Las vallas españolas florecen en los Europeos de atletismo en Apeldoorn
Quique Llopis lidera con Asier Martínez y Abel Jordán una generación que marca territorio en el mundo y que luchará hoy por las medallas


“Tranquilo, que ya llegarás”, le repetía todos los días Toni Puig para calmar su impaciencia, hasta que un día le dijo, “ya has llegado”. Fue en París, agosto pasado, Juegos Olímpicos. Quique Llopis, el atleta de Bellreguard (Valencia) se ha clasificado para la final de 110m vallas. Es el punto culminante de un verano en el que ha bajado su mejor marca hasta 13,09s, la segunda mejor España de siempre, a cinco centésimas, cinco mundos en una especialidad en la que cada centésima es un mundo, un año de trabajo, del récord nacional de Orlando Ortega.
Se clasifica cuarto en la final. Frustración varios días. El proceso del duelo hasta la asimilación. “Me fui de vacaciones, desconecté y ahí fue cuando empecé a asimilar todo. En el primer momento no supe aceptar ser cuarto, tampoco supe reaccionar, pero luego lo considero un éxito, sin duda. Con la décima mejor marca ser cuarto, a los 23 años… No podía exigirme más. No podía ser injusto conmigo mismo”, explica en vísperas de los Europeos en pista cubierta, donde la distancia se reduce a 60m. “Además, quedé cuarto a un paso grande de las medallas. Corrieron a un poco más de una décima de mí (un metro), que es una cantidad de tiempo notable. No es que hubiera quedado a dos centésimas…”
Cuarto olímpico y, en cierta manera, patrón de la disciplina en España, donde las vallas florecen. “Para nada soy el jefe”, dice, siempre serio, en el campeonato de España mientras ve cómo se acerca Abel Jordán, el joven (21 años) que llega volando y le pide, “me firmas tu dorsal, por favor”, y lo intercambia con el suyo. “Vienen jóvenes por detrás, y vienen muy fuertes, grandísimos rivales. Esta rivalidad es muy positiva. Cuanta más rivalidad más aprietas. Saber que tienes un nivel tan alto en el país es un extra para trabajar más”. Y, desde el otro lado de la barrera, Abel Jordán, segundo, tan rápido que corrió en 7,53s pese a trastabillar con las vallas, dice lo mismo con otras palabras. “Estoy supercontento del nivel que tiene España en las vallas, porque no solo es muy bueno, sino que a mí me hace ser mejor porque tengo que batir a la gente. No soy el mejor y tengo que mejorar”, dice Jordán, nacido en Vigo de padres cubanos nietos de exiliados canarios en la isla, pero madrileño de alma, un velocista que aprendió a saltar vallas en la Universidad Estatal de California, en Fullerton, donde enseñaba Dominique Arnold, un atleta de 12,90s. “Dominique estuvo hasta el año pasado, pero todo lo que me enseñó lo sigo aplicando y le agradezco muchísimo. Aprendí un montón con él. Y él me lo dijo, a partir de este año has aprendido tanto que vas a poder ser capaz de enseñarte a ti mismo a hacer vallas, y poco a poco voy aprendiendo a gestionar yo mis propias carreras, a saber lo que hago bien, lo que hago mal”.
Aquel día, en Gallur, Asier Martínez, 25 años, ni sonríe ni habla. En las semifinales de los Nacionales le ha descentrado la velocidad de Jordán y se le han amontonado las vallas. Derriba y se queda atrás. Un momento negativo más en dos años de naufragio mental del primer vallista español que saltaba desde la gran sombra de Orlando Ortega. El navarro Lo hizo en los Juegos de Tokio, sexto clasificado en la final, cuarto en Europeos y Mundiales en pista cubierta, y en los Mundiales de Eugene 2022 (bronce). Con el oro en los Europeos de Múnich al aire libre (13,14s, su mejor marca), donde una milésima fue oro, tocó el cielo, que se derrumbó sobre su cabeza el invierno siguiente. Problemas ajenos a la pista y una lesión truncaron su temporada, y en 2024, una salida nula en las semifinales de los Mundiales en pista cubierta, le remataron. Cuatro días después de los Nacionales, en el mitin de Madrid, la misma pista de Gallur en la que, deslumbrado, corrió al lado de Llopis y de Grant Holloway, el dios de los 60m, que batía el récord del mundo (7,29s) en 2021, Asier Martínez es otro, y hasta, por fin, sonríe su entrenador, François Beoringyan, últimamente meditabundo. Los planetas se alinean en el cielo y en su cabeza. Corre como hacía año tiempo que no hacía. 7,53s. Está en forma. Regresa.
Los tres eran niños cuando Orlando Ortega llegó de Cuba, estrella mundial ya, y agitó el mundo de las vallas. Los tres, el sólido valenciano, el navarro que vuelve y el madrileño volador, hacen olvidar al subcampeón olímpico de Río, dominan sus series y se clasifican para las semifinales del viernes (14.05), salto previo a mediodía hacia la final nocturna (21.53) de altísimo nivel, en la que ya deberán vérselas con los demás favoritos, los franceses Belocian y Kwaou, el polaco Szymanskiy y el suizo Joseph.
Todos los deportistas soban la máxima “unas veces se gana y otras se aprende”, y Alberto Contador ironiza y subraya que lo malo es pasarse la vida aprendiendo, sin llegar nunca a saber nada, pero Llopis se lo aplica con sabiduría a su periplo deportivo. “Con Toni, mi entrenador, siempre hemos sabido dónde estamos, nunca nos han entrado esas prisas de querer llegar a un sitio rápido”, dice Llopis. “Mi primera gran final fueron los Europeos de Múnich y allí pequé de que, ostras, en la semifinal me encontré muy bien y sabía que estaba para estar luchando por el bronce y el ansia de querer correr más de lo que podía, pues bueno me pasó factura. Una cosa que aprendo yo siempre es que cuando todo va bien aprender es complicado, porque te crees guay, pero cuando las cosas van mal o algo va mal aprendes muchísimo. Yo siempre he dicho que aprendí muchísimo de la caída en la final de Estambul o de ese toque con la primera valla en Múnich… Sabemos rectificar”.
Toni Puig dice que ya ha llegado, pero Llopis aún no está donde cree que sus piernas le pueden llevar, donde llegó con elegancia y suficiencia el atleta que le gustaría ser, el cubano Dayton Robles. No habla del récord de España de 60m vallas, que comparte con Ortega en 7,48s –”los 60 no son mi distancia”, dice, “siempre me lo he tomado como una preparación y para disfrutar de competiciones, competir mucho y bueno, entrar en dinámica de cara al aire libre”--, ni siquiera de los 13,04s de los 110m. Habla de la barrera de los 13s, la que todos los vallistas tienen en la cabeza. “Al aire libre quiero luchar por todo, tanto por medallas en grandes campeonatos o por finales como por marcas. Ningún español ha bajado de 13s, pero creo que lo tengo en las piernas. No ahora, quizás, pero quizás este verano, sí. Es muy difícil, tiene que salir todo muy bien, pero si tenemos esa parte de suerte y todo sale bien, creo que lo podemos tener ahí”.
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