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Haile Gebrselassie: “Si en 2008 hubiera tenido las zapatillas de ahora, habría bajado de dos horas”

El legendario atleta etíope y la maratoniana portuguesa Rosa Mota, campeona olímpica hace 40 años, corren este domingo en Madrid

Haile Gebrselassie
Gebreselassie, en Madrid, con la Puerta de Alcalá al fondo, en 2008.SANTIAGO BURGOS
Carlos Arribas

Rosa Mota y Haile Gebrselassie suben al escenario. La historia del maratón en dos cuerpos menudos, vividos, inquietos. Los dos, corredores legendarios, correrán este domingo en Madrid. El etíope será uno de los 21.000 participantes en los 21.097,5 metros de la Media Maratón que patrocina Telefónica en su centenario; la portuguesa, tocada en un isquio, solo se atreverá con la carrera ProFuturo, 5.800 metros. Los dos tienen historias que contar. Uno habla, la otra no.

Como su coetánea Carmen Valero en España, Mota, de Oporto, de 65 años, simboliza la pelea de la mujer para ser reconocida como capaz de correr una maratón, algo discutido por el hombre que domina federaciones y comités hasta hace nada. Mota fue ya campeona de Europa en 1982, en la primera competición oficial en la que se admitía a mujeres en la distancia de los 42,195 kilómetros, y en la primera maratón olímpica, la de Los Ángeles 84, fue medallista de bronce. Después fue campeona mundial en Roma 87 y campeona olímpica, por fin, en Seúl 88. Sigue corriendo y dice que para ella correr es como Facebook, el lugar en el que encuentra amigos por todas partes, pero se niega a hablar de sus comienzos, a contar por qué le dio por correr, como si su humildad le prohibiera sentirse protagonista de una epopeya. “Hablaré de lo que sea, menos de mí”, advierte una mujer que en su vida competitiva, hasta los 43 años, ha corrido 21 maratones, el más rápido en 2h 23m 29s, aún récord de Portugal (y habría sido récord de España hasta hace cuatro meses) y ha ganado en Londres, Boston y Chicago. “Nunca he querido hablar de mí y no voy a cambiar ahora”.

Haile Gebrselassie y Rosa Mota, en telefónica el jueves pasado.
Haile Gebrselassie y Rosa Mota, en telefónica el jueves pasado.

De su infancia corriendo a los ocho años 20 kilómetros diarios para ir a la escuela, 10 de ida, 10 de vuelta, por caminos con piedras que le obligaban casi a correr de puntillas para no herir sus pies, habla siempre gustoso Gebrselassie, uno de los más grandes fondistas conocidos, que simboliza la transformación casi revolucionaria que ha sufrido el maratón.

En 2005, cuando aún solo había corrido un maratón, Haile Gebrselassie, 50 años ya, descubrió en Almería el sabor de los primeros tomates raf, los auténticos, los que se cultivaban en estercoleros, y casi 20 años después aún recuerda su sabor, tanto como recuerda, casi con suspiro nostálgico, su primera maratón, la de Londres 2002, que terminó tercero (2h 6m 35s, récord de Etiopía y en la que todo lo que bebió fue agua. La prehistoria. Ex plusmarquista mundial y tercero aún en la lista de todos los tiempos tanto de 10.000m (26m 22,75s) como 5.000m (12m 39,36s) con marcas de 1998, es solamente el 33º en la lista del maratón con la marca de 2h 3m 59s con la que batió el récord del mundo en Berlín en 2008. “Claro, mi especialidad eran los 5.000m y los 10.000m, distancia en la que gané en dos Juegos Olímpicos. Al maratón solo me pasé al final, a los 29 años”, dice Gebrselassie, próspero empresario en Addis Abeba y dueño de varios hoteles. No ha vuelto a correr un maratón desde que se retiró y también ha olvidado sus aspiraciones de ser presidente de Etiopía. “Durante tres años fui el único que bajó de 2h 4m. Pero ahora el maratón es una locura. Cada vez se corre más rápido, más rápido, más rápido, gracias a unas cuantas cosas, pero especialmente una, las zapatillas. Son alucinantes ahora. Salgo ahora, hago unos 20 kilómetros al día, con los nuevos modelos, y con ellos no corro, vuelo”. Y apoya sus palabras, expresadas con sequedad, cortantes, y un “believe me” por si acaso, con el gesto de su mano imitando al despegue de un avión.

