El Olympiacos descarrila al Barcelona de Europa
A pesar de un Laprovittola en erupción, el equipo azulgrana perdió la voz en el último cuarto y se queda sin la ‘Final Four’
Un último cuarto para olvidar, de esos de equipo chico y poca sangre, de muñeca torcida, de un quiero y no puedo de cajón, dejó al Barça sin la Final Four, coscorrón de los que escuecen porque constató que el proyecto post-Jasikevicius y post-Mirotic hizo aguas. El Olympiacos, siempre a remolque hasta que se rebeló con McKissic, enmudeció al Palau y a los azulgrana, descarrilados de Europa y ausentes de la gran cita por primera vez en cuatro cursos.
Reducido a la nada en el último envite, el Barça entendió que debía ofrecer una versión mucho más enérgica, ser más solidario en defensa y evitar los lanzamientos fáciles de un rival al que le das la mano y te coge el brazo. Alimentado por un Palau en ebullición, el Barça destiló de inicio una defensa hercúlea, punteos a tiempo, negación de pases y robos sin parar. Pero encestar era otra historia para todos menos para Laprovittola.
BARCELONA, 59 - OLYMPIACOS, 63
Barcelona: Satoransky (2), Laprovittola (17), Kalinic (0), Parker (4) y Vesely (6) -quinteto inicial-; Da Silva (0), Rubio (6), Hernangómez (9), Abrines (13) y Jokubaitis (2).
Olympiacos: Walkup (3), Canaan (6), Peters (6), Papanikolau (11) y Fall (0) -quinteto inicial-; Williams-Goss (8), Wright (2), Larentzakis (0), Petrusev (5), Milutinov (10) y McKissic (12).
Parciales: 12-9, 15-16, 13-15 y 19-23.
Árbitros: Radovic (Croacia), Javor (Eslovenia) y Nikolic (Serbia). Sin eliminaciones.
Palau Blaugrana. 7.742 espectadores.
Al argentino no se le ve echar broncas ni bramar al cielo, tampoco hacer aspavientos porque no le va el aderezo como tampoco se le aceleran las pulsaciones. Es un líder sobrio que pide la pelota cuando a los demás le quema. Y eso ocurrió al abrirse el telón, un primer cuarto en el que nadie veía el aro, donde se sucedían los tiros y los errores, pues se contaron 31 lanzamientos y solo siete canastas, amén de dos tiros libres de Canaan y de Ricky Rubio. Pero Laprovittola dictó lo contrario, rampa hacia la canasta, los ocho primeros puntos del Barça. Su balón, su reino, su cuarto (12-9).
Descompuesto Bartzokas porque no soporta las pérdidas, los jugadores del Olympiacos aguantaban el chaparrón sin corregirse porque seguían los hurtos, ahora de Abrines, ahora de Ricky. Y tantas bolas extras encontraron premio, sorbos de Hernangómez bajo el aro. Insuficiente, en cualquier caso, para desgajar al rival heleno, con callo para la brega, refugiado en el ejercicio físico y la permisividad europea arbitral, además de por la dirección de Williams-Goss y los centímetros de Milutinov para desdibujar la distancia, para explicar que si tenía que morir lo haría de pie. Aunque la batahola sin pelota naranja tanto le daba a Laprovittola, que volvió a pedir la redonda para cerrar el acto en un duelo de estrecheces (27-25).
Siempre gallardo, gustoso de los grandes retos, Canaan también quiso dejar su huella en el envite. Pero la noche no era para las individualidades sino para el colectivo y el Barça hacía honor a los mosqueteros –uno para todos y todos para uno–, espoleados por un Palau que bullía como nunca, comunión azulgrana. Aunque no había manos con puntos (horrible Kalinic y Parker no metía una; 0 de 7 triples) ni rendición del Olympiacos, siempre a rebufo hasta que llegó al prólogo en igualdad de condiciones, 40-40, intriga y dolor de barriga.
Ocurrió entonces que el Barça se hizo chico, versión de garrafón, precipitaciones que daban aire a un Olympiacos, capaz de ponerse por primera vez por delante (47-49) con un triple de McKissic. Suya fue la revolución, otra muesca desde la periferia y bandeja para abrir brecha, azulgranas en remojo tras un nuevo triple de Papanikolau. Lo justo para batir a un Barça que a la hora de la verdad se quedó sin argumentos y callado, también eliminado.
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