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Parker, de llegar a prueba a ser un pilar en el Barcelona

El alero, que llegó sin contrato, no solo ha renovado sino que se ha hecho capital en un equipo que se juega ante el Olympiacos el billete para la ‘Final Four’

FC Barcelona vs Olympiacos
Parker entra a canasta en uno de los duelos de la serie ante el Olympiacos.Alejandro Garcia (EFE)
Jordi Quixano
Euroliga - cuartos - jornada 5
Barça
Barça
59 63
Finalizado
Olympiacos
Olympiacos

En lo que era un retiro deportivo y hasta cierto punto espiritual, Jabari Parker (Chicago, Estados Unidos; 29 años) llevaba varios meses entrenándose en solitario en Hawái, poniéndose a tono después de dos graves lesiones en la rodilla que esfumaron toda su proyección en el baloncesto, pues pasó de ser la estrella universitaria de Duke al número dos del draft de la NBA en 2014 -por delante de Embiid y Jokic, por ejemplo-, de un rookie que atraía flashes y rivales a un jugador en la rebotica que tras salir de los Bucks pasó por cincos equipos (Bulls, Wizards, Hawks, Kings y Celtics) para echar el pie a tierra, hasta cierto punto anémico de voluntad. Lo había seguido Juan Carlos Navarro, director general del baloncesto del Barça, y este verano se le ocurrió contactar con su agente para preguntarle si le interesaría hacer una prueba. “Aceptó de ipso-facto”, admiten desde el club. Meses después se ha demostrado que todos dieron en el clavo, capital el jugador en el conjunto azulgrana, renovado ya hasta 2026, figura venerada por los aficionados por su espectacularidad y magnetismo tanto dentro como fuera de la cancha. El bastión al que se aferra ahora el Barça, que hoy se juega su pase a la Final Four en el Palau y ante el Olympiacos en el duelo decisivo de la serie (21.00. Movistar), ya que van 2 a 2.

Las pruebas a Parker se hicieron en agosto y a puerta cerrada, y pronto quedó claro que el ala-pívot no venía de vacaciones, toda vez que antes de que le dijeran nada pidió la pista de la Ciudad Deportiva para ejercitarse. Unos días más tarde, pasó todas las pruebas médicas y Roger Grimau y su staff lo citaron para dos entrenamientos en solitario. “Se frotaron los ojos”, cuenta una voz autorizada; “vieron que era un jugador especial, que tenía mucho baloncesto y que se trataba de lograr que se adaptara al baloncesto europeo”. Desde la dirección del club, aunque un poco preocupados porque era demasiado introvertido, quedaron conformes por su voluntad de integrarse y aprender, incluso porque no había un solo tatuaje en su cuerpo –”no es ni mejor ni pero, simplemente diferente y un rasgo de personalidad”, revelan-, por lo que le extendieron un contrato para una temporada. El paso de los meses confirmó los mejores presagios. “Se ha convertido en uno de los pilares de nuestro proyecto”, resuelve con orgullo Josep Cubells, responsable del área del baloncesto y vicepresidente del club. También en una persona de lo más querida.

En el vestuario pronto se ganó el respeto del grupo, capaz de romper los partidos o incluso repararlos -en el tercer partido ante el Olympiacos o este fin de semana frente al Gran Canaria se llegó a la prórroga gracias a sus tiros libres sobre la bocina-, triplista o baluarte en el lanzamiento de media distancia, también espectacular con sus mates. “Es muy humilde y nunca repasa su DNI en el baloncesto, no se cree un crack”, esgrimen desde el vestuario. “Te gana fácil por cómo es”, señala otro compañero, que recuerda que tras su renovación invitó a un piscolabis al vestuario y, para sorpresa de todos, les encantó por más que fuera vegano, un modo de vida para Parker desde hace dos años. Lo mismo ocurre con el Palau, que ya le ha convertido en su ojito derecho. Puede que sea por su sempiterna sonrisa en el parquet –”soy un privilegiado porque no me tengo que levantar a las seis de la mañana para cargar cajas o conducir camiones, ni me tengo que preocupar por llegar a fin de mes”, reconocía para La Vanguardia-; o porque cada mañana coge el metro (vive en el centro de la ciudad) para acudir a los entrenamientos y empaparse de la ciudad y su gente, ahora que ya empieza a soltar palabras en castellano; o porque no es raro verle en los Cines Balmes para ver películas subtituladas o hacer footing -el lunes lo hizo- por diferentes barrios; o incluso porque no se pierde los eventos deportivos de la ciudad porque se le ha visto en el Camp Nou, en el Godó de tenis y hasta en un torneo de los canteranos en Castelldefels el fin de semana que descansó ante el Obradoiro.

De bisabuelo nacido en Tonga evangelizado por misioneros y mudado al obrero y conflictivo barrio de South Shore de Chicago, Parker se crio con una pelota en las manos -su padre Sonny jugó seis años en los Warriors de la NBA- y fuertes lazos familiares y mormones. “No teníamos mucho en casa, pero mis padres nunca me lo dijeron. Pero si tienes buenos valores, puedes ser pobre, pero te puedes sentir rico de corazón. Esa es la educación que recibí y siempre fui un niño feliz”, explicaba para Gigantes. En Barcelona también lo es tras pasar años tortuosos con las lesiones.

Ávido lector y enamorado de la música, defensor de los derechos humanos -”Fui uno de los primeros atletas en pronunciarse contra la violencia policial contra los negros. Sentí esa responsabilidad como figura pública. La violencia no se puede tolerar. No hay que dañar a alguien sólo por estar en desacuerdo contigo”, expuso en noviembre en una entrevista para la ACB-, Parker ya sabe que se quedará por un tiempo, pues dice que quiere ver todas las playas y hasta la montaña de Montserrat, también el Tibidabo. Aunque primero, profesional como es, espera dejar su huella en el parquet. La ocasión se da en el envite decisivo ante el Olympiacos, donde volverá a salir al primer calentamiento con el móvil y los AirPods para encestar a su ritmo, donde pedirá el balón para subrayar sus nervios de acero, donde confía en sellar el pasaporte del Barça hacia la Final Four de la Euroliga.

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