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La felicidad ultra de Courtney Dauwalter: “Nuestros cerebros son muy poderosos”

La mejor corredora de montaña de larga distancia repasa sus desafíos extremos tras ver desde la barrera el UTMB un año después de poner la guinda a una triple corona sin precedentes

Courtney Dauwalter
Courtney Dauwalter, al finalizar el Ultra Trail del Mont Blanc el año pasado.Paul Brechu / UTBM

Un año después de ganar en 70 días las tres carreras de cien millas más importantes del mundo, Courtney Dauwalter (Estados Unidos, 39 años) volvió a Chamonix, donde apuró sus últimas gotas de agonía, para animar a sus amigos. Ahí estaba al atardecer con un disfraz de pato. Aquella receta –Western States, Hard Rock y Ultra Trail de Mont Blanc–, la consolidó como la mujer de los retos imposibles, una figura venerada, nada que envidiar a Kilian Jornet. “Solo soy una persona que trata de exprimir al máximo la felicidad en todo lo que hace”. Así se define desde la comodidad de un chalet, dando un respiro a su cuerpo, el único capaz de soportar ese triplete, un camino tan duro que no plantea repetir. Pero su mente no descansa. “Al menos, me doy a mí misma la oportunidad de pensar que cualquier idea loca es posible”.

Dauwalter cuenta cómo el trail, un deporte que desconoció durante la mitad de su vida, mejora el funcionamiento de su cabeza y de su cuerpo. “Empecé a preguntarme qué habría a la vuelta de esa esquina, cómo sería ese recorrido, qué aspecto tendría el bosque al amanecer. ¿Cómo llego a esa cima? En resumen, me da mucha felicidad y lo uso como una forma de explorar qué cosas puedo hacer”. El resultado es una sonrisa perpetua, quizás el resultado de tanto sufrimiento vencido, los extremos de la emoción. Su fórmula. “No soy una experta en felicidad, pero quizás muchos obstáculos estén en nuestra actitud. No todos los momentos de correr 100 millas son buenos, hay muchos muy malos, pero lo que hacemos en ellos determina el resto de la carrera. Cuando alcanzo esos puntos –y lo hago– intento tranquilizar a mi cerebro, aceptar la situación y empezar a pensar en cambiarla. ¿Puedo hacer algo? ¿O tengo que dejar que pase el tiempo?”

Ningún momento como las últimas dos horas del pasado UTMB, un dolor que generaba empatía. Y lideraba holgadamente la carrera. Así sobrevivió: “Dar un paso más, era todo en lo que podía plantearme. No podía pensar en 100 metros, una milla o el siguiente avituallamiento. Nuestros cerebros son muy poderosos y a mí me funcionan los mantras, ser positiva. Lo que nos decimos a nosotros mismos en esos momentos duros importa. Y si lo repito una y otra vez, no hay espacio para pensamientos negativos. Es lo que hice en esas últimas horas. Y fueron más de dos [ríe]”. Un mensaje en bucle: “Robot, robot, robot. Pensaba en cómo funcionan. Puedes dar un paso más, sabes cómo hacerlo. Pues hazlo”.

Con el paso del tiempo, valora más la hazaña. “Estaba tan exhausta que quería volver cuanto antes a casa, pero me siento afortunada de haber tenido la oportunidad de intentar las tres carreras en un solo verano. Mis pies y mi cuerpo me llevaron a esas líneas de meta y crearon recuerdos por el camino con gente importante para mí. Volver aquí ha sido más especial de lo que pensaba”. La misma sonrisa, otro tipo de felicidad. Corre ella, pero no está sola, empezando por su marido, Kevin Schmidt. “Ambos pensamos que la vida consiste en hacer recuerdos y compartirlos. Es importantísimo para nosotros hacerlo juntos. No se trata tanto de correr, sino de cuántos recuerdos estamos haciendo ahora para poder sentirlos dentro de 50 años”.

Así se enamoraron de Gran Canaria, la isla en la que se plantaron en 2023 para huir de la nieve de Colorado y poder correr. Fue la lotería de la Transgrancanaria, el ultra que atraviesa la isla, pues sus victorias en los dos últimos años han sido un reclamo global. “¡Fue un amor inesperado! Me encanta correr de un punto a otro y cruzar las montañas. Fuimos antes para explorar la isla y este año hemos hecho lo mismo. La gente es increíble, ese es el sentimiento de comunidad del trail. Por alguna razón, cuando vas a un ultra tienes la sensación de que estás corriendo con una banda”.

No se pone la medalla, pero tiene la culpa de que haya más mujeres con dorsal, aunque sigan siendo minoría. “Me gustaría que hubiera más, absolutamente. Mirar a mi alrededor en una salida y ver al mismo número de mujeres que de hombres. El deporte está creciendo, cada vez hay más intentándolo, siento que es un momento muy guay para estar en él”. No tiene la fórmula mágica, pero lanza el guante. “Quizás no en un ultra, pero sí explorando los caminos de tu vecindario”.

Uno de sus mantras es que no compite con mujeres, sino con seres humanos. Por eso esgrime puestos delanteros en clasificaciones absolutas como su séptimo lugar en el UTMB de 2021. Es su vida sin límites, algo en lo que reflexiona con el glaciar del Mont Blanc ante sí, esa estampa que atemorizó a un pueblo durante siglos y que se convirtió en la punta de lanza del alpinismo a finales del siglo XVIII. “Ese es un gran punto de vista. Intentar lo difícil, ¿por qué no? Para mí eso es ultra-running: intentar algo que suena demasiado loco y ver qué pasa”. Y su cuerpo ha encontrado el otro lado de la ecuación. “¡No me gusta cuando tienen que pincharme! [Ríe]. Ese es un límite para mí”.

Alguien que no pregunta por las diez cosas más importantes que visitar en una ciudad: “¿Cómo son las montañas allí donde vives? ¿Hay algún ultra?”. Y una vida llena de retos por explorar. “Nunca he hecho alpinismo ni esquí de montaña, hay muchas cosas que pueden estar ahí si la ocasión se presenta”. Esas ideas que siempre se da la oportunidad de pensar. Quizás, quién sabe, un trail fuera de la Tierra. “¿Salir del planeta? ¡Sería increíble! ¡Me encantaría viajar al espacio!”

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