De los 32 que le preceden a Gebrselassie en una lista encabezada por el récord mundial de 2h 35s que el recientemente fallecido Kelvin Kiptum estableció en 2023 –”Su muerte tan temprana me hizo sentir mucha tristeza”, dice. “Joven. Accidente. ¿Qué se puede decir? Muy mal. Muy mal. Me da tanta pena… Es increíble”–, solo cuatro consiguieron sus marcas antes de agosto de 2016, los Juegos Olímpicos de Río en los que Nike, en los pies de Eliud Kipchoge, introdujo las Vaporfly, las zapatillas de placas de carbono y espumas ligeras en gruesas suelas que transformaron el atletismo. Entre 2019 y 2023 cuatro maratonianos bajaron de 2h 2m, seis más de 2h 3m, y 23 de 2h 4m. “Aunque Kiptum esté muerto, estoy seguro de que la barrera de las dos horas caerá pronto”, dice.

–Viendo estos datos, supongo que quizás usted hubiera preferido haber nacido 20 años más tarde, tener ahora 30 y convertirse en el primer atleta por debajo de las dos horas, una gesta que hará inmortal a su protagonista.

–Créame, si en 2008, cuando yo corrí en 2h 3m 59s, hubiera corrido con las zapatillas de ahora y no con las que usé entonces yo habría sido el primero que lo hacía en menos de dos horas, jajajaja.

–¿Cuatro minutos menos por las zapatillas solo? Y sus Adidas de 2008 se consideraban revolucionarias…

–”¡Y el entrenamiento! Yo sé muy bien cómo entrenan ahora, créame, y mi entrenamiento, comparado con el suyo, era muy duro, muy duro”.

Como una vieja gloria que siente que fue y que se niega a dejar de serlo, Gebrselassie, y todo el mundo, recuerda los últimos 200m, su sprint furioso contra Paul Tergat, en la final olímpica de los 10.000m en Sidney 2000, habla de las ventajas que se tienen ahora. “Todo es diferente. Por ejemplo, en mi debut en el maratón de Londres, cuando fui tercero, de principio a fin solo bebí agua. Nada más. Solo agua. Y en Berlín estrené una especie de bebida energética muy sencilla, apenas poco más que agua”, dice, en referencia a la revolución de la nutrición en carrera, con la creación de bebidas con 100 y 120 gramos de carbohidratos fácilmente digeribles en carrera que permiten al corredor no vaciarse nunca de energía. “Pero, ah, las zapatillas son lo más”.

Si Gebrselassie acepta las bondades de algunos de los factores que han revolucionado el maratón, con otros se muestra intransigente. No cree que sea bueno que los atletas jóvenes, como Kiptum, que entre los 22 y los 23 años corrió tres maratones en menos de 2h 2m, se dediquen al maratón sin haber fortalecido su organismo previamente en la pista, y tampoco, por supuesto, cree que el dopaje sea una buena cosa. “Sí, ahora hay un montón de dopaje”, dice, aceptando que tanto en Kenia como en Etiopía se detectan docenas de positivos cada año. “Los atletas parece que nunca pueden sentirse satisfechos. Nunca. Son muy egoístas. No les entiendo. Tienen las zapatillas, que les dan mucho más que lo que les puede dar el doping, pero necesitan más, quieren tener más. No es bueno. Es malo para el deporte. Malo para el atletismo. La federación internacional debería investigar más, y la AMA hacer más controles aún. Si no, no sé dónde vamos a acabar”.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.
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