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Eurocopa - final - jornada 1
Italia
Italia
Bonucci 66'
1 1
3Finalizado2
Inglaterra
Inglaterra
Shaw 2'

Inglaterra contra Inglaterra

Obsesionada con la historia, la selección inglesa, con la ayuda del ‘whakapapa’ maorí, trata de enderezar en la final 55 años de desilusiones ante una Italia muy curtida en las grandes citas

Mural con Kane, Southgate y Sterling pintado por Nathan Parker en Nuneaton.
Mural con Kane, Southgate y Sterling pintado por Nathan Parker en Nuneaton.LEE SMITH (Reuters)
David Álvarez

Inglaterra dio el primer paso hacia la final de la Eurocopa de esta noche contra Italia en Wembley (21.00 en España, 16.00 en Argentina, 14.00 en México) en una cancha de baloncesto. El día que los jugadores llegaron a la concentración en el campamento de St. George’s Park, el seleccionador inglés, Gareth Southgate, los juntó y les regaló una gorra roja de terciopelo y un libro. Cada gorra llevaba bordado un número con hilo plateado. Mientras los futbolistas escuchaban de pie y jugueteaban con la borla de los sombreros, el técnico, que también tenía el suyo, con el 1.071, les habló de la nueva tradición. “Muy poca gente tiene la oportunidad de jugar para Inglaterra”, dijo.

En concreto, 1.262: desde Robert Barker, su portero en el primer partido internacional de la historia, en 1872 contra Escocia; hasta otro guardameta, Sam Johnstone, que se estrenó en marzo. En la ceremonia, Grealish manoseaba la gorra con el 1.251, Maguire la 1.223, Saka la 1.253. “Somos parte de la historia de Inglaterra, y hay una historia más larga que solo nosotros”, explicó luego Southgate. “No somos más especiales que ninguno de los que pasaron antes, ni de los que vendrán después”.

Desde el primer día, la selección inglesa se fijó en su lugar en el relato de un devenir futbolístico cargado de expectativas y frustraciones en el que han transcurrido 55 años desde que había pisado su única gran final, la que ganó en el Mundial de 1966. También se les proyectó un vídeo que repasaba los altibajos de las generaciones precedentes y llegaba hasta los chicos que esa noche dormirían en St. George’s Park. El plan de Southgate consistía en no eludir esas esperanzas, pero tratando de no verse arrastrados por ellas, sino controlando cómo reescribían el relato.

El manual de la reescritura procede del libro que Southgate entregó a los jugadores, Belonging (pertenencia), del exabogado y ahora coach de rendimiento Owen Eastwood, que ayuda a deportistas, ejecutivos y hasta a la OTAN. Una parte de los antepasados del neozelandés son maoríes, y en ellos descubrió el concepto de whakapapa, que traduce como pertenencia, y que apunta a que cada persona es parte de una cadena de gente que va de sus antepasados al futuro. “Es increíblemente poderosa”, dice sobre su aplicación al sentimiento de equipo como propósito colectivo.

Reinterpretar símbolos

Visto a través de este filtro de antigua sabiduría maorí, el camino de Inglaterra en esta Eurocopa parece concebido para enderezar un desencanto histórico. “No tenemos una historia futbolística tan buena como a veces nos gusta creer”, ha dicho Southgate estos días en los que, después de 25 años, él mismo ha logrado una cierta redención de su fallo en la tanda de penaltis de la semifinal de 1996. La grada de Wembley, derruido y reconstruido desde entonces, incluso cree haber podido dar una vida nueva a un viejo himno de aquella Eurocopa. El célebre It’s coming home (viene a casa), que los escoceses entonan como burla histórica, se canta ahora como celebración, pese a que en realidad es un lamento: “Treinta años de dolor [desde el 66] / nunca me impidieron soñar”.

La ilusionante trayectoria de la selección inglesa en el torneo, donde estrena final, ha permitido la reinterpretación de símbolos como ese, e incluso la incorporación de otros, como cantar el Sweet Caroline tras las victorias. Después de eliminar a Alemania en octavos, con los jugadores ya en el vestuario, la grada se quedó entonándolo. Después de la semifinal, los futbolistas aguantaron en el campo a cantarlo con los asistentes, en un Wembley que es casi solo inglés por las restricciones de la pandemia a los viajes desde el extranjero.

La señal más elocuente de que de momento el plan maorí de Southgate funciona es que ha trascendido a lo futbolístico. El Gobierno ha ampliado para esta noche el horario de apertura de los pubs, para que se pueda ver la final completa, y ha pedido a las empresas que permitan a sus empleados llegar mañana más tarde. Además, estudia dar un festivo a todo el país si la selección levanta la copa.

Pero entre Inglaterra y la culminación de su plan de reescritura se interpone todavía la Italia de Roberto Mancini, menos Italia que nunca en su alegre vida al ataque hasta cuartos, y tan Italia como siempre en la semifinal en la que eliminó a España. Y sobre todo, con nueve grandes finales en su repertorio antes de la de hoy (seis de Mundial y tres de Eurocopa). Italia está urgida a un segundo título europeo, pero no tanto como los ingleses a estrenarse en unas circunstancias dispuestas para la redención o la melancolía extrema. En el fondo, se trata de un Inglaterra contra Inglaterra.

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Sobre la firma

David Álvarez
Sigue la información del Real Madrid y la selección española en EL PAÍS, donde ha sido redactor jefe de la sección de Deportes. Ha cubierto los Juegos Olímpicos, el Mundial de fútbol y la Eurocopa. Antes trabajó en ABC, El Español, ADN, Telemadrid, y La Gaceta de los Negocios. Es licenciado en Periodismo por la Universidad de Navarra.

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