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Doble o nada para la Francia de Benzema

El punta debe adaptar su vocación de liderazgo a un equipo que ganó el Mundial jugando con un estilo opuesto al suyo

Deschamps, Benzema y Griezmann en Clairefontaine.
Deschamps, Benzema y Griezmann en Clairefontaine.CHRISTIAN HARTMANN (Reuters)
Diego Torres

Jugar fácil es muy bueno para el fútbol y jugar cómodo es invocar la ruina. Una línea muy fina separa lo genial de lo banal. Karim Benzema traspasó esa línea para salir del área, volcarse a las bandas o posicionarse en zonas blandas como diez, y hacer cosas deslumbrantes que no aportaron nada a las jugadas durante su regreso con la selección de Francia en el amistoso contra Gales, el miércoles pasado. Así lo vio un técnico que asesora a la Federación Francesa de Fútbol (FFF). La advertencia apunta al gran dilema de la Eurocopa que comienza esta semana. El engranaje del nueve del Madrid en la selección campeona del mundo es una apuesta de alto riesgo: a doble o nada.

Tan majestuoso como inocuo, el despliegue de Benzema contra Gales (3-0) puso de manifiesto el carácter de su retorno. Después de cinco años apartado de la selección por su presunta complicidad en un caso de extorsión a un compañero de equipo que está pendiente de juicio, Benzema no ha regresado como un meritorio ni un arrepentido. A sus 33 años, ha vuelto con aire lisonjero a reivindicar su clase y a exhibir su liderazgo entre unos colegas que le observan con menos reverencia que curiosidad. Griezmann, Mbappé, Tolisso o Pogba, que le acompañaron el miércoles, vienen de ganar una Copa del Mundo sin él.

“Es un jugador más”, repite Didier Deschamps. Insistentemente preguntado por la nueva inclusión, el seleccionador procura evitar pronunciar su nombre. “Queremos integrarlo en un esquema en el que los delanteros tienen una gran libertad”, dijo tras el partido con Gales. “Ahora tenemos que discutir los ajustes entre todos”.

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En el cuartel de Clairefontaine están persuadidos. Benzema no siempre fue un competidor feroz. Hasta 2016 fue un chico indolente que no dejaba de comer hamburguesas y se pasaba las tardes tirado en un sofá. Fue la persuasión del exentrenador del Madrid, Zinedine Zidane, de origen argelino como él, lo que transformó su naturaleza hedonista y le empujó a jugar fácil antes que cómodo. Se instaló un gimnasio en casa, duplicó sus entrenamientos, cuidó la dieta y se convirtió a la hiperactividad. La cuestión es: ¿responderá igual con Deschamps?

Deschamps se niega a dar el más mínimo detalle sobre la reunión que mantuvo con Benzema este invierno para reconstruir su relación. Pero en el entorno de la FFF aseguran que el jugador no solo no se disculpó ante el seleccionador sino que se mostró retador con él. Le reprendió por señalarlo en público por un crimen que —según él— no cometió. Ambos justificaron su reencuentro por el bien del equipo. Pactaron pero no se perdonaron. Ahora en la directiva federativa existe cierta preocupación. Primero, porque la misma lógica que transformó a Benzema en un gran competidor de la mano de Zidane, con quien mantenía una complicidad fraternal, puede volverse en contra del equipo si no logra entenderse con Deschamps. Segundo, por la reacción de la plantilla en caso de que los malos resultados exijan elevar el compromiso colectivo. El Grupo F, que enmarca a Francia, prevé un debut frente a Alemania el 15 de junio y un cierre de fase ante Portugal el 23.

“Si Benzema entra bien en el equipo, Francia jugará mucho mejor al fútbol”, dicen fuentes próximas a la FFF, “si los resultados no acompañan, hay jugadores como Pogba que tienen mucho carácter y no se van a callar si perciben que alguien pretende que los demás corran para él”.

La presión de Zidane

El debate que anima a la afición de Francia es el mismo que agita a los funcionarios de la federación: si en 2016 y en 2018 Deschamps no encontró motivos para convocar a Benzema para la Eurocopa y el Mundial, ¿por qué le llama ahora si dispone de más futbolistas que nunca, su equipo funciona como un reloj, y ganó sin él la Copa del Mundo? Las fuentes consultadas en el organismo que regula el fútbol francés apuntan otra vez a Zidane.

Noël Le Graët, el presidente de la federación, quiere que Zidane sea el próximo seleccionador. Deschamps, que no se ha pronunciado sobre si seguirá en el cargo tras la Eurocopa, lo sabe. También sabe que si Zidane toma posesión del banquillo, lo primero que hará es convocar a Benzema, su jugador fetiche en el Madrid. “Deschamps llamó a Benzema para exhibir su altruismo y evitar quedar malparado si, cuando él ya no esté, lo llama Zidane”, señalan en el entorno federativo. “Y es posible que Benzema aceptara porque considere que a partir de septiembre el nuevo seleccionador sea Zidane”.

Mucho se ha discutido en Francia sobre la competencia de Deschamps como entrenador. Lo que nadie cuestiona es su gran sentido político. Deschamps lo niega, pero en su entorno aseguran que sus conversaciones con su amigo Zidane han sido constantes desde hace años y que, en el curso de estos contactos, han hablado largo y tendido de Benzema.

La situación adquiere un relieve moral cuando el hombre que Benzema desplaza al banquillo es Olivier Giroud. El nueve del Chelsea es la clase de futbolista que acaba los partidos pidiendo perdón a sus compañeros por todos aquellos balones que le pasaron y que él no supo aprovechar. Consciente de sus limitaciones técnicas, las compensa con esfuerzos continuados para ayudar en defensa a unos colegas a los que venera. El vestuario le adora y Deschamps también. Para Deschamps, que ganó el Mundial de 1998 con Givarch —una estaca análoga a Giroud que tampoco metió un solo gol en el torneo de 2018— esta materia es crucial.

Giroud en las antípodas

Los centrodelanteros se clasifican, según el abanico de acción, entre aquellos que fijan su posición en el área y aquellos que revolotean alrededor de su zona para armar jugadas. Los asesores de la FFF recuerdan que en el último lustro Deschamps tuvo a su disposición a un delantero excelente que constituye el intermedio perfecto entre los dos extremos: André-Pierre Gignac. El ex nueve del Marsella podía oficiar lo mismo de tanque que de diez. Que antes del Mundial de 2018 Deschamps descartara a Gignac para apostar por Giroud, la condensación más pura del punta inhábil cuando sale del área, reveló la verdadera naturaleza del entrenador. Deschamps siempre fue un decidido discípulo de la escuela de Gérard Houllier. En cumplimiento de sus preceptos el nueve debe ser un combatiente, tan dedicado a defender como a servir de primera vía de escape para lanzarle todos los balones bombeados que sean necesarios cuando el rival presiona arriba. Ningún futbolista vive más en las antípodas de todo eso que Benzema.

Si contra su sensibilidad Deschamps consigue establecer un orden que permita un fútbol más dinámico, si Benzema logra afrontar la competición con la mentalidad que le caracterizó bajo el mando de Zidane, y si sus compañeros aceptan su liderazgo —y las degradaciones jerárquicas que implique en un grupo consagrado—, entonces Francia podría conquistar la Eurocopa con la misma facilidad conque ganó el Mundial añadiendo además la cuota de esplendor que le falta.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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