La maleta de Vitor Roque
El penoso traspaso del brasileño engrosa la lista de ruinosos negocios del Barça con el agente André Cury que a menudo han impedido la progresión de jugadores de la casa y son difícilmente explicables con una lógica deportiva

El negocio de los fichajes en el fútbol es hoy un espectáculo en sí mismo, aunque en algunos casos el asunto no pase de sainete. No saquemos conclusiones precipitadas, pero es difícil entender lo más mínimo en la operación de Vitor Roque, al menos si aplicamos la lógica deportiva. Después de solo un año, y una triste cesión al Betis de cinco meses, el Barça acaba de venderlo al Palmeiras, se supone que recuperando la mayoría del dinero que invirtió (como mínimo 30 millones), si omitimos comisiones y demás impuestos revolucionarios (legales, sí) del mercado. Todo el mundo parece haber perdido algo: el jugador, el Barça, el Betis... todos, menos André Cury, que siempre gana. Y hasta aquí los hechos comprobados.
Vitor Roque, que jugó 351 minutos con el Barça después de costar 30 millones de euros fijos más 31 en variables ha batido extraños récords. Hoy, con solo 20 años, recorre el camino inverso a los grandes futbolistas y regresa a Brasil para triunfar. Lo ficha un club que invierte casi 25 millones de euros en él, el traspaso más alto de la historia del fútbol suramericano. Y entre una cosa y otra, incluida una boda y un divorcio exprés en un año, Roque habrá movido ya, como mínimo, unos 60 millones: más de lo que genera la mayoría de futbolistas en toda una larga carrera.
El Barça le fichó cuando no tenía ni para pagar la luz. A Roque, aunque no había jugado ni 30 partidos en primera división, se le caían los goles en Brasil y aquí algunos le comparaban con Ronaldo Nazario. Pero ni el chico era el Fenómeno ni nadie, en realidad, le llamaba Tigrinho en su país, aunque acabase aceptándolo y celebrando sus pocos goles mostrando las manos como si fueran una garras para vender entradas en Montjuïc. El chaval llegó, y empezaron a filtrarse críticas del vestuario. Tenía instinto, pero no controlaba ni un balón y en los rondos, ese severo espejo del alma del cruyffismo, era un desastre. Hundido él, desesperado el Barça, se marchó al Betis con la esperanza de que el esplendor del Guadalquivir lo revalorizase. Pero los verdiblancos terminaron fichando a Antony para la banda, y a Cucho Hernández para su puesto. Y Tigrinho volvió hacer la maleta.
Vitor Roque no tiene la culpa de nada. Es incluso posible que logre demostrar un día lo que costó. André Cury, en cambio, ya lo ha hecho. Es el artífice de otros fichajes para la historia del Barça como Paulinho, Arthur, Coutinho, Emerson Royal, Matheus Pereira, Robert Gonçalves, Gabriel Novaes, Igor Gomes, Vitinho, Marlon Santos, Douglas Pereira y Gustavo Maia. El agente también cobraba 685.000 euros anuales hasta 2020 como hombre del Barça en Brasil, 10 veces más que el ojeador mejor pagado del club catalán, según Catalunya Ràdio.
El Barça ha construido una plantilla increíble con los chicos de la cantera. La duda para el futuro es si lo ha hecho solo por necesidad, o también por vocación. Roque es un mal síntoma, porque a la que pudo, el club fichó a un jugador cuya posición podía haber cubierto mirando a la cantera. La llegada del brasileño, de hecho, aceleró la marcha de Marc Guiu al Chelsea, que se celebró en su momento porque dejaba seis millones de euros, menos de lo que le habrá costado la operación Roque al final de esta aventura.
La historia, eviten confiarse, no ha terminado. Cury, artífice del colosal cambalache para que Neymar terminase en Barcelona y no en Madrid, que pagaba el triple, según el jugador, parece que tiene en mente otra operación. “Neymar estaría dispuesto a volver a Barcelona”. La última vez todo el asunto terminó en los juzgados, convertido en el principio del fin del mejor Barça de la historia.
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