La maldición del nuevo Messi
La sombra del argentino y la búsqueda de un sucesor ha destrozado ya carreras de fantásticos futbolistas. A Lamine, fan de Neymar y cuya única pega podría ser su tempranísima irrupción, parece importarle un bledo el peso de la historia


El fútbol son épocas, profecías y, a veces, una larga espera hasta encontrar al elegido que devuelve la ilusión a la grada después de una oscura pesadilla. Luego, también es ese segundo en el que vuelve a romperse todo. Cada vez que Hansi Flick publica la lista de convocados hay un runrún entre malsano y melancólico para comprobar si, esta vez, estará a Ansu Fati, martirizado por su propio destino, las lesiones y, sobre todo, un diez a la espalda pesado como un transatlántico que recuerda de forma cruel, como la llufa de una inocentada, que un día fue elegido para devolver al Barça a la gloria y sustituir a Messi.
El 7 de noviembre de 2020, después de irse de un defensor como una exhalación, Jordi Alba le filtró un pase en el área y cuando iba a conectarlo, Aïsa Mandi le arrolló y su tobillo quedó atornillado en el césped. El grito de dolor se oyó en todo el campo. Y aunque luego jugase toda esa primera parte contra el Betis, aquel día se rompió el menisco interno de la rodilla izquierda y también la fulgurante carrera del futbolista, que había firmado un contrato millonario y asumido el peso de cambiar el rumbo del equipo.
En el fútbol, como con el alcohol en determinadas fiestas, no es aconsejable empezar demasiado pronto ni demasiado tarde si uno quiere durar. Y nadie como Bojan Krkic, el mejor delantero de las categorías inferiores del Barça (423 goles), para explicar la dificultad de irrumpir como un meteorito. Un elegido al que masacró psicológicamente la presión y la crueldad de un vestuario que le puso la cruz cuando comenzaron las portadas con la cantinela del “nuevo Messi”. Lo cuenta todo él mismo en un intenso y valiente documental (en Movistar+) sobre su carrera, en la que pasó de ser un producto genuinamente culé a un buscavidas con la maleta siempre lista. Roma, Milan, Ajax, Montreal o Stoke City, convirtiéndose de paso en el primer español en marcar en las cuatro grandes ligas europeas.
La historia de Bojan tiene varios momentos dramáticos. El primero ocurrió cuando Luis Aragonés le convocó para jugar con la selección y pulverizar el récord de precocidad en un debut con la absoluta. Ese día no llegó a salir del vestuario, se quedó sentado junto a la taquilla, roto por un ataque de ansiedad. Desde entonces, le ocurrió de todo, incluido un gol anulado contra el Inter de Milan en una semifinal de Champions que hubiera cambiado su historia y, probablemente, también la del Barça. “Bojan es el único jugador que casi me mata de un ataque al corazón”, dijo Mourinho.
Al futbolista, en cambio, lo mató una presión y una identidad, cuenta él, a la que no quería renunciar con la fama. Fue así hasta que un día, harto de cesiones por Europa, rescindió definitivamente su contrato con el Barça y fichó por el Stoke City. Su padre, un exfutbolista yugoslavo que emigró al Mollerussa que hoy tiene un ojo quirúrgico para los jugadores, le dejó en el aeropuerto pensando que el calvario había terminado. Pero cuando el avión —y su propia vida— despegaba dejando atrás el universo culé, el chaval tuvo otro ataque de ansiedad tan fuerte que el piloto abortó la maniobra para que esa noche volviese a su casa familiar. Cuando su padre subió a verle a su habitación, se lo encontró viendo Barça TV.
El otro día, mientras los comentaristas de CBS Sports hablaban de la meteórica irrupción Lamine Yamal después del partido contra el Benfica, Thierry Henry se quedó callado y dijo: “Yo vi llegar a alguien así”. El francés fue uno de los que trató de cuidar a Bojan cuando el vestuario, tal y como se percibe en el documental, se lo puso difícil. No sirvió de mucho, porque hay algo natural en la digestión del éxito, en la velocidad en la que uno puede pasar de tener una vida anónima a que esa vida ya no le pertenezca totalmente. El domingo Lamine, cuyo ídolo era Neymar y no Messi, marcó un golazo, falló un penalti y se bajó los pantalones para vacilar a Van der Vaart. Da la impresión de que, al menos en ese sentido, no va a tener problemas.
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