, una sentencia profética para cuando el concepto de “antaño” ya se podía aplicar con soltura en el fútbol: “ay de un club que no cultive sus nostalgias”.

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Sobre la firma

Pedro Zuazua
Licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Oviedo, máster en Periodismo por la UAM-EL PAÍS y en Recursos Humanos por el IE. En EL PAÍS, pasó por Deportes, Madrid y EL PAÍS SEMANAL. En la actualidad, es director de comunicación del periódico. Fue consejero del Real Oviedo. Es autor del libro En mi casa no entra un gato.

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