Mbappé en el jardín de Kimmich
Los jóvenes líderes de Francia y Alemania, que vienen de chocar en la Champions con el PSG y el Bayern, encarnan los complejos futbolísticos de sus selecciones
Cada futbolista representa la tensión entre lo que es y lo que cree que es. Le sucede a los mejores. A Kylian Mbappé, nueve que siente que ha nacido para ser un diez, y a Joshua Kimmich, centrocampista de acompañamiento que se ve a sí mismo como al nuevo Lothar Matthäus. De cómo resuelvan sus complejos los jóvenes líderes de Francia y Alemania dependerá buena parte del partido más estruendoso que reserva esta fase de grupos de la Eurocopa (martes 21:00 horas, Telecinco).
Mbappé tiene solo 22 años pero lleva cuatro temporadas conviviendo junto a Neymar en el PSG. De esta prolongada inmersión en el brebaje saturado de bohemia y lambrettas ha resultado su sospecha de que para ser alguien importante en este negocio es preciso jugar al fútbol de un modo ostensiblemente estético, sin desdeñar ornamentos, cualquiera que sea la ocasión que se presente con la pelota en los pies. La sorpresiva llegada de Benzema a la selección ha generado desconfianza en la mayoría de sus compañeros —muchos todavía le ven como a un sospechoso de extorsión pendiente de juicio oral— al tiempo que fascina a Mbappé. La estrella de Francia ha visto en el madridista la ocasión de emparejarse con el más plástico de los falsos nueves. Que Giroud, uno de los hombres más prudentes y queridos de la plantilla, denunciara en televisión la semana pasada poco menos que una conspiración para no pasarle balones, reveló la brecha moral que se abre en el vestuario.
El escándalo no solo no arredró a Mbappé, directamente señalado, sino que lo reafirmó. Este domingo ofreció una conferencia laudatoria hacia Benzema —”su sentido del juego, su calidad técnica, su eficacia...”— y crítica hacia la actitud de Giroud — “he estado un poco afectado, habría preferido que me lo dijera a la cara...”—.
Fuentes próximas a la federación francesa aseguran que Giroud se siente tan humillado por la inminente suplencia que amenaza entre sus colegas con abandonar la concentración. Deschamps no ha dejado de ensayar un equipo titular con Mbappé, Benzema y Griezmann. Se trata de la delantera más creativa que ha dispuesto un técnico que nunca se caracterizó por ordenar sus ataques con sofisticación. “A los jugadores ofensivos les doy toda la libertad”, dice, de puertas afuera, “yo solo quiero que sepan qué hacer cuando perdemos el balón”. De puertas adentro, según un testigo federativo, el discurso es exactamente el mismo.
Que el juego de Francia se atasque o fluya dependerá únicamente del ingenio de Griezmann, Benzema y Mbappé para improvisar intercambios de posiciones sin cerrarse los espacios unos a otros. Si la inspiración les conduce por el buen camino, Francia se convertirá en un rodillo de virtudes. Si encuentran problemas, precisarán de toda la solidaridad y el sacrificio colectivo de una plantilla sometida a grandes tensiones últimamente.
Uno de los responsables de ahogar a los delanteros franceses será Kimmich. Joachim Löw, el seleccionador alemán, ha manifestado que el volante llevará a cabo su misión desde la banda, como carrilero en un 5-2-2-1. “Joshua es como Lahm”, dijo Löw, “puede jugar de lateral”.
Duelo en Champions
La decisión de ponerlo como lateral contra Letonia en el último amistoso desencadenó un acalorado debate en Alemania. Allí el hombre goza de un nutrido coro mediático que afirma que se trata de la reencarnación de Matthäus, por lo menos. “Si Joshua no juega en el medio, Francia nos arrasará”, profetizó Berti Vogts. Lo cierto es que, salvo Flick, todos los técnicos que tuvo en el Bayern —Guardiola, Ancelotti y Kovac— prefirieron ponerlo en un costado antes que darle la manija del equipo. Löw se inclina por Gündogan y Kroos como dobles pivotes porque, al igual que sus colegas, observa en Kimmich una peligrosa tendencia a la sobreactuación.
Un exceso de confianza mal llevado por Kimmich fue lo que precipitó la eliminación del Bayern en cuartos de final de la Champions esta temporada, ante el PSG. Corría el minuto dos del primer partido cuando el centrocampista pretendió controlar una pelota cuyo dominio excedía sus posibilidades. Del mal control se aprovechó Neymar, que robó y corrió antes de habilitar a Mbappé para el 0-1.
Aquella fue la penúltima ocasión que situó frente a frente a Mbappé y a Kimmich. Volvieron a reunirse en el Parque de los Príncipes en la vuelta, después de que Kimmich, en otro alarde de fe ciega, declarara que el Bayern pasaría con holgura: “Ellos van a mirar la semifinal por televisión”.
Cuando acabó el partido en París, los jugadores del PSG se dedicaron a pasar junto a Kimmich al grito de “¡vete a ver la televisión!”.
Al pobre Kimmich todavía le deben doler los oídos. Esta noche se reencontrará con Mbappé en su casa, en Múnich.
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