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Copa América
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El mundo que habitan los hombres del fútbol

La Eurocopa y la Copa América han demostrado que los que detentan los poderes de la pelota parecen incapaces de vincularse con el mundo que los rodea, aquel donde viven aquellos que los han hecho millonarios

Marion Reimers
Copa América
Una integrante del equipo de seguridad en el estadio Mané Garrincha, en Brasilia.FERNANDO BIZERRA JR (EFE)

¿Cómo es el mundo que habitan los hombres del futbol? ¿Es en verdad tan diferente de aquel que vivimos el resto de las personas? El esfuerzo por entender las decisiones y manejos de quienes detentan los poderes de la pelota es inagotable y puede ser desesperante para aquellos que amamos el deporte pero evitamos caer en el cinismo de que el fútbol está podrido y no hay nada más por hacer. Mientras a ambos lados del Atlántico se disputan los torneos de selecciones más importantes para cada una de estas regiones, el deporte ha sido tal vez lo menos llamativo de cada una de las competencias. Los dirigentes y sus polémicas determinaciones fueron, hasta ahora, el principal foco de la atención.

Por un lado se encuentra la UEFA (la Unión Europea de Federaciones de Fútbol), criticada y exhibida al abrir una investigación contra el arquero alemán Manuel Neuer por usar un gafete de capitán con los colores del arcoíris. La intolerancia que han mostrado ha sido consistente: sus dirigentes rechazaron también la petición del alcalde de Múnich de iluminar el estadio en el que se jugaría el Alemania-Hungría con estos mismos colores, en pleno mes del orgullo, por considerarlo un mensaje de corte político. Sin embargo, es esa misma UEFA la que en 2019 se jactaba en Twitter —con arcoíris incluido— de que esta sería una competencia inclusiva y para todas las personas. De acuerdo con estudios realizados por las organizaciones Out on the Fields y OutSports, el 80% de las personas encuestadas ha presenciado o experimentado homofobia en el deporte con el lenguaje homofóbico como la agresión más común. Además, el 78% considera que una persona abiertamente homosexual no estaría segura como asistente a un evento deportivo.

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Atravesando las convulsas aguas del Atlántico se encuentran la Conmebol y, principalmente, la Confederación Brasileña de Fútbol (CBF). Al margen de todas las suspicacias que ha levantado un torneo organizado en un país con una altísima tasa de contagios, la ruptura de protocolos por parte de varios seleccionados, la participación activa de un presidente negacionista de la pandemia y la oposición clara de parte de varios sectores de la afición (sí, esa misma que ha hecho al fútbol una industria archimillonaria), resulta todavía más preocupante entender la colaboración —consciente, coaccionada o presuntamente inocente— por parte de los dirigentes del organismo que maneja la zona más prolífica del orbe en cuanto a generación de futbolistas se refiere.

Previo al arranque del torneo, los periodistas Gabriela Moreira y Martín Fernández publicaron una investigación en la que una funcionaria de la CBF había acusado a su entonces presidente, Rogério Caboclo, de acoso sexual y moral. Caboclo, envuelto en una enorme problemática con los jugadores de la selección brasileña, siguió en el cargo y posteriormente fue suspendido durante la competencia mientras continúan las investigaciones. Sin embargo, el objetivo de Caboclo —llevar la Copa América a Brasil con el aval de sus pares en otras federaciones— ya había sido alcanzado. Ninguno de los jugadores brasileños se manifestó abiertamente sobre esto: sus dardos fueron más bien apuntados a Conmebol a fin de no enfrentarse con el organismo rector de su país, ni con el Gobierno, ni con la afición. Sin embargo, su silencio —y la complicidad habitual de la prensa deportiva— retumban aún más ante las persistentes acusaciones de violación o agresión sexual contra su mayor astro: Neymar. No cooperar con las investigaciones que pesan sobre él le significó al jugador del PSG la rescisión de un contrato multimillonario con la firma Nike.

Así, el fútbol se va convirtiendo en un caleidoscopio de sus propios problemas y heridas. Sin embargo, quienes están viendo a través de él parecen únicamente ver transparencia, orden y decisiones a la altura de las exigencias de los tiempos que corren. Es difícil decidir si es más preocupante —e insultante— su incapacidad para vincularse con el mundo que los rodea o la sospecha de que sepan perfectamente lo que sucede y finjan demencia.

¿En qué momento esto pasó a ser algo normal para ellos? ¿Siempre lo fue? ¿Con quiénes se interpelan como para no darse cuenta de lo que pasa a su alrededor? Se suele decir que, entre más cerca se está de la cima, más escaso es el oxígeno. Debemos entonces tener muchas precauciones respecto de la altura en las que encumbramos a quienes están a cargo. El mal de altura tiene como una de sus principales características la confusión y la incapacidad para maniobrar con claridad.

Ojalá los dirigentes del fútbol y las superestrellas de la industria se empeñaran en construir ese mundo en el que aparentemente viven con el mismo ahínco con el que pretenden hacernos creer que ese mundo es en el que ya habitamos todas las personas. Un mundo sin acoso, sin abuso de poder, sin corrupción y sin desigualdades. Sería maravilloso que nos invitaran a participar a todos.

Marion Reimers es periodista y locutora mexicana.

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