Immobile o el patito feo de la bella Italia
El delantero, que ganó la Bota de Oro con la Lazio, no acaba de encajar en el juego de un equipo que asocia sus éxitos a un nueve
A Ciro Immobile, napolitano de Torre Annunziata, le cuesta salir de Italia, feliz últimamente en Roma y errante en la Eurocopa. No se entendió con los alemanes cuando estuvo en Dortmund. “En ocho meses ningún compañero me invitó a cenar a su casa”, dijo. Ni los alemanes comprendieron a aquel delantero de 24 años que conducía en dirección al estadio del Borussia, el mismo en el que su compatriota Grosso triunfó en el Mundial 2006, como si circulara en dirección a San Paolo. Aquel ambiente resultó demasiado frío para un futbolista de sangre caliente que no tardó en callejear por la tórrida Sevilla con un helado en la mano mientras Monchi le contaba historias del Pizjuán. Tampoco le fue mejor porque Unai Emery prefería a Gameiro y a Fernando Llorente: “No conseguí salir nunca del banquillo”, se quejó después de aceptar una cesión al Torino y más tarde el traspaso a la Lazio.
Y en Roma es eternamente feliz a sus 31 años porque no ha parado de marcar goles en la Lazio después de contar cuatro en el Sevilla y siete en el Borussia. Immobile triunfa en el club que veneró a Klose después de fracasar como sustituto de Lewandowski en Dortmund. El ariete del Bayern Múnich se rindió tiempo después cuando el delantero italiano ganó la Bota de Oro de 2020 con 36 dianas, cifra que igualaba el récord histórico de la Serie A alcanzado por Higuaín en el Nápoles en 2016. Administrado por la Juve, que nunca le encontró acomodo después de ficharle con 17 años por sus 30 tantos con el Sorrento, Immobile siempre ha goleado en el calcio: 28 sumó en el Pescara de Zeman, cuando se juntó con Insigne y Verratti, pichichi de la serie B en la temporada 2011-2012; 22 en el Torino o 25 en el último ejercicio con la Lazio.
Hasta que ha llegado la Eurocopa. Immobile es el blanco de la crítica desde que se desplomó ante Bélgica en una jugada que acabó con gol de Italia. El delantero se levantó para abrazar a Barella después de simular un penalti por una entrada de Vertonghen. “Hasta en el vestuario nos burlamos, pero Ciro es un buen tipo”, admitió Bonucci. Immobile es el patito feo de la bella Italia. No encuentra su sitio ni parece tener una alternativa en Belotti o Raspadori. La duda es Immobile o Immobile. Ahora que la Azzurra ha cuadrado un muy buen equipo le falta el delantero centro del que ha presumido toda la vida: Rossi, Schillaci, Vieri o Luca Toni, que fue también Bota de Oro con Totti.
A Immobile se le trata como a Morata y, de alguna manera, el italiano aspira también a redimirse, siempre defendido por Mancini. El técnico esquiva cualquier comparación de Immobile con Kane —dos goles contra cuatro—, y subraya el valor de su futbolista en el contexto del juego de equipo: es trabajador, salta a la presión y ataca los espacios, excelente con las rupturas y también preciso en la definición, como saben en la Lazio. Ocurre que el juego no es el mismo en su equipo que en la Azzurra. A veces parece que Immobile, un héroe del calcio, es un extraño en la Nazionale.
Italia dio un paso al frente, ataca con tres delanteros y no con dos, y al napolitano le falta campo y aire para su fútbol de contragolpe, menos dotado para el regate y la asociación y con tendencia al bloqueo como se advierte en la Eurocopa.
Tampoco se defiende fuera de la cancha, porque más que italiano habla napolitano, amigo de Insigne. Agradece que hablen los demás mientras aguarda su momento y sigue el consejo de Mazzola, campeón en 1968: “No le des más vueltas y repite: ‘Yo soy fuerte, puedo hacerlo’; y lo harás”.
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