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Que lo sepan todos en los Juegos: “Quique Llopis ha llegado”

El entrenador del vallista valenciano explica las claves de la progresión que le ha llevado en París a la final olímpica de 110m vallas a los 23 años

Quique Llopis
Llopis exulta tras clasificarse para la final de los 110m vallas.Sarah Meyssonnier (REUTERS)
Carlos Arribas

El atletismo español colecciona medallas en el asfalto y en la pista lavanda del estadio hace estallar bombas que iluminan y dejan con la boca abierta, como Moha Attaoui, que a 250 metros del final de las series de 800m cambia de ritmo como solo sabe él, dinamita, y se va tan solo que al salir de la última curva y enfilar la recta, se vuelve un par de veces, y hasta parece asustarse, aunque sus gafas de sol impiden verle la mirada, porque nadie le persigue de cerca. Gana con 1m 44,81s, con un segundo 400m un segundo más rápido que el primero (52,9s + 51,9s; 25,6s el último 200m). Casi un mes después de sus fabulosos 1m 42,4s en Mónaco, el atleta de Torrelavega, de 22 años, sigue on fire.

Se esperan grandes cosas de Attaoui en París (viernes, semifinales: Adrián Ben y Elvin Josué Canales disputarán el jueves la repesca; sábado, final) como se esperan también de Quique Llopis, que desde Gandía, donde se entrena, ha llegado a París. Llopis es un gigante de las vallas (1,86m, 77 kilos) que a los 23 años está ready para dar el gran salto. “No, gran salto no, para subir un escalón más en una progresión continua y regular”, precisa su entrenador, desde juvenil, Toni Puig, el mismo que proclama fuerte: “Quique Llopis ha llegado”.

Tres años después de la irrupción de Asier Martínez, otro español del mismo año, 2000, alcanza la final olímpica (jueves, 21.45) de una prueba creada para los elegidos. “Ya me dijo mi profesor que el 110m vallas es la prueba más complicada”, se ríe Puig como uno que disfruta jugando con el peligro. “Hay que salir bien, luego superar 10 obstáculos [las vallas miden 1,07m] a toda hostia y llegar más rápido aún”.

Llopis hace una demostración práctica en las semifinales. Calle 5. A su derecha, Grant Holloway, el monstruo del momento en la especialidad (mejor marca, 12,81s, a una centésima del récord del mundo), a la izquierda, el japonés Rachid Muratake (13,04s), que desconcierta porque es muy bajito y tiene una salida supersónica, su mejor arma. “Y por eso parece que Llopis sale lento, pero no. Hemos trabajado mucho en la salida con Valentín Rokandio, técnico de relevos. La salida de ocho no se podía mantener porque como es tan grande y tan fuerte no cabía, y tenía problemas con la primera valla. El paso nos dio problemas durante años, y con mucha paciencia, y con su trabajo, ha logrado por fin ajustar su salida a siete pasos antes de la primera valla”, explica Puig antes de la carrera. “Quien sale bien tiene el 40% de la carrera ganada, pero donde de verdad es fuerte Llopis es a partir de la tercera valla, en la fase lanzada. Dejará ir a Holloway, que está a otro nivel y adelantará a Muratake. Acabará segundo”.

Puig lo clava. Todo sale como estaba escrito, aunque en las últimas vallas Llopis se tensa un poco. “Estaba muy nervioso y me podía la ansiedad, porque veía que Parchment [jamaicano, campeón olímpico en Tokio 2020] estaba ahí, y hasta los cuadros no estuve seguro”, dice Llopis, que terminó segundo, en efecto, con una marca de 13,17s, la cuarta mejor de los ocho finalistas. “Después de ver los tiempos, la final va a estar cara, va a estar muy cara, así que no me atrevo a decir ningún número. Lucharé por todo y ya está”.

La progresión del atleta de Bellreguard, paralela a la del navarro Asier Martínez (eliminado en semifinales), sufrió un parón en 2023, después del golpe que se dio en la última valla de la final de los 60m del Europeo de pista cubierta en Estambul. “Tardó tiempo en volver a entrenar. Estuvo meses haciendo solo bicicleta”, recuerda Puig. “Si no hubiera ocurrido lo que ocurrió en Estambul, en el Mundial de Budapest, donde quedó noveno, en vez de 13,30s habría estado en 13,20-22s y todo su 2024 habría parecido más lógico”.

Su 2024: marzo, cuarto en los 60m vallas del Mundial indoor de Glasgow; junio, medalla de plata en los Europeos de Roma, con mejor marca personal (13,16s, ya en el club restringido de los sub 13,20s, las marcas en las que se juegan las medallas). “Ya en el mundial de pista cubierta, donde fui cuarto, me di cuenta de que el 60 no es la mejor prueba que tengo y de que mi nivel competitivo estaba cambiando mucho, tanto física como psicológicamente. Estoy mucho más tranquilo”, dijo Llopis entonces, el tatuaje de la frase de Harry Potter, la luz en la oscuridad, siempre en su brazo, y la medalla de Rayo, su perro. “Ahora tengo que asimilar todo”. En Roma, sin embargo, pese a la medalla de plata, Llopis no estaba aún al 100%. “Llegamos con lo justo porque no nos dio tiempo material, pero unas semanas después salió el verdadero Llopis en el campeonato nacional en La Nucia, donde corriendo solo hizo una marca de 13,09s”, dice Puig. 13,09s es ya la puerta de la excelencia, la 47ª mejor marca mundial de la historia. “La clave es la velocidad entre vallas, la mejora de la frecuencia cíclica. Un segundo entre valla y valla. Es lo que más trabajamos, donde siempre hay margen de mejora. Quique tiene ya madurez muscular y es muy bueno por encima de la valla, y ya la ataca desde más lejos, con mejor parábola, evitando el vuelo excesivamente vertical”.

Son vallas, dicen todos, nadie puede asegurar nada, ni prometer, pero después de la medalla de plata de Orlando Ortega en Río 2016, siempre ha habido un español en una final olímpica. Después de Asier Martínez, es el turno de Llopis.

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Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.
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