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Roglic y Mas le dan otro mordisco a O’Connor en la Vuelta a España

En una etapa en la que Dunbar se lleva el triunfo tras meterse en la fuga, el esloveno y el español recortan al líder 37s en la última subida

Eddie Dunbar vuelta a España
Eddie Dunbar, de Jayco, festeja su triunfo de Etapa en Padrón.Javier Lizón (EFE)
Jordi Quixano

Aunque todavía se deshoja la margarita de la Vuelta, toda vez que sobran los candidatos para el trono, hay una máxima que por el momento no falla: O’Connor, el líder, el que puso la carrera patas arriba con una escapada para la hemeroteca, aguanta las embestidas en las montañas largas, pero pierde tiempo en los riscos cortos. Le ocurrió en Cazorla y le volvió a suceder este martes en Padrón, tres kilómetros con una pendiente media de 8,9% que se le indigestaron de mala manera. Edén para Roglic y Mas, que lograron recortarle 37 segundos [ahora el australiano tiene una renta de 3m 16s sobre el esloveno y de 3m 58s sobre el español], que siguen empecinados en lograr la reconquista, en reclamar su corona para Madrid. “No quería perder tiempo, pero queda es una etapa menos”, aceptó un poco contrariado O’Connor. Peor le fue a Carapaz, que perdió su lugar en el podio, y la gloria de la etapa fue para el irlandés Eddie Dunbar (Jayco), que se puso el laurel tras meterse en la fuga buena. Otra máxima de esta Vuelta, pues casi no hay escapada que no tenga recompensa.

Por las carreteras sinuosas y secundarias gallegas, que abrazan el verde intenso, de musgo y bosques colindantes repletos de vida y oxígeno, de tierra de pasto también, se dio una película ya vista. La del malicioso y magnético juego de la escapada, también la de las alienaciones de los astros. Resultó que durante casi 70 kilómetros fueron muchos los ciclistas que intentaron dar un hachazo, todos ninguneados por diferentes intereses. Sales tú y ahí que voy yo. Arrancas tú y a la chepa que me pongo yo. Podía ser que unos no quisieran perder la posición del equipo; otros que no desearan ver comprometida su plaza en la general; alguno que descartara poner en riesgo sus puntos de bonificación para cualquier maillot… O, simplemente, que si el equipo Pepito tenía a alguien y el equipo Menganito no, bastaba para fagocitar sus ilusiones con la esforzada persecución. Pero, de repente y por arte de magia, el pelotón sufrió un cortocircuito. Uno más. Como el que le valió a O’Connor para desatar el caos en la Vuelta; como el que le sirvió a Yates para meterse en la general.

Sucedió que entre el Puerto de San Xusto y el de Aguasantas salieron escopeteados un sinfín de corredores -38 para ser exactos- y el AG2R, el equipo que se presupone como juez de la carrera porque tiene a O’Connor como líder, dio el visto bueno con su ya consabido lema de dejar hacer. No había nadie que les inquietara, calculadora en mano, ninguno que les incomodara. Así que fueron al trote mientras los fugados lo hacían al galope, pues en pocos kilómetros sacaron una renta de cinco minutos. Con esa diferencia, tras rezongar un poco, desde el pelotón volvieron a poner la velocidad necesaria para que no se complicara la etapa, para mantener las distancias. Aunque las preocupaciones se multiplicaban, pues O’Connor tuvo que cambiar de bicicleta -posiblemente por pinchazo- al tiempo que Carapaz se dio de bruces con el suelo, topetazo suave, pero batacazo al fin y al cabo. Una jornada torcida para ambos.

Con el paso de los kilómetros, además, se añadió otro motivo de desasosiego para el AG2R, pues no recortaba tiempo y por delante estaba el neozelandés George Bennett (Israel), a 9m 50s del oro, que iba acompañado por otros tres corredores del equipo. Por lo que en la tercera subida, la segunda a Agusantas, todos aceleraron el ritmo, partida de ajedrez a dos bandas; Israel, por su lado, con la avidez de atrapar a Meurisse, cosa que lograron antes de enfilar el último risco; y el equipo del líder, por el otro costado, empeñado en recortar la diferencia con los escapados. Más que nada porque la permisividad ante tantas fugas, ante tantos candidatos para la lucha por el cetro, no le permitirá futuros descuidos. O mandas o te comen.

Pero para bocado el de Roglic y Mas, que a falta de 10 kilómetros encararon el último puerto y dieron el hachazo. Carretera arriba, pedaladas eléctricas, de pie sobre la bicicleta y fiereza al manillar, ambos salieron como un resorte para despegarse de su sombra y abrir brecha, para disfrutar, ya con la lengua fuera y con la reserva en los pulmones, de los 37 segundos que le recortaron al líder junto a Landa, Gaudu y Skjelmose, capaces de unirse a la fiesta. Esa en la que Dunbar hizo de maestro de ceremonias, que arrancó a falta de 400 metros juntos los escapados para dejarlos en estatuas; esa a la que no invitaron a O’Connor ni a Carapaz. “Esperaba que me atacara Roglic, pero también esperaba seguir a su rueda. Pero no siempre sale todo”, lamentó el australiano, focalizado en las duras etapas del fin de semana. Aunque mañana, para su zozobra, hay una llegada en alto, 16 kilómetros de sufrimiento.

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